“Lo material no
tiene de por sí sentido alguno; necesita de la mente y el sentimiento humanos
para adquirir significado”[1] sostiene
el antropólogo y diseñador Fernando Martín Juez, lo que vendría a contraponerse
con la idea de Berger y Luckmann de que la realidad es algo independiente a nuestra propia voluntad.
El sentido solo
sucede cuando los seres humanos se lo otorgan a las cosas del mundo.
El historiador
español Ricardo Ribera, radicado en El Salvador, no se cansaba de repetir en su
cátedra que “la pretensión de objetividad no implica necesariamente neutralidad
ideológica”.
En su libro Línea de sombra. El no sujeto de lo político,
Alberto Moreiras propone otro acercamiento a la subjetividad.
Traigo a colación
todo lo anterior, para recalcar que la
identidad y la realidad son conceptos que están siendo puestos en tela de
juicio constantemente.
Si bien, la página de Internet de Facebook fue creada
por el estadounidense Mark Zuckerberg en 2004, su popularización en el resto del planeta
desde 2008 provocó que dichos conceptos de realidad e identidad,
tan básicos para el conocimiento ontológico, dieran un giro radical y significativo.
En Facebook el usuario ‘sube’ no solo
fotografías de su vida cotidiana, estados de ánimo, contenidos y aplicaciones con
los que se siente identificado sino que también puede ‘ver’ aquellos publicados por su red de ‘amigos’, personas que no siempre
conoce o están cerca, emocional y geográficamente.
La posmodernidad cobró nuevos bríos. Lo
que quedaba de la estructura ósea de la ya relativizada realidad quedó cuestionado hasta las cenizas.
Más paradigmas sociales continúan
rompiéndose a diario con el uso y las gratificaciones que los usuarios le otorgan
a Facebook.
En los estudios de comunicación, ha
quedado desfasada la teoría de la aguja hipodérmica que en los años sesenta
sustentaba que los individuos eran meros receptáculos de los mensajes de los
medios de comunicación, pero de dicha teoría se desprende la satanización que
aún ahora se realiza de la televisión y también del Facebook.
Los estudios de recepción han mostrado
que los agentes expuestos a los medios de comunicación y al Internet interpretan
los mensajes dependiendo de su habitus:
capital económico, escolar, social y cultural[2]
y yo agregaría: capital político.
Ni la tele te idiotiza con seguridad, ni
el Facebook es totalmente una ilusión.
El análisis de la relación entre los
seres humanos, los medios de comunicación y las redes sociales pasa por las teorías
de la recepción y la de los usos y gratificaciones. Al menos.
Hace poco me encontré diciéndole a una
amiga que se quejaba de unas fotos de su pareja en Facebook con otras mujeres,
que lo que ella “había visto ahí” no era
“real”.
Me detuve a analizar lo peligroso de mi
afirmación. Claro que había realidad en lo que ella vio en esas fotos, y aún
más, como en el porno, había exceso de realidad: hiperrealidad.
“La obscenidad quema y
consume su objeto. Visto muy de cerca, se ve lo que no se había visto nunca –su
sexo, usted no lo ha visto nunca funcionar, ni tan de cerca, ni tan poco en
general, afortunadamente para usted. Todo eso es demasiado real, demasiado
cercano para ser verdad. Y eso es lo fascinante, el exceso de realidad, la
hiperrealidad de la cosa. El único
fantasma en juego en el porno (o en Facebook), si es que hay uno, no es el del
sexo, sino el de lo real, y su absorción, absorción en otra cosa distinta de lo
real, en lo hiperreal. El voyeurismo del porno no es un voyeurismo sexual, sino
un voyeurismo de la representación y su pérdida, un vértigo de pérdida de la
escena y de irrupción de lo obsceno.
La dimensión de lo real
es abolida por el efecto de zoom
anatómico, la distancia de la mirada deja paso a una representación instantánea
y exacerbada: la del sexo en estado puro, despojada no sólo de toda seducción,
sino incluso de la virtualidad de su imagen -sexo tan próximo que se confunde
con su propia representación: fin del espacio perceptivo, que también es el de
lo imaginario y el del fantasma- fin de la escena, fin de la ilusión”[3].
Esto que escribe Jean Baudrillard en De la seducción con respecto al porno
describe el estado de hiperrealidad que ciertos agentes que utilizan Facebook,
incluyendo a mi amiga, perciben. Voyeurismo
y exhibicionismo de la identidad pues.
Y no sólo tiene que ver con el contenido
que Los Otros publican o no, sino con su propia interpretación y percepción.
Es importante definir en este punto el
concepto de percepción al que me adscribo.
Anthony Quinton,
en su ensayo El problema de la percepción,
reflexiona sobre la importancia del lenguaje y su actualización en el discurso
para trasmitir las experiencias vividas por los agentes.
“En última
instancia, el problema de la percepción es el de la relación del pensamiento o
el lenguaje con el mundo”[4],
señala.
Quinton repara en
el papel de la experiencia para el estudio de la percepción, y como experiencia
estaremos refiriéndonos a fenómenos de la vida cotidiana:
“En
toda situación perceptiva, sabemos lo que al parecer sucede, pero ello no
significa que de ordinario estemos en condición de poder describir nuestra
experiencia. Puede ser cierto que sea posible decir que tenemos experiencias
sensoriales en toda situación perceptiva (ellas son, sin duda, las causas de nuestras inclinaciones a
creer), pero esto es un asunto totalmente distinto del tener conciencia de
dichas experiencias, del reparar en ellas, del estar en condición de
describirlas; y nada menos que esto es lo que puede implicar la afirmación de
la teoría del dato-sensorial de que es
nuestra experiencia lo que realmente percibimos”[5].
Mi hipótesis es que Narciso, nuestra
identidad, lo que somos, lo que percibimos, nuestra experiencia, vos, yo,
nosotros, ellos, está confundido. Revuelto.
¿Dónde, en la actualidad, empieza y
termina la realidad? ¿Es importante preguntarnos por lo real? Si Narciso se vio en el agua y nosotros en Facebook,
twitter, Instagram, blogger, tumblr, pinterest, scoop, etc. ¿cómo se construye
nuestra imagen e identidad? ¿Es tan diferente lo que somos de lo que
dejamos ver? ¿Nuestra imagen en las redes sociales obedece a los paradigmas
de consumo del sistema económico en el que vivimos?
Atisbos
Para iniciar esta discusión es importante
apartar la moral o la satanización de una instancia como Facebook.
No podemos adjudicarle juicios,
cualidades o defectos a priori sino
recordar que estos derivarán de los usos que los agentes otorguen a esta
aplicación.
Hay que aclarar, también, que abrazo el
concepto de Giddens de agencia:
“Esto
presupone que ser un agente es ser capaz de desplegar (repetidamente, en el
fluir de la vida diaria) un espectro de poderes causales, incluido el poder de
influir sobre el desplegado por otros. Una acción nace de la aptitud del
individuo para ‘producir una diferencia’ en un estado de cosas o curso de
sucesos preexistentes. Un agente deja de ser tal si pierde la aptitud de
‘producir una diferencia’, o sea, de ejercer una clase de poder”[6].
Dónde inicia y
termina la realidad es algo que está en constante negociación entre los agentes
y sus prácticas cotidianas. No ha podido hasta ahora la ciencia social dilucidar
dicho límite mutable.
Pero a mí juicio
sí es importante preguntarnos por lo
real. Y por supuesto no desde la moral sino desde el ethos. ¿A qué le otorgamos materialidad y realidad? ¿Qué es lo
que nos importa del mundo?
El agente, como
en un acto de curaduría, relata su realidad a Los Otros y lee el relato de Los Otros y lo incorpora o no a su percepción de
la realidad.
Facebook dota a
los agentes de la oportunidad de transmitir
y recibir realidad dentro de otros parámetros que la materialidad antes del
Internet no proveía.
Por lo que, se
vuelve algo político preguntarnos por lo real,
porque lo real ya no nos está dado a priori, sino que es una negociación
constante entre agentes. Facebook como un laboratorio de realidad en
ebullición.
Si antes la
imagen y la identidad eran un proceso social más contenido, de un tempo más largo, construido a lo largo
de la vida en los procesos de socialización, ahora esos límites están sobrepasados,
se brincaron la barda pues, hubo una explosión y los pedazos están regados. ‘La
escena del crimen’ que cambió la forma en que se construye la identidad social
está caliente.
Antes el espejo,
la familia, los amigos, los compañeros. Ahora el mundo representado en 4.000 amigos.
Facebook otorga
la posibilidad de editorializar en tiempo real nuestra imagen e identidad, aún
con la posibilidad de negarla y convertirnos en Anonymous o crear un alter
ego.
Acá surge otra
polémica: ¿Es tan diferente lo que somos
de lo que dejamos ver?
¿Hasta qué punto
la propia negación del yo no lo
enaltece y lo devela?
¿Podemos creer en
ese relato editorializado del yo que
se presenta en los perfiles de Facebook? ¿Nos estamos relatando a Los Otros
como si fuésemos una película u otro producto cultural propio del sistema
económico en el que vivimos?
En mi opinión,
hay restos del yo en el relato
presentado en Facebook, las posibilidades se han multiplicado y logramos ser frente a Los Otros como realmente deseamos ser.
Claro, hasta que alguien interrumpe este estado de gracia
y etiqueta al agente con el rostro desfigurado por el alcohol o aparece la
novia stalker[7]
que pasa horas encontrando pistas en contra del novio que luce abrazado con otras
en las fotos del FB.
El kitsch, el
patetismo y el gore encuentran un buen lugar en el FB. También las filias de la
identidad, el acoso y otros problemas sociales.
Algo así como la
manzana de la discordia destinada a la más hermosa de las diosas griegas que
terminó en despelote y pelea.
Pero el Facebook,
aún y su discordia, presenta la oportunidad de participar en un laboratorio de
identidad y realidad y entrar en una profunda reflexión sobre el yo y su lugar en el mundo.
Lauri García Dueñas, Santa María la Ribera, noviembre de 2012. Para
Telecápita.
[1] Fernando Martín Juez,
Contribuciones a una antropología del diseño, Gedisa 2002. Página 40.
[2] Bordieu, Pierre. La
distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1999,
Primera edición, 1961.
[3] Baudrillard,
Jean. De la seducción, Madrid,
Cátedra, 1987.
[4] G.J. Warnock (compilador), La
filosofía de la percepción, Fondo de Cultura Económica, México1974. Primera
edición 1967. Página 123.
[5] ídem, Página 132.
[6] Giddens, Anthony. La
constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración, Buenos Aires, Amorrortu editores 1995.
Primera Edición 1984., Página 51.
[7] Persona
que con fruición espía a otra a través del Internet.