Escribir bien. Escribir un periodismo
de tentación.
01/12/12
De mi archivo
Lauri García Dueñas
Pocas veces en la vida, o tal vez solo
una, tenemos la oportunidad de escuchar en una misma jornada a Alex
Grijelmo, Juan Villoro y Martín Caparrós.
Pero no estuvieron solos. El sábado 1
de diciembre de 2012, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
(FIL) y el VIII Encuentro Internacional de Periodistas de la
Universidad de Guadalajara (UDG) nos dieron la oportunidad, a un
centenar de personas, de escuchar la conversación “La crónica
periodística, el boceto de la historia”, donde estuvieron Caparrós
y Villoro pero también el periodista Juan Pablo Meneses y "Escribir
bien, informar mejor. El lenguaje periodístico en la actualidad"
donde Grijelmo compartió podio con Darío Jaramillo, poeta
colombiano.
El argentino Martín Caparrós y el
mexicano Juan Villoro, junto con la argentina Leila Guerriero,
conforman la tríada de cronistas latinoamericanos más destacados en
la actualidad.
El español Alex Grijelmo, también
periodista y escritor, ha publicado Defensa apasionada del idioma
español (1998), La seducción de las palabras (2000), La
punta de la lengua (2004) y El genio del idioma (2004),
además del conocido manual de estilo periodístico El estilo
del periodista (1997).
Antecedido de las bromas de Caparrós,
que se quejaba de tener que dar una conferencia a las diez de la
mañana luego de una noche de cantina y hacía gestos para
comprobarle a la concurrencia que la trasmisión del coloquio a la
pantalla gigante estaba desfasada unos segundos; Villoro empezó
explicando que el cronista es alguien que se acerca en zoom a los
hechos, que tiene una curiosidad dispersa sobre lo que va a relatar.
Recordó cuando, hace un año en la
FIL, en una conferencia de temas políticos, con una agenda de
preguntas ya pactada, la “curiosidad dispersa” de un reportero
del periódico español El Mundo hizo que le preguntara al entonces
candidato Enrique Peña Nieto cuáles eran los tres libros que lo
habían marcado, sin que este pudiese responderle.
Y no desaprovechó la oportunidad para
afirmar que con la llegada de Peña Nieto a la presidencia, los
mexicanos deberían de atrasar su reloj 71 años.
Villoro recomendó a los periodistas
que, además de fijarse en lo que quieren descifrar, estén
pendientes de lo que los rodea, sin olvidarse del contrato con la
verdad que para él es lo verificable.
Martín Caparrós destacó que “me
gusta leer los textos de Juan Villoro aunque me importen tres
carajos”. Lo cual implica que un buen cronista será capaz de
escribir tan bien que el lector no tendrá más salida que leerle
aunque el tema no sea de su interés.
Villoro criticó el periodismo de
fuente que convierte en monótona la curiosidad de algunos
periodistas que no logran conectar las informaciones con una realidad
más amplia. Por ejemplo, el periodista que cubre la nota roja o la
nota política durante años pero sin muchas variantes.
El escritor mexicano invitó a hacer un
“periodismo de tentación”, como cuando un comerciante le dijo a
un cliente que no llevaba fruta ni verdura a domicilio porque “yo
no vivo de sus necesidades sino de sus tentaciones”, es decir, si
el cliente iba a su tienda por unos tomates, igual los compraba, pero
también se llevaba unas toronjas, relató.
Explicó que el periodismo no es el
retrato de la realidad sino la construcción de ésta dentro del
texto.
Martín habló del proceso de “creación
de la realidad” a través de la agenda periodística poniendo el
ejemplo de The New York Times quien recientemente publicó un
artículo sobre una especie de aguamalas que nunca mueren pues han
podido controlar su ciclo vital, volviendo a regenerarse.
Sin embargo, las investigaciones al
respecto iniciaron hace 25 años, pero es hasta ahora que fue
publicado por el prestigioso periódico que se ha vuelto un tema
mundial.
“No existía hasta que alguien lo
contó, eso es construir la realidad”, remató.
Por su parte, Villoro criticó el
narcisimo de la realidad que nos hace saber, sin tener necesidad,
sobre los implantes de cierta modelo. La tiranía de la
sobre-información.
Y también, arremetió contra el
periodismo de inmersión que sucede cuando un periodista se
introduce, suplanta, la vida cotidiana de sus personajes, fracasando,
a su juicio, porque luego se la pasa contando cómo hizo el
reportaje y no sus hallazgos.
Para él, esto no es necesario, porque
el periodista puede ser “un testigo al borde de los sucesos”,
basarse en la empatía, sin necesidad de suplantar la identidad de
otras personas.
Sugirió confiar en la necesidad de
contar que tienen los entrevistados, en el principio de la confesión
donde “ser el otro facilita la intimidad”.
Caparrós reiteró esta propuesta al
contar que hizo unas crónicas al estilo de “rubia tarada” cuando
se iba a la provincia argentina, y aprovechando que su imagen de
largos bigotes rizados es ya conocida, simplemente se sentaba en la
plaza y la gente llegaba a contarle sus historias por ser un
periodista “nacional”.
“El mundo está lleno de personas que
quieren que las escuchen”, afirmó.
La crónica latinoamericana, a su
juicio, debe relatar la vida cotidiana y contar el poder de otra
forma que no sea solamente desde la miseria. Criticó “la hiper-
muestra y la hiper-exhibición” de la violencia.
Sobre la curiosidad distinta, Villoro
contó la historia de cuando un periodista le preguntó a un dictador
sobre qué pensaba de Drácula y eso le sirvió para hacer el perfil
del genocida.
El periodista afirmó que “la
curiosidad distinta” intentará no centrarse en quién perpetra la
violencia sino qué se pierde con la violencia, para restituir la
historia de las víctimas.
Puso el ejemplo de un texto sobre los
niños que juegan a ser sicarios y de qué manera el tema se acercaba
a los lectores porque muchos niños han aprendido a jugar con armas
de plástico.
Llegó el momento de hablar de twitter
y Martín se quejó de que no puede haber un relato con estructura en
dicha plataforma, pero comentó que él lo usa como una herramienta
de intervención política para pegar un “pequeño gritito”
contra ciertos aspectos con los que no está de acuerdo.
“Para lanzar pequeñas puyas
intermitentes”, completó.
“Pero twitter no conserva”, dice,
aunque le divierte escribir oraciones de 140 caracteres exactos, como
cuando hace muchos años se tenía que contar con puntos en papel los
titulares de los periódicos para que la frase calzara.
Al llegar el momento de las preguntas,
Martín Caparrós dejó un “la crónica no reclama objetividad,
porque asume que no lo es” y recalcó que toda elección, aunque
sea para una nota, donde se eligen 20 líneas, ya implica
subjetividad.
La subjetividad no implica
deshonestidad y la objetividad no es sinónimo de honestidad,
sostuvo.
Para Villoro, una crónica periodística
entre mejor está escrita es más literaria y tenderá a permanecer
vigente a pesar del paso del tiempo y puso como ejemplo “Relato de
un náufrago” de Gabriel García Márquez e invitó a escribir
desde la perplejidad y el asombro.
La crónica es como el peronismo, dijo
Meneses, todos hablan de él pero nadie sabe qué es.
Meneses también bromeó con el hecho
de que se sentía como el cuidador de la Mona Lisa, invisible, a la
par de dos grandes cronistas.
Para Villoro, las noticias dan sentido,
organizan los sucesos del mundo, un mundo que si fuese ideal no
necesitaría noticias, cree.
Para Martín, los periodistas deben
denunciar por los ciudadanos que no encuentran representación
legítima.
Por último, el periodista mexicano
comentó que muchas novelas se basan en noticias, pero lo que no
considera conveniente es usufructuar la noticia como algunas novelas
sobre el narcotráfico.
En su opinión, no se debe dar “gato
por liebre” y hacer un uso efectista de las noticias para
convertirlas en novelas.
Y llegó el turno de Grijelmo
Pero antes del poeta colombiano Darío
Jaramillo que abrió el foro "Escribir bien, informar mejor. El
lenguaje periodístico en la actualidad".
Jaramillo fue directo al decir que
escribir bien es escribir claro. Hizo una breve referencia a la
oscuridad y el retorcimiento en el barroco, así como al oscuro
borrador opuesto al verso claro que proponía Lope de Vega.
Luego parafraseó a Jean Cocteau para
indicar que el texto debe ser tan claro “que no se note el trabajo
que nos costó”.
Grijelmo arrancó diciendo que todo lo
escrito es propenso a convertirse en literatura y lo que debe
buscarse, en primera instancia, es generar placer en el lector.
Según su experiencia, los reporteros
que tienen un descuido en la forma de escribir, empezando por su
ortografía y sintaxis, también son descuidados en el rigor, los
datos y el contraste de fuentes.
“Las palabras son los trajes del
pensamiento”, recordó.
“Creemos menos en los que tienen
errores de ortografía”, “baja autoridad escribir con faltas de
ortografía”, apuntó.
También reflexionó sobre la carga
peyorativa que actualmente tiene la retórica cuando es el arte de
convencer con las palabras, la manera en que se cuenta.
Recordó que los manuales de estilo
periodísticos son herederos de los manuales de retórica.
Jaramillo comentó sobre el abuso del
hipérbaton y el vicioso uso de las siglas. Esto último haría que
muchas noticias no puedan ser comprendidas por los lectores que no
saben el significado de estas.
Grijelmo, ya entrado en materia,
sugirió que el léxico de los periodistas debe utilizar el lenguaje
común, pero no vulgar, además de tener en cuenta el contexto y el
ambiente en el que está inmerso.
Asegura que la proliferación de los
anglicismos radica en un complejo de inferioridad de los hablantes
del español que han llegado a creer que introducir vocablos en
inglés en las oraciones es más prestigioso. Aseguró que algunas
empresas utilizan vocablos en inglés para sus servicios más caros.
Por ejemplo, business class contra clase turista. El servicio más
caro está en inglés y el más barato en español.
También señaló lo inútil de
“estirar las palabras”, lo que sucede porque no se confía en su
fuerza. Por ejemplo, cuando se dice “innecesariedad” en vez de
“innecesario” y “peligrosidad” en vez de “peligro”.
O bien cuando se hace una asociación
imposible de palabras como “larga salva de aplausos” o
“completamente abarrotada”, cuando el “abarrotada” ya tiene
implícito el “completamente”.
Jaramillo recordó a Huidobro: “El
adjetivo cuando no da vida mata”.
En cambio, Grijelmo resaltó que hay
asociaciones literarias que son brillantes como algunas del poeta
colombiano.
“Cuando se ponen palabras juntas que
no han estado nunca una al lado de la otra es belleza”, apuntó.
“Las palabras tienen mucha fuerza,
las palabras mandan sobre nosotros”, afirmó, poniendo como ejemplo
que si alguien dice que otro está “involucrado en una venta de
armas”, directamente pensamos que es un criminal, cuando bien puede
estar involucrado en una venta legal de armas en una tienda
autorizada.
El caso es que, por su uso, la palabra
“involucrado” es condenatoria. Y el uso no siempre está
implícito en el diccionario.
También llegó el momento de hablar
del Internet y ahí el experto de la lengua española sostuvo que
“las redes sociales son la calle” y que “el Internet es un
basural lleno de joyas” por lo que hay que tener un sentido de
distinción de lo que es basura y joyas. “Internet es la vida,
Internet es todo, como todo está en la realidad”, dijo.
El oficio del periodista sería tratar
de interpretar la música en un mundo de mucho ruido.
Llegó el momento de pasar el micrófono
al público y un estudiante le preguntó qué pensaba de los
adolescentes que cambian la “k” por la “q” y Grijelmo
respondió que mientras eso fuera solo el registro de un tipo de
lenguaje no es grave, aunque no desea que llegue el momento en que
las palabras sean “esqueletos ambulantes en vez de carne”.
Grijelmo aseguró que en nuestra lengua
“todo lo que sucede es por lógica”.
El periodista español recordó que el
lector de periódicos compite con los panecillos del desayuno y que
si el contenido no está bien escrito se decantará por el panecillo.
Siguieron lloviendo frases como
sentencias: “Hay que reducir los mensajes a esencia”, “el
periodismo hace circular la realidad”, “la verdad es
inabarcable”, “para un periodista la verdad es inalcanzable”.
Pero aún así, para Grijelmo, el
periodista debe guardar la veracidad, honradez, ecuanimidad y
neutralidad.
Por su lado, Jaramillo aportó que el
gerundio paraliza el lenguaje y que el abuso de éste viene de las
malas traducciones del inglés.
Grijelmo continúo con un inolvidable
“el genio de la lengua somos todos los hablantes y los que lo
usaron antes, un ser muy curioso que nos atenaza”.
Ante la pregunta de una maestra entre
el público que se quejaba de que sus alumnos no querían escribir
bien porque de todas maneras “sale mal” en la televisión,
Grijelmo contestó que no es deseable que los jóvenes no quieran
cambiar la sociedad, mejorar los medios de comunicación y el mundo.
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