En infladas
esquinas de humeantes viandas
en
viscerales esquinas de fraternales rencillas
en parque
solitarios ahogados en demencia
en la mente
de ancianas extraviadas diciendo ‘no tengo dinero, no hay oportunidad para mí’
en semáforos
amarillos de barrios terribles
en el doblés
de cada página
en cada
adiós progresivo
(porque
nunca es repentino el adiós)
en el correo
en blanco que alguna vez llenaste
en cada
mujer que dijo ‘te he olvidado’ y mentía
en el ruido
de los otros que se retuerce cortando el aire
en la piel
que se hincha al contacto
en las voces
que intentan imitar ese aire imposible de repetir
en las
esquinas del tiempo que no existen
porque el
tiempo no tiene esquinas
en la bruma
intoxicante que hace arder la garganta y temblar las sienes
en la
ciénaga de lo que no se puede responder ni siquiera uno mismo
en la
memoria: engranaje de pesadillas
en la
comezón de más voces más y las gotas de sudor que exuda una habitación en el
trópico
el mío
en el ‘no
quiero decir nada de ti’ pero lo digo sin decirlo
en el
entrópico huracán que, aparentando ser inofensivo, nos precede
en la
esquina de la habitación
siempre la
última habitación
que responde
a esa pausa del aire (lenguaje)
de la que
hablas nombrándome
y
desgranando de nuevo
esta antigua
inquietud.
1 comentario:
Grossísimo, Lauri. :)
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