domingo, mayo 28, 2006

La sala fría

Totalmente aséptica, blanca y colmada de zancadas interminables y abrazos de bienvenida. Aunque lo peor –sin duda- son las lágrimas del adiós.
Por las puertas que dan a la carretera que la circundan salen los ansiosos a aspirar cigarrillos, compartiendo el viejo estereotipo de ansiedad con los pasillos de las salas de partos.
Las pantallas informan de aquellos que van y vienen. Las tiendas venden galletas con trescientos por ciento más del valor real, mientras el café capuchino y la Coca Cola Light se disputan las bocas de aquellos que abordan o arriban. Hay quienes prefieren envolver con plástico las maletas de sus vidas homogéneas. En medio de esta sala fría, ellos, se dicen adiós una vez más no sin antes prometerse segundas o terceras partes de la historia que desde hace años los puso “Manos arriba, no se muevan”. Nada de cursilerías, por favor. El otro –existencia bivitelina- aborda el avión que una vez más los separa.

jueves, mayo 04, 2006

Maravilla








nada más las piedras grises cortejan el camino largo
un estrecho espacio entre el absurdo y la risa
pasos cortos y comedidos
una fogata de frituras al costado
las veraneras contagian su orgasmo púrpura a los tristes que pasan buscando ojos
un pájaro muerto/ muerto como mis lágrimas
¡Toda la vigilia sobre mis impotentes muslos!
el abanico agita el aire cansado de girar entre los vestidos negros de los mitómanos
la chica de cabello corto disfruta ver sus manos mezcladas con cáscaras de toronja
“Ya no tengo miedo de morir en la oscuridad”, se dijo.

Viernes Santo












Todo el día en casa, interrogando a las paredes blancas
por la hora de la sangre –la cocina no confiesa más que el café-
ni una gota de sol nos hizo daño
no caminé las calles del martirio

luego, la noche abre sus fauces de heridas silenciosas
al pie de la minúscula ventana
se cuela la luna entera
las velas ondean presas del cobarde frío y las fallas eléctricas
veintitrés grados

La mariposa negra duerme en su cárcel tibia
en la punta de mi vientre
aspiro borrosos recuerdos de tus manos vueltas hacia arriba
y de mis constantes exploraciones hacia la zona sur
apetezco culminar alguna vez en la infinidad del grito

en la orilla del cuadro los pinos estropean a medias un par de luces
la ciudad quedó vacía
no vale la pena perseguir a los bañantes
cantar junto a las orquestas abreviadas
azotar al hombre de la corona de espinas

Para qué inventar tragedias bíblicas
Vos sos mi crucifixión