Lauri
García Dueñas
Reescritura
de un poema de Nicanor Parra por su cumpleaños cien
“Nada
podrá apartar de mi memoria”
el peso ausente de tanta agua
el peso ausente de tanta agua
ahora
que vivo entre los cadáveres del aire
de
esta ciudad lejana.
Braulio
llevó a Nicasio a conocer el mar
tuvo
que taparle el cuerpo contra los dientes
largos
de los mosquitos
y
disimularle el vientre hinchado por los parásitos.
La
densidad de la luz se quedó colgada de sus ojos.
La
Barra puede masticar/ el lodo
los
animales/ las personas/la luna/los líquidos de adentro.
Dominga
solía envolverse en yaguales
después
de bañarse en la Costa del Sol
para
quedarse con la sal en los huesos
y
apartar sus dolores.
“El
mar es bueno para la reuma”, decía.
Estos
dolores queman, abuela.
Te
digo que queman.
Margarita
siempre ha vivido en El Zunzal
pero
cuando ve caer el sol es la primera
sus
ojos explotan como orillas
como
esos huesos de la luz
como
manchas dentro de animales vivos.
Tan
dentro del desmayo
las
muchachas como yo nos quedábamos dormidas
en los
brazos de alguno que prometimos no besar
y ya
inconscientes nos arrastraron a la casa de la playa
nos
lavaron el cuerpo
y
nunca supimos si existió algo que hubiésemos perdido
en los
dedos de esos muchachos
que no
sé si serán hombres todavía.
“Es
que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba”.
La voz del mar en mi persona estaba”.
Al pie
del puerto de La Libertad, se estacionó un microbús
que
venía del sur y adentro
la
inconsistencia/ la ebriedad/lo que no volvimos a ver:
otras
manos tocando el cuerpo rendido.
Veinte
minutos en el coche
creyendo
que la muerte no es muerte sino hasta el rato.
Las
botellas quedaron en la arena
cuando
prometimos no ensuciar la playa.
Los
troncos cuelan la basura, las estrellas de nácar diminutas.
¿Estás
oyendo esta voz que no es la mía?
el bombeo incómodo de la realidad
si no
estás vos para rezarte en voz baja,
agua
bendita de los manglares,
sol
que habrá de matarnos.
“La
luz de aquella misteriosa lámpara,
Este es, muchacha, el mar".
Este es, muchacha, el mar".
Y hubo
eco de púrpura
algo
que aprendimos de niños
que
sería importante.
Mi
abuela de espaldas
el mar
masticándola.
“El
mar es bueno para la reuma”, decía.
Y si
se canta al mar,
Nicasio,
Nicanor, voz que no es la mía
somos
la primera vez frente al abismo
la
madeja que une lo perverso con la carne del espíritu.
“Es
que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba”.
La voz del mar en mi persona estaba”.
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