Estos han sido los
sueños que durante seis meses he tenido o nos han surgido,
esperándote, Agustín:
- Un día antes de hacernos el examen de embarazo, soñé a Agustín envuelto en una manta blanca, bien apretado, como taquito, tenía los ojos cerrados, las pestañas largas y rectas, los cachetes frondosos, pelo negro y lacio, la expresión relajada, él estaba durmiendo la siesta entre su padre, Efraín, a su derecha, y su madre (yo), a su izquierda. Ambos padres estábamos en ropa interior por el calor del Puerto de Acapulco. La luz crepitaba, era amarilla y cálida.
- En el segundo sueño, mi hijo y yo estábamos solos en su habitación, yo le cambiaba el pañal de tela y le ponía talco, él tenía unos nueve meses y era muy cabezón, se parecía a mi hermano Edgardo a su edad, andaba descalzo y sin camisa, yo le enseñaba a jugar con unos legos grandes de color rojo y amarillo.
- En el tercer sueño, Agustín, de unos siete años, estaba de pie frente a nuestra casa, de espaldas al parque donde hay muchos árboles tropicales, llevaba bermudas cafés, como las de su padre, iba descalzo y sin camisa, aparecía al centro de la imagen, quemado por el sol, acanelado, su cara hermosa, ojos de almendra, entre negros y cafés, rasgos angulosos pero suaves, tenía la sensación de que él acababa de trepar y bajarse de un árbol o tirar piedras con una honda.
- Frente a mí, vi una entropía de cuerpos, un mar de gentes, pero, en medio de la multitud que fluía, yo podía reconocer a mi hijo.
- Robin y yo volábamos en un Tiranosaurio Rex, yo sé que esos dinosaurios no vuelan pero en mi sueño sí se podía, atravesábamos paisajes verdes y lagos largos, al aterrizar, le invitaba a Robin unos tacos de plátano maduro.
- Manu, Yaxkin, Emmanuel, Gerardo y yo estábamos leyendo poemas en voz alta alrededor de un tronco donde se enrollaban listones, estábamos conectados por hilos de tela. Vi a Gerardo, con su chamarra café de cuero y, a pesar de estar tan joven, tenía un largo mechón de canas blancas espejeantes que era lo que más sobresalía de la imagen.
- Ermis y Raúl, dos amigos salvadoreños, me daban consejos sobre intimidades del embarazo. Creo que estaban borrachos.
- Soñé que mi amigo Javier Espinoza venía desde Londres a Acapulco al saber que estaba embarazada, me abrazaba y, de pronto, el paisaje alrededor se convertía en Los Cóbanos, El Salvador.
- Me encontraba por casualidad a John Z. en la fila del OXXO, tienda mexicana de 24 horas, él llevaba su bolsa blanca con verde para el pan y su clásica chaqueta de mezclilla pero, dentro de su bolsa, cargaba dos baterías de auto con las que yo concluía que se iría a Caborca, Sonora, México.
- Ana Cristina soñó que yo estaba en el hospital con su abuelo, los dos compartíamos la misma habitación, pero nuestro estado no era grave, yo lucía plácida.
- Didine soñó que ella iba escalando un árbol inmenso, tenía miedo de seguir subiendo pero me veía a mí que iba de bajada, confiada, platicando con gente y riéndome, el verme bajar con soltura de primate la inspiró a seguir subiendo.
- Soñé que Mario Lungo, que en paz descanse, llevaba a su esposa América a las playas de Mexicali. Él, a mis quince años, me dijo que no me dedicara a otra cosa que no fuera escribir.
- Soñé con mi abuela Tita, en medio de una historia larga de argumento complejo que ya no recuerdo. Llevaba puesto su vestido negro de flores anaranjadas y fucsias con el que, de niña, la atisbaba llegar cuando, agarrándose de la pared, se deslizaba para sentarse con nosotros en la sala a ver la televisión.
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