Ofelia, no
saltes al río
no trepes
al árbol que abajo el arroyo.
Ofelia,
no era tu muerte un charco de sangre en las baldosas de un viejo edificio.
Flota
que tu
vestido no se llene de agua.
No es
por ti su locura grandilocuente
no sufre
por ti de vómitos, angustias o sombras.
No cantes
más.
Ha
matado a tu padre y podría haberte llevado en la punta de su ofuscación.
Lo hizo.
“No te
amé”, dijo.
Tampoco
el convento.
Tal vez
sólo un silencio discreto que acepte que ese hombre
no enloquece
de amor.
1 comentario:
¡Pobre Ofelia! Víctima del amor y la locura que son, a fin de cuentas, dos caras de la misma moneda.
Un saludo.
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