jueves, mayo 04, 2006
Viernes Santo
Todo el día en casa, interrogando a las paredes blancas
por la hora de la sangre –la cocina no confiesa más que el café-
ni una gota de sol nos hizo daño
no caminé las calles del martirio
luego, la noche abre sus fauces de heridas silenciosas
al pie de la minúscula ventana
se cuela la luna entera
las velas ondean presas del cobarde frío y las fallas eléctricas
veintitrés grados
La mariposa negra duerme en su cárcel tibia
en la punta de mi vientre
aspiro borrosos recuerdos de tus manos vueltas hacia arriba
y de mis constantes exploraciones hacia la zona sur
apetezco culminar alguna vez en la infinidad del grito
en la orilla del cuadro los pinos estropean a medias un par de luces
la ciudad quedó vacía
no vale la pena perseguir a los bañantes
cantar junto a las orquestas abreviadas
azotar al hombre de la corona de espinas
Para qué inventar tragedias bíblicas
Vos sos mi crucifixión
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