martes, enero 12, 2016

Escribir bien. Escribir un periodismo de tentación.

Escribir bien. Escribir un periodismo de tentación.
01/12/12
De mi archivo
Lauri García Dueñas

Pocas veces en la vida, o tal vez solo una, tenemos la oportunidad de escuchar en una misma jornada a Alex Grijelmo, Juan Villoro y Martín Caparrós.
Pero no estuvieron solos. El sábado 1 de diciembre de 2012, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y el VIII Encuentro Internacional de Periodistas de la Universidad de Guadalajara (UDG) nos dieron la oportunidad, a un centenar de personas, de escuchar la conversación “La crónica periodística, el boceto de la historia”, donde estuvieron Caparrós y Villoro pero también el periodista Juan Pablo Meneses y "Escribir bien, informar mejor. El lenguaje periodístico en la actualidad" donde Grijelmo compartió podio con Darío Jaramillo, poeta colombiano.
El argentino Martín Caparrós y el mexicano Juan Villoro, junto con la argentina Leila Guerriero, conforman la tríada de cronistas latinoamericanos más destacados en la actualidad.
El español Alex Grijelmo, también periodista y escritor, ha publicado Defensa apasionada del idioma español (1998), La seducción de las palabras (2000), La punta de la lengua (2004) y El genio del idioma (2004), además del conocido manual de estilo periodístico El estilo del periodista (1997).
Antecedido de las bromas de Caparrós, que se quejaba de tener que dar una conferencia a las diez de la mañana luego de una noche de cantina y hacía gestos para comprobarle a la concurrencia que la trasmisión del coloquio a la pantalla gigante estaba desfasada unos segundos; Villoro empezó explicando que el cronista es alguien que se acerca en zoom a los hechos, que tiene una curiosidad dispersa sobre lo que va a relatar.
Recordó cuando, hace un año en la FIL, en una conferencia de temas políticos, con una agenda de preguntas ya pactada, la “curiosidad dispersa” de un reportero del periódico español El Mundo hizo que le preguntara al entonces candidato Enrique Peña Nieto cuáles eran los tres libros que lo habían marcado, sin que este pudiese responderle.
Y no desaprovechó la oportunidad para afirmar que con la llegada de Peña Nieto a la presidencia, los mexicanos deberían de atrasar su reloj 71 años.
Villoro recomendó a los periodistas que, además de fijarse en lo que quieren descifrar, estén pendientes de lo que los rodea, sin olvidarse del contrato con la verdad que para él es lo verificable.
Martín Caparrós destacó que “me gusta leer los textos de Juan Villoro aunque me importen tres carajos”. Lo cual implica que un buen cronista será capaz de escribir tan bien que el lector no tendrá más salida que leerle aunque el tema no sea de su interés.
Villoro criticó el periodismo de fuente que convierte en monótona la curiosidad de algunos periodistas que no logran conectar las informaciones con una realidad más amplia. Por ejemplo, el periodista que cubre la nota roja o la nota política durante años pero sin muchas variantes.
El escritor mexicano invitó a hacer un “periodismo de tentación”, como cuando un comerciante le dijo a un cliente que no llevaba fruta ni verdura a domicilio porque “yo no vivo de sus necesidades sino de sus tentaciones”, es decir, si el cliente iba a su tienda por unos tomates, igual los compraba, pero también se llevaba unas toronjas, relató.
Explicó que el periodismo no es el retrato de la realidad sino la construcción de ésta dentro del texto.
Martín habló del proceso de “creación de la realidad” a través de la agenda periodística poniendo el ejemplo de The New York Times quien recientemente publicó un artículo sobre una especie de aguamalas que nunca mueren pues han podido controlar su ciclo vital, volviendo a regenerarse.
Sin embargo, las investigaciones al respecto iniciaron hace 25 años, pero es hasta ahora que fue publicado por el prestigioso periódico que se ha vuelto un tema mundial.
“No existía hasta que alguien lo contó, eso es construir la realidad”, remató.
Por su parte, Villoro criticó el narcisimo de la realidad que nos hace saber, sin tener necesidad, sobre los implantes de cierta modelo. La tiranía de la sobre-información.
Y también, arremetió contra el periodismo de inmersión que sucede cuando un periodista se introduce, suplanta, la vida cotidiana de sus personajes, fracasando, a su juicio, porque luego se la pasa contando cómo hizo el reportaje y no sus hallazgos.
Para él, esto no es necesario, porque el periodista puede ser “un testigo al borde de los sucesos”, basarse en la empatía, sin necesidad de suplantar la identidad de otras personas.
Sugirió confiar en la necesidad de contar que tienen los entrevistados, en el principio de la confesión donde “ser el otro facilita la intimidad”.
Caparrós reiteró esta propuesta al contar que hizo unas crónicas al estilo de “rubia tarada” cuando se iba a la provincia argentina, y aprovechando que su imagen de largos bigotes rizados es ya conocida, simplemente se sentaba en la plaza y la gente llegaba a contarle sus historias por ser un periodista “nacional”.
“El mundo está lleno de personas que quieren que las escuchen”, afirmó.
La crónica latinoamericana, a su juicio, debe relatar la vida cotidiana y contar el poder de otra forma que no sea solamente desde la miseria. Criticó “la hiper- muestra y la hiper-exhibición” de la violencia.
Sobre la curiosidad distinta, Villoro contó la historia de cuando un periodista le preguntó a un dictador sobre qué pensaba de Drácula y eso le sirvió para hacer el perfil del genocida.
El periodista afirmó que “la curiosidad distinta” intentará no centrarse en quién perpetra la violencia sino qué se pierde con la violencia, para restituir la historia de las víctimas.
Puso el ejemplo de un texto sobre los niños que juegan a ser sicarios y de qué manera el tema se acercaba a los lectores porque muchos niños han aprendido a jugar con armas de plástico.
Llegó el momento de hablar de twitter y Martín se quejó de que no puede haber un relato con estructura en dicha plataforma, pero comentó que él lo usa como una herramienta de intervención política para pegar un “pequeño gritito” contra ciertos aspectos con los que no está de acuerdo.
“Para lanzar pequeñas puyas intermitentes”, completó.
“Pero twitter no conserva”, dice, aunque le divierte escribir oraciones de 140 caracteres exactos, como cuando hace muchos años se tenía que contar con puntos en papel los titulares de los periódicos para que la frase calzara.
Al llegar el momento de las preguntas, Martín Caparrós dejó un “la crónica no reclama objetividad, porque asume que no lo es” y recalcó que toda elección, aunque sea para una nota, donde se eligen 20 líneas, ya implica subjetividad.
La subjetividad no implica deshonestidad y la objetividad no es sinónimo de honestidad, sostuvo.
Para Villoro, una crónica periodística entre mejor está escrita es más literaria y tenderá a permanecer vigente a pesar del paso del tiempo y puso como ejemplo “Relato de un náufrago” de Gabriel García Márquez e invitó a escribir desde la perplejidad y el asombro.
La crónica es como el peronismo, dijo Meneses, todos hablan de él pero nadie sabe qué es.
Meneses también bromeó con el hecho de que se sentía como el cuidador de la Mona Lisa, invisible, a la par de dos grandes cronistas.
Para Villoro, las noticias dan sentido, organizan los sucesos del mundo, un mundo que si fuese ideal no necesitaría noticias, cree.
Para Martín, los periodistas deben denunciar por los ciudadanos que no encuentran representación legítima.
Por último, el periodista mexicano comentó que muchas novelas se basan en noticias, pero lo que no considera conveniente es usufructuar la noticia como algunas novelas sobre el narcotráfico.
En su opinión, no se debe dar “gato por liebre” y hacer un uso efectista de las noticias para convertirlas en novelas.

Y llegó el turno de Grijelmo
Pero antes del poeta colombiano Darío Jaramillo que abrió el foro "Escribir bien, informar mejor. El lenguaje periodístico en la actualidad".
Jaramillo fue directo al decir que escribir bien es escribir claro. Hizo una breve referencia a la oscuridad y el retorcimiento en el barroco, así como al oscuro borrador opuesto al verso claro que proponía Lope de Vega.
Luego parafraseó a Jean Cocteau para indicar que el texto debe ser tan claro “que no se note el trabajo que nos costó”.
Grijelmo arrancó diciendo que todo lo escrito es propenso a convertirse en literatura y lo que debe buscarse, en primera instancia, es generar placer en el lector.
Según su experiencia, los reporteros que tienen un descuido en la forma de escribir, empezando por su ortografía y sintaxis, también son descuidados en el rigor, los datos y el contraste de fuentes.
“Las palabras son los trajes del pensamiento”, recordó.
“Creemos menos en los que tienen errores de ortografía”, “baja autoridad escribir con faltas de ortografía”, apuntó.
También reflexionó sobre la carga peyorativa que actualmente tiene la retórica cuando es el arte de convencer con las palabras, la manera en que se cuenta.
Recordó que los manuales de estilo periodísticos son herederos de los manuales de retórica.
Jaramillo comentó sobre el abuso del hipérbaton y el vicioso uso de las siglas. Esto último haría que muchas noticias no puedan ser comprendidas por los lectores que no saben el significado de estas.
Grijelmo, ya entrado en materia, sugirió que el léxico de los periodistas debe utilizar el lenguaje común, pero no vulgar, además de tener en cuenta el contexto y el ambiente en el que está inmerso.
Asegura que la proliferación de los anglicismos radica en un complejo de inferioridad de los hablantes del español que han llegado a creer que introducir vocablos en inglés en las oraciones es más prestigioso. Aseguró que algunas empresas utilizan vocablos en inglés para sus servicios más caros. Por ejemplo, business class contra clase turista. El servicio más caro está en inglés y el más barato en español.
También señaló lo inútil de “estirar las palabras”, lo que sucede porque no se confía en su fuerza. Por ejemplo, cuando se dice “innecesariedad” en vez de “innecesario” y “peligrosidad” en vez de “peligro”.
O bien cuando se hace una asociación imposible de palabras como “larga salva de aplausos” o “completamente abarrotada”, cuando el “abarrotada” ya tiene implícito el “completamente”.
Jaramillo recordó a Huidobro: “El adjetivo cuando no da vida mata”.
En cambio, Grijelmo resaltó que hay asociaciones literarias que son brillantes como algunas del poeta colombiano.
“Cuando se ponen palabras juntas que no han estado nunca una al lado de la otra es belleza”, apuntó.
“Las palabras tienen mucha fuerza, las palabras mandan sobre nosotros”, afirmó, poniendo como ejemplo que si alguien dice que otro está “involucrado en una venta de armas”, directamente pensamos que es un criminal, cuando bien puede estar involucrado en una venta legal de armas en una tienda autorizada.
El caso es que, por su uso, la palabra “involucrado” es condenatoria. Y el uso no siempre está implícito en el diccionario.
También llegó el momento de hablar del Internet y ahí el experto de la lengua española sostuvo que “las redes sociales son la calle” y que “el Internet es un basural lleno de joyas” por lo que hay que tener un sentido de distinción de lo que es basura y joyas. “Internet es la vida, Internet es todo, como todo está en la realidad”, dijo.
El oficio del periodista sería tratar de interpretar la música en un mundo de mucho ruido.
Llegó el momento de pasar el micrófono al público y un estudiante le preguntó qué pensaba de los adolescentes que cambian la “k” por la “q” y Grijelmo respondió que mientras eso fuera solo el registro de un tipo de lenguaje no es grave, aunque no desea que llegue el momento en que las palabras sean “esqueletos ambulantes en vez de carne”.
Grijelmo aseguró que en nuestra lengua “todo lo que sucede es por lógica”.
El periodista español recordó que el lector de periódicos compite con los panecillos del desayuno y que si el contenido no está bien escrito se decantará por el panecillo.
Siguieron lloviendo frases como sentencias: “Hay que reducir los mensajes a esencia”, “el periodismo hace circular la realidad”, “la verdad es inabarcable”, “para un periodista la verdad es inalcanzable”.
Pero aún así, para Grijelmo, el periodista debe guardar la veracidad, honradez, ecuanimidad y neutralidad.
Por su lado, Jaramillo aportó que el gerundio paraliza el lenguaje y que el abuso de éste viene de las malas traducciones del inglés.
Grijelmo continúo con un inolvidable “el genio de la lengua somos todos los hablantes y los que lo usaron antes, un ser muy curioso que nos atenaza”.
Ante la pregunta de una maestra entre el público que se quejaba de que sus alumnos no querían escribir bien porque de todas maneras “sale mal” en la televisión, Grijelmo contestó que no es deseable que los jóvenes no quieran cambiar la sociedad, mejorar los medios de comunicación y el mundo.

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