viernes, febrero 29, 2008

Mi hermano


Nunca necesité un superhéroe de capa roja y estrellas amarillas

porque tenía a mi hermano

supongo que algunos tuvieron que comprar en la universidad

un póster del Che, yo no

porque tengo a mi hermano.

Azar molecular del destino, habitó mi misma casa

era flacucho y audaz, más nadie sospechaba que

podía encumbrar piscuchas y romper todas las tejas

hacer volar con cuetes las cañerías de rabiosos vecinos

bajar las guayabas más altas del guayabar

surtir de pepetos a sus amigos ingratos

que lo dejaban arriba del palo cuando él, generoso,

ya se los había aventado todos.

Como si fuera poco,

le quitaban los plátanos de la canasta verde

con la que lo mandaban a la tienda hasta dos veces.

Él siempre le hizo caso a mi mamá.

En arrebatos egoístas, mi hermano,

escondía los pasquines en el cielo falso de su cuarto

o me reventaba la nariz por no dormir la siesta

pero después (porque los superhéroes sufren de culpa y ternura)

me pintaba todos los carteles para el colegio

y dibujaba cuentos solo para mí.

Y así

pasaron los años ridículos de nuestra infancia.

Mi hermano se metió a la guerrilla

se enamoró joven

coleccionó lentes oscuros

tuvo miedo

un día se fue hasta el final

me quedó en los ojos cuando cruzó la esquina

y le prendí una vela roja a toda su vida

para que no lo mataran los hombres

que no entienden que los héroes

son siempre los más pequeños.

Mi hermano volvió

porque siempre pudo volver

se emborrachó en los bares

se volvió a enamorar

tuvo hijos

y por fin

conoció a la mujer que ama.

Él

me salvó de mi misma (varias veces)

por eso

yo

nunca necesité un superhéroe de capa roja y estrellas amarillas

porque tenía a mi hermano

supongo que algunos tuvieron que comprar en la universidad

un póster del Che,

yo no

porque tengo a mi hermano.

domingo, febrero 17, 2008

otro poema urgente de domingo

reconciliemos el uso automático de las mayúsculas

con el retozo sin guardas en tu colchón dominical

el frenesí de mi baile con tu adicción al ajedrez

tus ojos de pestañas lisas con mi delineador oscuro

tus labios partidos con mi lipstick

mi desnudez y tus pantalones de pijama

tu trabajo que empieza a las cinco y media de la madrugada

con mis son- las -diez –no- me –quiero- levantar- otro –ratito-más-por favor-ya casi

este día tan soleado y lleno de niños

con la injusticia social del tengo-que escribir

las tostadas de atún con mayonesa

con mi aversión por la popularización de dicho aderezo

los estereotipos quiméricos de la industria y las películas universales

tu dolor de espalda con mis ganas de desparramar-te

esta etapa de mi poesía (que corre auténtico peligro de volverse cursi)

con mis elucubraciones nihilistas de asesinatos pasionales

mi decisión consciente de ausentarme sábado y domingo

con el afán social de bailar en el parque y gritar al megáfono

mis manos que te tiemblan con la urgente necesidad de ser absoluta de mí misma

la dependencia con la risa de los millones de celosos anónimos y desubicados

las ganas de encerrarnos en una cueva y la responsabilidad de luchar por la humanidad

las hamacas con las canchas de voleibol/ el agua fría con la caliente

las palomas grises y asquerosas con los pájaros de mejor estirpe

el sol de la banqueta con la sombra de los árboles/ la batalla de los sexos

el amor y el cinismo

II

¿Reconciliarse con el domingo?

es imposible porque él –esta presencia cada vez más antropomórfica- agudiza la soledad la nostalgia el hambre la pereza la desazón el insomnio la enumeración existencial las pesadillas de cuerpos desbordándose el gato muerto en la banqueta con sus verdes entreabiertos la niña con el paraguas cuando no era la lluvia la deuda externa los tsunamis el calentamiento global los divorcios la explosión demográfica y la ridiculez

III

la noche cae y no estoy a salvo

ni cogida de uñas al recuerdo del retozo sin guardas en tu colchón de sábanas limpias

la cabeza ya empieza a tenderme sus trampas

tengo un afán profundo por abandonar mi mediocridad


y es que los domingos uno siempre está solo.

lunes, febrero 04, 2008

volumen estratosférico número 5

en la cima de un quinto piso quemé mis fotos.

quizás padezco de infamia o falta de memoria histórica

pero las palabras incoherentes son presa fácil de la azotea.

te amo de maneras pornográficas,

te extraño sobre las cenizas exiguas de mi pasado.

A-marte

pulpos violáceos regodeándose en la cama,

tentáculos de pacaya, tres girasoles olvidados,

siestas que huyen del resplandor,

aterrizaje forzoso de la intimidad,

pum, caí.

succionaste el líquido entre los muslos.

boicoteé sin pudor todo lo que construimos

con los ganchos de colores para colgar la ropa

informo: soy el cordón umbilical de la nave

los cráteres fulgurantes que atisbas desde el espacio

el dolor esencial de hacer contacto con otras constelaciones

de piel verde

creí que éramos del mismo planeta,

mísera ilusa,

no quedaba agua suficiente para darnos de beber

entonces, dinamité por completo

la confianza en el progreso de la humanidad

pobre especie marchita, me dije

pulpos-violáceos –violan- la tarde-

con sus tentáculos de pacaya,

amantes enfermos de inconformidad,

voluptuosidad impune,

ropa sucia al pie del sofá

“El amor es una idea con tus ojos”, te dije

¿Por qué tuve que equivocarme?