De la serie “Lanugo”
Parir
Del lat. parĕre.
1. intr. Dicho de una hembra de
cualquier especie vivípera: Expeler en tiempo oportuno el feto que
tenía concebido.
Criar
Del lat. creāre
2. tr. Dicho de una madre o de una
nodriza: Nutrir y alimentar al niño con la leche de sus pechos o con
biberón.
3. tr. Dicho de un animal: Producir,
cuidar y alimentar a sus hijos. U.t.c. intr.
5. Instruir, educar y dirigir.
12. tr. p. us. Producir (//engendrar,
procrear). U.t.c. prnl.
13. prnl. Dicho de un ser vivo:
Desarrollarse, crecer.
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Tengo 32 semanas de
embarazo. Hace 28 semanas que lo sé. La serie de hechos que se han
sucedido desde entonces, los canales semánticos por los que ha
transitado mi pensamiento son casi intraducibles en lenguaje.
Intentaré ordenar mis ideas.
En un principio, quise
escribir un blog para madres primerizas que recogiera información
útil porque me estaba enfrentando a muchas dudas y miedos
espeluznantes que muchas mujeres compartimos.
Luego, la idea se me fue
diluyendo porque me atacaba un sueño arrebatador a la menor
provocación, me atrasaba en revisar los trabajos de mis estudiantes,
hasta una vez tomé una repentina siesta sentada en una heladería ante los ojos
incrédulos de Efraín.
Lo primero que me
angustió es que la doctora nos recomendara no hacer público, salvo
con nuestras familias, el hecho de que estaba embarazada porque en
los primeros tres meses había un porcentaje altísimo de posibilidad
de pérdida, casi de un 30%.
Semejante estadística me
causó muchísima aprehensión y desde entonces dialogo con la
angustia para que no enturbie mi alegría, el deseo encarnado de
tener un hijo, lo cual, sin exagerar, es lo que más quería en la
galaxia. No siempre fue así, pero esa es otra historia.
Lo segundo que me di
cuenta es que al menos la Ciudad de México es uno de los lugares
menos amigables para las embarazadas de menos de tres meses que no
tienen auto y concluí que, de seguro, también otras ciudades son
desatentas hacia las de mi condición.
Porque a una mujer de
menos de tres meses de embarazo no se le nota la panza, por lo tanto,
nadie te cederá el asiento en el transporte público a menos que se
lo pidas y, si lo haces, o solicitas atención especial en las filas,
posiblemente no te crean porque “no se te nota todavía” pero
estás experimentando los tres primeros meses más cruciales. Eso sin
contar que te pueden aventar, “echar el camión”, aplastar, como
las personas te avientan y empujan en las grandes ciudades.
Luego, puede pasar
cualquier cosa, desde la alegría noble de los que te quieren y
conocen y gozan por ti, hasta la 'amiga' que con sorna y saña te
avienta un “qué bueno que vas a tener un hijo con quien querías”,
poniendo en duda la segunda parte de la oración, hay quienes
cuestionarán lo “apropiado” de tu decisión, o bien, ante la noticia, uno de tus estudiantes de escritura te dirá: “Las mujeres solo
sirven para parir”.
Y ahí, entre la empatía
y la crueldad, aparece la espectacular palabra parto y toda la
mitología plausible al respecto.
Un parto en México, si
una no busca la suficiente información y no tiene la orientación
adecuada, puede terminar en una césarea programada (México tiene
más de un 60 por ciento de promedio en césareas, algunos dicen que
casi un 90 por ciento, por lo que la Organización Mundial de la
Salud ya ha amonestado a sus autoridades de salud, porque no
olvidemos que una césarea es una cirugía) y un parto también puede incluir o culminar en violencia obstétrica, es decir, que te metan mano y
bisturí inhumanamente en el seguro social o sistema público donde el padre de la
criatura no puede ni entrar al alumbramiento. El seguro social mexicano para
atender a una embarazada o parturienta te pide estar asegurada o estar
casada con el padre, o bien, tener cinco (sí, cinco) años de
concubinato comprobado con testigos.
En el otro extremo, está la atención privada y sus costos altísimos y, aparte, nuestra instructora de parto psicoprofiláctico, cuyo curso de 24 sesiones
cuesta alrededor de 220 dólares, quien nos ha sugerido no comprar
mamilas y alimentar al bebé exclusivamente de leche materna
hasta los seis meses, a libre demanda del niño, y considera que, si la
madre tiene que dejar de trabajar para lograrlo, debe hacerlo, como si
todas las mujeres pudiésemos darnos el lujo de no trabajar dada la
crisis económica permanente en la que vive la clase trabajadora.
Ella, por supuesto, es
partidaria del parto en agua o en banquito y te cobra otros 200
dólares de honorarios por guiarte el día en que darás a luz.
Entonces, las madres
quedamos a merced de: ciudades y localidades poco amigables para las embarazadas; la vox populli del “deber ser y
hacer”, sobre todo la femenina, que se explaya en juzgarte e
indicar qué es lo adecuado y lo que no para parir y criar; el seguro
social, su falta de cobertura; la violencia obstétrica; la falta de
seguro social en la mayoría de los casos dada la actual flexibilidad
laboral; los altos costos del sistema privado; las césareas como primera opción; tus propios miedos: los
más grandes para mí son esa herida denominada episiotomía y las
cuentas; algunas parteras cuyos honorarios son altos por reconectarnos con “el origen”; y, algo capital, tus hormonas
brincolinas, las cuales existen y te vuelven bastante 'border'.
A estas alturas del
proceso; mi propuesta es, como dice mi madre, untarme de valeverguina
frente a la vox populli, el qué dirán, ese corillo griego que, si
lo dejas, se aloja hasta en el último rincón de tu inconsciente;
relajarme; asirme a mis redes de solidaridad y cariño; ocupar todos
mis amuletos llegado el momento (el collar para los ángeles, la
pulsera de la virgen del Perpetuo Socorro y San Gerardo, las
estampitas para sus rezos, el cuarzo rosa, el bordado peruano que me
dio Yaxkin y el disco de Miles Davis que me regaló Diego); y saber
que, en este periplo de parir y criar, las decisiones de mi compañero
y las mías, orientadas al bien pleno de nuestro cachorro capullo, así
como nuestras intuiciones, serán las que nos guiarán y lucharán,
contra todas las circunstancias sociales adversas, para que todo nos
salga bien.
En este momento, si hay
un proyecto y utopía en el cual me sienta inmersa y comprometida
hasta las últimas consecuencias, es el de parir y criar a Agustín
junto a su padre y compañero amado para que sea un hombre bueno, un
hombre nuevo. Y sobre todo, un hombre pleno que goce de su vida desde
que cruce su sueño amniótico. Ese es mi deseo más feroz.
Lauri García Dueñas
Colonia Libertadores,
Acapulco de Juárez, México, martes 2 de febrero de 2016
1 comentario:
Me emocioné. Te quiero hasta la luna ida y vuelta. Ponte dos estrellitas de mi parte.:)
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