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Suena el ruido al pedalear
las curvas de la ciudad pueden conducir
al extravío
a más de alguna distraída ciclonauta.
Ese día ella se preguntó si para
olvidarle
habría de borrar el recuerdo del color
de los árboles
pero la vida no tiene vocación de
olvido
y mucho menos los árboles.
Por eso,
cuando lluevan, a la piel, espinas
cuando el aparato emocional esté a
punto de quebrarse
y las pulsiones de muerte crepiten en
escorzo
habrá que respirar
hinchar los pulmones
tener a la mano
un paraguas color púrpura
o un mandala primitivo para colorear.
Es libre el desvarío
las líneas del horror que caben
en un corazón lleno de ausencias.
El insomnio de los celos que destruye
la saliva
rompe todos los cristales de
emergencia.
No quiero convertirte en un botiquín
para mis peores momentos
ya tienes suficiente con tus ojos y tus
búsquedas
pero me habría gustado quedarme en el
rincón de la semilla
cuando las cosas apenas brotan
y no ser este torpe arreglar de goteras
ni este hotel de paso.
Ando tropezando más de tres veces con
la misma piedra
las funciones básicas y cotidianas se
me hacen imposibles
no encuentro el rumbo, estoy perdida
desde el café de ayer
avanzo a tropezones porque aprendí
desde la infancia
la pasión vehemente de la resistencia.
Resistir a la tarde gris
los vericuetos que ocasionan los
amantes
el paso de los años y sus bordes
la guerra y la injusticia.
Pero llega el momento en que uno anhela
dejar de resistir y encontrar
un horno lleno de panes dulces
granos de arena que empanicen los dedos
de los pies
una comedia de domingo
un jarrón de limonada
una cajita de Nutella
un ananá
un perico
o –en su defecto-
un pelícano.
El horror entonces
ni siquiera debería convertirse en
pesadilla
la llama oscura de la mente
debiese desaparecer con todos los
fantasmas de todos los armarios
para ocasionar un estallido de
partículas
una colisión que nos arranque de esta
angustia
un final con explosiones de torpedos
un tiburón sin dientes que nos amarre
los zapatos.
El sueño debiese hacer caso omiso a
los obstáculos
y conjurar su derecho de ser libre
libre de alzarse fuera de sí y
arreglar mi colchón de resortes tristes
tejer una colcha de pomelos
y resucitar a todos mis protagonistas.
Añoro el sueño y la paz
pero esa libertad que tanto ansío
de la que tanto divago y mascullo
no está en tu porte regresando a mi
casa
ni siquiera en tu amor enardecido
o en tus ojos, esos que me bastan
y conmueven,
cuando me miras del otro lado de la
mesa
y te perdono.
No.
La libertad la quisiera
para enterrar las cadenas que me atan a
mis vicios
a mi dolor, equívoco de años,
y así
no errar de nuevo el camino.
Miro al otro lado de mi cara
adentro hay una explosión de luz
que me salva del torbellino de la
desesperación.
Miro afuera de mi cara
ahí viene
la lluvia de radicales libres
que estábamos esperando desde hace
tiempo.
Como si no fuera poco,
también quiero abrir la puerta
que dice puerta
y por fin
salir.
4 comentarios:
yo te adoro y te acompaño hasta que encontremos la salida de emergencia que nos sirva.
me gusta mucho este poema.
me encanta tu poema y de manera general tu blog. Un abrazo fuerte desde Francia
suena bonito
ritmico
vuelvo
Resisto, con el entrecejo a punto de desbordarse y el corazón enardecido porque esas palabras, ya las he vivido. Gracias Lauri, eres maravillosa -igual tu escritura- :')
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