martes, abril 17, 2012

Los Planetas

Conocí a Yaxkin Melchy el día que se decretó la influenza en México. Más adelante y luego de un par de veces de escucharlo concluí que nada de lo que hasta ese entonces yo creía de la poesía era cierto. La poesía de Yaxkin, y Yaxkin, me enseñaron que uno puede ser completamente libre dentro del texto. Y divertirse. La poesía dejó de ser para mí esa señora inalcanzable que hay que andar persiguiendo.

Creo que Los Planetas es una prueba más de que lo que hace Yaxkin ha sido fundacional y genealógico. Su escritura ha fundado algo y ha extirpado y eliminado muchos preceptos, por lo menos en mí y sospecho que en muchos más.

“Solo los locos, suben en ovnis para comprender a los terrestres”, dice, y él, el fundador de la poesía extraterrestre, el poeta niño de la literatura mexicana, fue quién nos enseñó a que pueden poetizarse-profetizarse las fiestas, esas grandes contusiones en nuestras vidas, los amigos y las estrellas.

Claro que la poesía de Yaxkin a algunos les hace ruido o les incomoda, al ser humano le cuesta, y sobre todo a ciertos ‘poetas’, ver ojos bonitos en cara ajena, así dicen las abuelitas. Pero no importa, para destruir hay que causar escozor y el escozor muchas veces revela la belleza.

“Mi mamá decía que treinta días seguidos de conversación arrojarían ciento once tazas de café y tres libros sin sentimientos llamados nuevo mundo”. El Nuevo Mundo no vendrá, por sí lo estaban esperando, el Nuevo Mundo ya está entre nosotros.

Celebro la publicación de Los Planetas (Editorial Literal) de Yaxkin Melchy, celebro compartir esta época en La Tierra con él: Caminante del Cielo que explora el espacio, autoexistente de tono rojo, a quien le guía La Luna, quien purifica el agua universal, Enlazador de Mundos.

laurigarcíadueñas, 13:14, martes 10 de abril de 2012, ex méxico.

jueves, abril 12, 2012

El símbolo más arcaico
alcanza una especie de trance
(tos)
plop plop
desde 1893
una muchacha toma en su mano 1 piedra
según Artaud
zapatillas naranjas
puré de caracolas
un hombre una hija con un freezbee
zumban abejas en el beso de un muchacho
el cadáver de un cangrejo
flota
cómo se marca un número a Estados Unidos
uuu
marcha rítmica tras el mesquite
un grito
niño balancea dos bolas rojas
¿te voy a andar viendo el Maple?
te voy a andar viendo el Maple
un vaso en el suelo
una serie sucesiva de olas
siento que esas categorías
destruir la lírica al final de este período
la condición humana como algo deseable
tamarindos o algo parecido
dos niñas
redes estéticas
tambores
hombre en muletas
orden burgués
un cuestionamiento severo del pasado
y el futuro
gente en llegada
bikini rosa
lama lama
una pirámide
la celebración de la pirámide
jaranas
‘soledad, llévame al reino de los cielos’
y a las neuronas del mar.

Autobús

“Los pájaros del levante transitan por debajo del norte”, Javier Norambuena.

Tantas veces el autobús diluyéndose en los labios
la carretera como una cicatriz
el viento como un mantra que se repite en el deseo
no ha ocurrido la partida
no ocurrirá la ausencia
el sol como una lluvia de alubias
los matrimonios de los pájaros son las líneas de luz que dejan a su paso
el hombre siempre esperará su fin
una ruptura en la delgada pasividad del agua
lanchas llegan
pero los pájaros migrantes aún no han aterrizado
y el nombre es tu cuerpo tibio al lado mío
latiendo todas las noches
en poros y carne
en poros y carne.

No se detendrá el aliento en su afán de procurar la huella.

Los muchachos

A Yaxkin, Emmanuel, Daniel, Viktor, Lolo, David, Gerardo, Manu, Lorenza, Arturo, Sandino, Jhonnatan, Karen y Mavi y toda la bandita con la que he compartido estos años de poesía y caos sideral.


La colisión intemporal de una tarde lúcida de catástrofe sanitaria
luego tapabocas
ellos gritaban cosas que yo no entendía del todo
pero eran bellas y resplandecientes
giratorias
hondas como el ojo de agua de la universidad
que a veces también está seco
planetarios mecánicos científicos astrónomos legislativos
no tenían forma alguna siendo tan hermosos
desordenados e infames.

No amaban a nadie
o se amaban todos en largas noches interminables de alcohol barato
y de fiestas infernales
donde las casas a medio construir se caían
las manos bailaban ácidas entre la música
y una pequeña pantalla repetía canciones horribles
con mujeres en bikini
y fiestas en bikini.

Yo creía en la poesía y aprendí a creer en nada
en la destrucción de la pose
en la libertad oscura de las palabras
en la sencillez de los muchachos
y sentí que nunca moriría
o tal vez
un día moriríamos todos
para renacer como vocablos esdrújulos
marinos
e inolvidables.

lunes, abril 09, 2012

Navachiste número cuatro


Por cuarto año consecutivo, viajé a la bahía de Navachiste, en Sinaloa, México, y otra vez me sentí afortunada por el cariño con que nos trata la comunidad, los pescadores, las cocineras, el ambiente que se genera debajo del mesquite, la boda de mis amigos Zaria Abreu y Franco Narro, cuya ceremonia fue un paréntesis entre el dolor del mundo y cuya unión fue como ver caer un meteorito, el hecho de que me haya acompañado El Muchacho y hayamos bailado, visto películas en la palapa y leído en las fogatas y platicado largamente frente al mar, mientras veíamos pasar las lanchas y la luna salía del horizonte como un sol nuevo. Yaxkin dijo que nunca olvidaríamos la especie de esponja marina que dejaba a su paso una estela púrpura. Los amigos (Mavi, Jhonnathan, Karen, Aurelio, Sandino, Yohanna, Paty, Yaxkin, Zaria, Franco, Juan, David, Bernardo y todos) fueron de nuevo la celebración, la com-unión.
Me gusta pensar que la poesía es así, tan rica como estar con los amigos frente al mar, empinándonos las ballenas.