hombre al fin
entre las mujeres carcajeantes la cerveza la terraza
hombre entre mis odios al mundo
estructura esquelética de mis ansias
célula procariótica de hondura sensible
hombre que regresa de un lugar
espalda encorvada de ternuras
autonombrado estepario
hombre que aprende a amar como un niño
poco a poco con su corazón de aporía
hombre nudo de aprehensiones
hombre, ya no fuimos al mar
ya no hicimos el amor en la arena estrecha
ni vimos la luna ni la montaña dormida
hombre de otras manos y otras veces
repentina aparición de espesos humores
hombre que habitas lo más lejos posible de ti para estar cómodo
¿tanta espera vital para este silencio?
¿tanto entrar por la puerta y reconocer en mi cuerpo liso como foca a tus antepasados marinos?
¿el diente que se cae de mi boca en sueños dice de mí lo suficiente?
¿y de nuestro fin lo necesario?
esta brisa es un silbato
esta hinchazón verbal, un interludio
esta tarde, una colección desapegada de agobios
este lápiz, un dictado
y este oficio, el nuestro
una ola interminable
que tiene que lidiar con espíritus mezquinos que apuntan consejos
siendo éstos tan inútiles
odio a la crítica desilustrada
esto es un berreo
hombre: yo un día pensé que tus cortinas nos separaban del mundo
que la cama sería suficiente, por lo que inventar infiernos se haría innecesario
que el quebranto y los besos
iban a efectuar de una vez y para siempre el milagro
el ansiado milagro de ganarnos por fin la salvación
que ya no habría domingos de nostalgia
que eras igual que el caballito enfermo de herrumbre
pero que al final, jactante y victorioso, agotarías las heridas oxidadas
y comerías pan
esa mañana en que todas tus despedidas habrían desaparecido
hombre, soy un perro incandescente de palabras,
un alma atribulada de visiones inconexas
un dictado, un absurdo autodictado de lugares con parques
¿un dictado?
hombre, seguro te escribiré después, y demasiadas veces, en tan diversas condiciones y formas que mi corazón habrá quedado muerto de tanto explotar
por ahora tengo un tremendo hastío de la mujer carcajeante que interrumpe la terraza, tengo tantas ganas de pegarle y asarla al fuego como a un cabrito,
que mejor me voy
me levanto
me voy a caminar por esta ciudad de extraviados laberintos
con mi corazón en silencio de aporía
más tarde lloraré a ojos llenos en el lugar menos indicado
me encontraré por casualidad con gente conocida
en medio de la plaza más grande del mundo
encenderé una vela blanca
cerraré los ojos
y como un niño pequeño e indefenso pediré con toda el alma un solo deseo
que ya todos conocen
sobre el piso gris y adoquinado de esta ciudad monstruosa que lleva tu nombre demasiado dentro
el agua no existe por ahora
estos días han sido demasiados
hombre, el mar está muy lejos y nuestros cuerpos ya tan solo son recuerdos de animales viscosos infinitos en su sed
tengo una inconsolable sed
y demasiadas ansias de mar
3 comentarios:
Ay Lauri, me dolió muchísimo.
Ay, Lauri... Si supieras cuánto te quiero y admiro.
Eso es, Lauri, así se escribe la poesía: con el cerebro y con las tripas en la mano. Y así nos cura, nos lame las heridas...
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