“Te
ves chistosa, mamá. Te ves como Yoko Ono”
Impermanencias
recientes en la Ciudad de México
Viernes
15 de enero de 2016
Ciudad
de México
*Estoy segura de que esta es la peor imagen que he visto o veré en
la gran ciudad. A la salida de la estación Insurgentes hacia la Zona
Rosa, una mujer indigente se ha cagado en su ropa y, con dificultad,
otro indigente la ayuda a cambiarse. Pero ella grita como un animal
desesperado. “Lo he visto todo”, pienso. La gente camina como si
nada, enfundada en sus abrigos elegantes y yo bajo la cabeza
aguantándome las ganas de llorar.
*El señor Alejandro se la toma muy en serio, bolea mis botas como si
de eso dependiera la imagen que me acompañará toda la vida, se toma
mucho tiempo en hacer su trabajo, mezclando menjurjes y coordinando
la cinética de su trapo gris de mano en mano, como un mago de la
pasta de zapatos, repite, como un mantra, que mis botas quedarán muy
bonitas. Me sube y baja de la silla de bolear con brutal delicadeza,
aunque no regateo el precio, habla para sus adentros, calcula y, en un
acto que le parece lleno de justicia, decide cobrarme solo 20 pesos.
Quisiera decirles a todos que vayan a lustrar sus zapatos con el
señor Alejandro, él trabaja todos los días en la glorieta de
Insurgentes. Su sillón tiene colgados dos zapatos de niños antiguos
en la parte superior.
*Compartimos mesa porque no hay suficiente sitio en el lugar. La
señora está vestida como lo hacía mi madre en los años ochenta.
Espera a otra que también se viste como ella, realmente siento el
choque de su estética y su tiempo con el actual. Las señoras me
caen bien de entrada pero no me gusta su conversación, ni el cómo
la jefa le habla a la que es su empleada. “Esa manía que tenemos
todos de hablar de la vida de los otros como si nos concerniera”,
pienso.
A su lado, hay una muchacha que me sonríe a cada bocado que da, es
flaca pero ya lleva como tres platos y está bien contenta, como yo,
con el sabor alucinante de la comida, le sonrío y sé que nos
conocemos de algo. Tal vez solo somos amigas de Facebook. Quién
sabe. Me da pena no haberla reconocido, pero al irme pelo mis dientes
como mazorcas para sonreírle amplio y que no crea que no la quise
saludar.
*Estamos efervescentes de orgullo por la graduación de Sara. En el
casino español, cenamos en el salón de los reyes, la pintura de
Felipe y Sofía parece observarnos. La paleta de color y los
decorados son muy distintos a la imágenes de los indigentes en
Insurgentes. “Ay la ciudad, ay nosotros”, pienso. Otras personas
aseguran que la pintura se trata de la estampa de otros reyes. “No,
son Felipe padre y la reina Sofía”, insisto. “Es que mi madre es
experta en la vida de los reyes por sus revistas de vanidades”,
agrego.
*A las 2 a.m. el taxista decide avanzar una cuadra en contrasentido,
fue su idea, no la mía, grito cuando veo unas luces. “Son solo
motociclistas, no importa”, se excusa. Llego sana y salva a casa de tía Carmen,
con el Jesús en la boca, y recuerdo que los taxistas de esta ciudad
son unos degenerados.
Sábado
16 de enero de 2016
Ciudad
de México
*Hay una chica de pelo pintado de rubio llorando desconsolada a la
par de un wey. El wey no le hace caso. Atrás de ella; ambos se
encuentran sentados en la banca de los andenes de la estación Villa
de Cortés; hay un anuncio con fotografías de mujeres elegantes del
México de los años veinte, como parte de la exposición “Pasado
venidero” de Carlos Monsiváis en el museo del Estanquillo. Las
mujeres elegantes de las fotos parecen ver a la muchacha rubia que
llora desde lejos.
-Te ves chistosa, mamá. Te ves como Yoko Ono- dice el niño de
zapatos Crocks y mochila del hombre araña que va agarrado del tubo
de la puerta del metro.
La mamá se aparta el pelo ondulado y desordenado de la cara y ve su
reflejo en el cristal del vagón. Sonríe.
*Un adolescente quiere hacer que el sonido del piano que causan los
escalones de la estación Polanco se oiga a su manera y por eso se
mueve con fruición en la parte de abajo de la escalinata. Pero una
anciana baja rápido las gradas, así que el piano invisible suena al son de la
señora y no del muchacho.
*Un bebé blanco, rubio y chapeado descubre algo o a alguien dentro
de mí y no deja de sonreírme y hacerme señas desde su cochecito,
mientras encargo jugo, desayuno y café en el Ojo de Agua.
*Un adolescente largo, morenazo, pelo negro, guapo y bien vestido
atraviesa la banqueta en su patineta eléctrica cargando dos cafés.
“Este es el acabose de la humanidad”, le dice una joven coqueta a
su novio al ver al chico de la patineta cruzar la calle. “Ya no
quieren ni mover los pies”, se queja. A su lado, pasa un perro
boston terrier con un plástico endurecido en forma de megáfono
trabado en el cuello y su dueño carga tranquilamente dos
baguettes. “Cuándo será el acabose de la humanidad”, pienso.
Domingo
17 de enero de 2016
Ciudad
de México
*”No me quiero bañar, no me quiero bañar, hace mucho frío”.
* Dos ciegos cantan en el metro el bolero “Cerca del mar”. El
hombre lleva el pantalón café enfundado casi hasta el cuello.
También van vestidos como en otro tiempo. La mujer es inquietante,
sin duda, sus pupilas están completamente en blanco. “Esa es mi
canción con Efraín”, pienso, y trato de memorizar la letra. “Qué
coincidencia que dos ciegos canten esa canción aquí”, me digo. Ya
quiero volver a Acapulco.
* Un insoportable embaucador que finge hablar con acento español
dice de memoria una fábula cursi en nuestro vagón, luego asegura
que la escribió Julio Cortázar. “¡Claro que semejante esperpento
no lo escribió Julio Cortázar!”, tengo ganas de gritarles a
todos, y desenmascarar al impostor abusivo que todavía se atreve a
pedirnos monedas. Y eso que ya no me gusta tanto Cortázar, pero no
se vale que lo anden calumniando en el metro.
*Una joven argentina divorciada platica con dos señores mayores, una
mujer y un hombre, también argentinos. Suena algo amargada. El
hombre le dice que por suerte se mantiene ocupada y entretenida,
además de felicitarla por llevar internet permanente en su teléfono.
Dejo de escucharlos, siento que ella les miente de alguna forma.
* Venden una revista con la historia de David Bowie en el puesto de
revistas. Pienso en Ginn.
Lunes
18 de enero de 2016
Ciudad
de México
*Al
dormir, oigo el sonido imparable de los autos sobre la calzada de
Tlalpan. Ese sonido siempre me ha gustado. Sonrío.
Martes
19 de enero de 2016
Ciudad
de México
*Vuelvo a escuchar el sonido imparable de los autos sobre Tlalpan, sé
que es hora de irme. Prefiero el ruido imparable del mar. No es nada
personal en su contra, sé que un día, en varios meses, volveré a
la gran ciudad con Agustín en brazos.
1 comentario:
Interesante los relatos sobre el ritmo de vida al que se mueven las ciudades. Ciudades de millones de habitantes donde jamas nos conoceremos con todos. Menos en estos tiempos de facebook e internet. Gente pidiendo monedas, gente laburante, gente estafadora, qente que se gana el mango haciendo malabares para llegar a fin de mes, taxistas que no respetan, indigentes, universitarios, bodas, bocinas, motos que andan a mil, gente esperando para pagar impuestos, gente que viaja en transporte publico y jamas sabremos donde van, etc
Un abrazo y saludos
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