“Es el infierno que se
mira, sentado en el sillón de la sala, frente a la ficción”, J.E.G.C.
“El
infierno está vigilado. Es el infierno que se mira, sentado en el sillón de la
sala, frente a la ficción”, dice Jerónimo Emiliano Gómez, escritor mexicano.
Tal vez fue el ruido de los
helicópteros y cohetes, el haber seguido tan de cerca el desalojo del Zócalo,
el haber tenido la mala idea de ver 'el grito de la independencia' por
televisión y comprobar que había mucha gente vitoreando al presidente sobre la
plaza pública que solo días antes había 'limpiado' la policía federal.
O haber comido tanto pozole y
compartido con la familia del Muchacho, y al mismo tiempo extrañar al paisito y
mi familia.
Tal vez por eso anoche casi no
pude dormir y soñé que Alguien le decía a un presidente: "Todavía no te
hemos entregado el país". O tal vez fue caminar esta mañana por las calles
de Santa María la Ribera y ver a una familia de indigentes que todavía no había
despertado de su sueño entre cartones y periódicos. Y sobresaltarme cuando
pasaron más helicópteros y aviones.
O tal vez escuchar a Fito Páez
con su "Mariposa Teknicolor" y volver a ponerla cinco veces y
acordarme cuando tenía 20 años y pensaba tantas cosas que sigo pensando y me
dolían casi las mismas cosas que me siguen doliendo.
Tal vez fue sentir que ya no soy
una adolescente, pero adolezco, y sentir que duele crecer y vivir en 'este
mundo'.
"Vi sus caras de
resignación, los vi felices llenos de dolor", dice Fito. Tal vez fue que
cuando la gente conmemora, y hay tiempo
para pensar, uno piensa este tipo de cosas.
Tal vez fue todo lo anterior.
El horror
En la butaca del horror, frente a
la pantalla de la computadora encendida me doy cuenta que ya van 47 fallecidos
por dos tormentas tropicales en México.
Hace poco capturaron a una amiga
mía, estudiante de letras clásicas, saliendo del metro, durante las protestas
en el centro de la capital mexicana. Su foto, cuando fue golpeada por la
policía, aparecía también en el monitor y la reduplicábamos en las redes
sociales para que la soltaran.
Hace poco vi el documental
salvadoreño dirigido por Marcela Zamora donde escuché los testimonios de
trabajadoras domésticas que sufren violaciones económicas y sexuales frente al
ojo pacho (cómplice) de la doble moral de la clase alta y media de mi país.
Donde el gobierno y la asamblea legislativa tienen engavetada una reforma a la
ley laboral para que se garantice su salario mínimo y su inclusión obligatoria al
Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS)
Hace poco leí una crónica de Juan
Martínez donde me di cuenta que, en un hoyo debajo de un paso a desnivel en San
Salvador, unos indigentes, entre ellos niños, violaban consuetudinariamente a
una indigente hasta que murió.
Hace poco le di seguimiento
mediático al descarrilamiento de “La Bestia” donde viajan a diario los
migrantes centroamericanos que luego son asesinados, violados, secuestrados y
extorsionados por autoridades o bandas del crimen organizado.
Hace poco, Siria.
El artista contemporáneo Taniel
Morales comentaba que a veces los niños van a la tienda de mascotas a comprar
una tortuguita, la tortuguita vale 15 pesos, pero en la tienda te enjaretan,
mucho más cara, la pecera, la alberquita, el buzo y la palmera.
La tortuguita muere, pero como ya
compraron la pecera, la alberquita, el buzo y la palmera, pues compran otra
tortuguita y así sucesivamente.
El ser vivo ya no es lo
importante sino la inversión. Según Taniel, así funcionan los gobiernos,
construyen peceras, infraestructuras, y si las personas mueren, bueno, habrá
más.
En este permanente dolor de
tortuguitas muertas, @Ashauri escribió el otro día algo en lo que se burlaba de
esta militancia social de “Causes”. Creemos que con dar ‘Me gusta’ o “RT” en FB
y twitter ya estamos haciendo ‘algo importante’.
Embebidos en nuestra “transigente
mansedumbre”, como diría José Eustasio Rivera, continuamos. Javier Raya también
lo reiteró en twitter: “No
sé a qué le llaman ‘conciencia’ si se enteran de la existencia de una idea sin
asumir sus consecuencias. Sin que la realidad cambie”.
Hoy leí un proverbio chino:
“Antes de iniciar la labor de ‘cambiar el mundo’, da tres vueltas por tu propia
casa”.
“No hay revolución que no empiece
por La Casa”, escribí alguna vez y lo sostengo. Es aquí, entre estas paredes,
que los roles injustos de poder y género, esa huella mnémica de la educación
religiosa con su respectiva culpa de la que habla Gramsci, pueden reproducirse
o cambiarse.
Por supuesto que no basta darle ‘Me
gusta’ o ‘RT’ a las “Causes” sino preguntarnos por qué, qué tipo de educación
(adiestramiento) nos proporcionó el sistema económico para que todos los días
nos levantemos preocupados solamente por lo que pasará en nuestra vida (qué ropa
nos pondremos, qué comeremos, qué miraremos en las pantallas) y no qué pasará en
la vida del Otro.
Ese Otro que existe y no es
solamente una imagen en la pantalla.
Considero que, cuando el ser
humano piense y actúe no solo guiado por su ciego egoísmo, podremos levantarnos
de la butaca del horror y dejaremos de estar estupefactos frente a la ficción.
Septiembre de 2013, Santa María la Ribera, México D.F.
Lauri García Dueñas (San Salvador, 1980) Escritora salvadoreña con ‘Residencia Temporal’ en
México desde 2006.
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