miércoles, marzo 22, 2006

Azoteas
















Las antenas de televisión saludan a las azoteas y a este cielo sucio
hermoso y sucio
solas en las alturas, nos ven pasar a todos, con su manos rotas y sus alambres solitarios
tostadas sin querer de luz, descascaradas por el moho

Las azoteas impertérritas, damas ociosas de las elevaciones
crepitan al mediodía del domingo mientras tendemos la ropa
aguzadas con sus antenas como ojos o como recuerdos

Las azoteas guardan la basura que no soportamos y el polvo viejo que trae el viento
al que le cerramos las ventanas

Estas azoteas, nuevas para mí, y viejas para los demás
abandonaron el anonimato la tarde de hoy, algodonada y rosa de celajes
breve de nubes y de espejismos

Al fondo de la ventana que yo también cerré
saludé a tu recurrente aparición espontánea
le recriminé un par de abandonos
y me fui
dejando que las azoteas se murieran con la caída del sol

Parque página
















Página

Los árboles del parque se saludan con viento
y el banco de ayer y mi madre copan la aparición
el césped seco no sabe de comas o puntos
la tienda de helados cerrada y oscura
recuerda que hace ya varios años
que no estamos a la altura de las edades
de los lustros
de las conmemoraciones

Me voy de mi parque
el que me vio columpiar las piernas
el que esta tarde me despide con su viento
y sus salvajes helechos, con fantasmas de viejos amos y perros

En aquellas torres de colores brinqué mis primeros vacíos
en ese columpio besé al que prometía serme fiel
como si la pertenencia fuese un título nobiliario
como si nosotros –los engendrados desde el 76-
no estuviéramos totalmente borrachos
desde que nacimos

en la calle del parque intercambiamos esperanzas con saliva
antes de huir al océano y abandonar un par de promesas
en sus aceras los pervertidos acosaron a los niños
que corrieron para salvarse
y en su plaza la directora del preescolar izó la bandera nacional
en los tiempos de las balas y los toques de queda
cuando jugábamos a escondernos debajo de las camas
abrazando el santo de la abuela

sentada en este banco me he sentido –hoy- completa,
como en otras tardes

Terriblemente sola
como siempre
trémula, para variar

en la constante de pedirle al cielo con todas mis fuerzas
-más allá de las visiones mítico religiosas-
que pueda regresar a sentarme en este sitio
para rumiar los recuerdos de nuevos parques y otras personas