Hoy el mendigo de Sor Juana golpea más fuerte su frente
no logra soportar.
Una sonrisa puede volverse una clave hipócrita.
La gente llega a aceptar que se une por conveniencia. Yo no.
Enmudezco.
El germen del odio siempre nace del lado izquierdo del pecho.
El desencuentro teje telarañas en las puertas de las casas
siembra huevos de larvas
en letras rojas y agudas de mensajes sorpresivos. Injustos.
Vete, no me importa, toma tus maletas y date por vencida.
Deja todo pendiente.
Hay demasiado sol en el cuarto y he aprendido a sobrevivir entre los que sí.
La enfermedad es una escupida de muerte.
El karma no existe ni en el estado de las cosas.
Deberías aprender a pagar tus cuentas completas,
decir buenos días como un puente, como un Periférico.
Mira a toda esa gente que camina,
los vagones son metáforas.
Dentro de mí vive también la larva:
paradoja contenida en autocrítica.
La humanidad es una masa sanguinolenta que dibuja el egoísmo con la boca.
¡Cállense, sus risas son lápidas, son una burla!
Deberías dejar la prepotencia pegada en la pared
con cinta Scotch. No es lo mejor comer a solas,
vivir intentando ocultar.
¿No era mejor el cascabel de la alegría?
¿Las tardes de sol con brincos?
Las mujeres que solo viven para servir a un hombre me dan asco.
Todo lo que detesto también está dentro de mí.
Ser persona da pánico.
La gente me hiere,
a veces
¿Vos también sos la gente?