domingo, octubre 28, 2007

frío

Foto: Carlos García en la Patagonia
Ciudad de México, 28 de octubre de 2007, 10 grados centígrados.

hace días corrían burbujas de lluvia

ayer, luna llena

hoy un escarchado que provoca la plática continua

qué frío hace, qué si los pingüinos y los icebergs

chistes de cajón

y las colchas en la madrugada se multiplican

y cuando hay distancia, duelen los huesos

y hay que frotarse las manos

y bajo las colchas sacar la lengua

para encontrar

otra lengua

y tomar bebidas humeantes

calentar la tina con burbujas

cerrar las ventanas que no cierran

y sacar el viejo abrigo de mamá


lo malo del frío es su cercana prolongación a la pereza

invernar es el verbo preferido de todos en estos días

y la sopa se acaba

bueno, yo no tomo sopa, sueño con tomar sopa pero la tienda está muy lejos


¿Alguien podría invitarme una sopa?

pregunta de cajón


tuve días que nada se me ocurrió

disculpas

lo que pasa es que a menudo y demasiado

recuerdo al muchacho de los dientes de chin chin

le hablo y hasta me lo encuentro en el metro

ah, el frío, les decía,

es realmente insoportable


por eso,

hoy quiero meterme a la cama contigo

deja de rabiar.

lunes, octubre 15, 2007

Armónica



A Alejandro, que descanse en paz y viva dentro de nuestros corazones:


Quisiera llevar en el rostro un epígrafe
la marca en piel de tu nombre
para que todos sepan el dolor que nos inunda
a nosotros, miserables, que perdidos nos quedamos esperándote
martillo en la sien, vuelta la cabeza al revés
lágrimas envueltas en papelitos de piñata
como vos
rueda de caballitos
alfil

todo me sobra ya

tal vez tu sonrisa ahora está clavada bajo el Puente de las Artes
y tus dientes de chin chin,
tus palabras de aguacate,
tu espontaneidad diletante,
tu agudo desenfado y, sobre todo,
esas tus preguntas angulosas,
estén tarareando una melodía pegajosa,
a la vuelta,
cerca

pero
te llevaste tu armónica
la que sonaba en los pasillos grises y aburridos de la universidad
(nunca fuiste ni gris ni aburrido)

y ahora vivo en tu melodía, en tus yemas que recorren el juguete de metal

y me acuerdo

me guardaste unas hojas rugosas con varios de mis pequeños poemas
malos
pobres variaciones de un cuaderno a rayas

me dejaste
nuestros juegos privados
de
palabras
colgados de la débil línea de la red
juegos de niños
rueda de caballitos

toda tu música de vuelta
toda tu risa de vuelta
(no lo creo, todavía)

No te vayás
esta tierra está podrida
no hay gente con esa
tu voracidad
de comerlo todo, de atravesarlo todo

no existe
ni aquí
ni en nadie
tu angustia inexpugnable
tu espíritu espeso
tus ideas explotadas en los muros
tus imágenes
tus dedos curiosos
tu manía de polemizar hasta el sonido
tu pelo y tu termómetro
tus líneas

tu voracidad
por atravesarlo todo
por comerlo todo

no termino
me quedo con los papeles viejos
esos,
nuestros poemas borrosos

me quedo en tu sonrisa
en tus palabras itinerantes
oigo el chirriar de tu armónica
que rompe
todos
los pasillos grises y aburridos

me quedo en vos.

miércoles, octubre 10, 2007

El libro rojo (entre París y Londres)


El libro rojo se fue a dormir para ser mejor. A continuación, el que más me gusta:

XIX

“La vida se instala en formas privadas de tercera dimensión, que desaparecen si se ponen de filo o dejan apenas una rayita rosada inmóvil vertical en el agua”, Julio Cortázar.

Otro idioma

Nada de lo nuestro puede explicarse así nomás

hemos tratado de dotarnos de un lenguaje diferente, privado

sobre todo privado

a otros, amantes arquetípicos, les interesan los peces

pero a nosotros, sombras mundanas,

instalaciones cómodas dentro de la burbuja

nos interesa el jugo de naranja con guayaba que tomamos después de untarnos con aceite una noche de esas en la que tuvimos que escondernos hasta de los des-conocidos

tomábamos café en las librerías

comíamos en el lugar de las mariposas

hablábamos de nosotros con total prepotencia y desparpajo

entregándonos a nuestras particulares-

divagaciones-

metafísicas

nos interesa la posmodernidad ambulante

el centro histórico

decirnos amor en formas sucias e inquietantes

jugar a los niños con parques y comer dulces rellenos de cajeta

tanto y para mientras (dos de mis conjunciones favoritas)

estoy muy cerca del final de este viaje en que nos anudé más de tres veces en reflexiones proclives al llanto

intento hacer de mí una madeja de palabras inmortales y en eso estoy debajo de un puente, hay una paloma gris, asquerosa, que aparece recurrente como todas las de su raza, hay gente que deja basura cerca de las lenguas del río y recuerdo como hace once años hice lo mismo cerca de un atónito ecologista de caminos

hay tantas cosas de mí que quiero decirte

pero no puedo

sí, estoy casi al final de este libro rojo, de la lluvia diletante y enferma, del hastío por lo nuevo, del camino ese que no alcanzo a discernir y de un tembloroso afán por usar la caricia

oscura de anhelos verbales

ávida por conceptualizar la muerte y la miseria

tan dentro de mí que soy gris y horrible como las palomas

tan traslúcida como toda nuestra raza de verbo-diarreicos

cansada

cansada

de oírme hablar de vos para mis adentros

de barajar posibilidades del encuentro

mientras se hace tarde

próxima, turgente

instalada en los códigos privados de ambos

cansada

por eso me detengo

voy a hablarte en gíglico amor,

voy a decirte quédate, llévame al mar, dame de beber una cerveza oscura en el bar de la esquina

voy a decirte, amor,

arrójate al vértigo de tus ansiedades, de una vez y para siempre,

moríte,

de una vez

Y cuando despiertes, voy a decirte que

Quiero:

volver a esas formas privadas, a nuestras películas surrealistas de primos sin sexo, a tu café, a la ducha en que no cabemos juntos, a tu cama –y a la mía-

y que todo el lenguaje del mundo desaparezca,

en el fondo de los peces que otros fundaron

casi es el final de este libro rojo y de los garabatos

(te aviso)

cógeme de los huesos, amor,

hundí tus ojos de cíclope en mis caderas

háblame en otro idioma, amor,

volvé para que nos revolquemos en el pasto hasta matarnos como vacas,

hablemos de nosotros, por fin,

que ya fueron muchos barcos, muchas las aves de paso, muchos libros de orillas con ríos, demasiadas las páginas

las páginas insostenibles

las nubes vistas desde un “arriba” artificial

tantas las canciones repetidas

el dolor de estómago de los poetas

¡Demasiados!

demasiadas las mandrágoras

los malvones

los ananás

las escrófulas

los arcos perpiaños

las nervaduras y, sobre todo,

los intercesores

confieso:

es imposible mantener el ritmo de esta postal de calles antiguas, demasiado soliloquio para ver un puente, demasiada la intolerancia al verbo y a los monumentos, ha llegado entonces como te dije la hora de destruirlo todo, todo, todo el lenguaje del mundo y decirnos al oído

nuevas y sucias palabras de amor