el día sin noche como un hurón
inquieto
vociferantes
la juventud como un grito
fuentes
una ciudad que nos contiene
grafiti
la larga marcha antes de hervir
pájaros de brincos
pigmentos
los poemas gritándose seguidamente
la pasión de las luces
la universidad
sentirnos indestructibles por guardar el verbo
en el pecho
en la garganta
tomar el Metrobús
decir de memoria poemas para los pasajeros
estar tan dentro de nosotros que duela y sea dulce
leer y luego olvidar las páginas sobre el asfalto
discutir la menguancia de la luna
emborracharnos
navegar por las moléculas alucinantes de nuestras arterias
nivel de la sangre en la sangre: cero
mira tus manos, me dijo Víctor
las puse frente a mí
enloquecidas bailaban entre la música y los desconocidos
ácidas
encontrar una casa a medio construir
jugar a los niños
repetir: estamos sobre el nivel de las estrellas
abajo la ciudad
adentro, la verdadera casa
el autoritarismo del padre
el ardor del hijo
afuera, la gente discutía cómo alimentar el fuego
primitiva: la fogata
sentirte
saber que no-voy-a-dedicarte-este-poema
porque somos el poema el noema las desinencias verbales el pie quebrado
todo lo que nos enseñan en los libros
la vida
se resume
en largos besos y largas marchas de silencio
la gente está indignada
el país cayéndose a pedazos y nosotros gritando poesía
creciendo sin querer
bailando canciones en inglés
nombrando las fuentes y los pájaros
Yo
escribiéndote en el parque para decirte que fui tuya recostada en una pared
el día sin noche
las repeticiones no importan
los años nos caerán encima como un yunque
la miseria la injusticia el dolor
no nos pertenecen
pero sí la palabra hurón
el recuerdo de tus dedos dentro de mí
el amanecer en la estación
un beso
una casa a medio construir
en las afueras de la ciudad.
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