miércoles, enero 27, 2010

voy a atreverme a escribirte una pequeña cosa
una nimiedad
una pelusa que atraviese el rayo de sol
que hoy se coló por tu ventana:
siempre serás la llama encendida de mis besos
un engrane esencial en la máquina de mi corazón.

lunes, enero 25, 2010

obituario de un domingo histérico y solitario

“tuvimos una noche en que la puerta estuvo abierta”, Javier Norambuena

orificios boscosos duermen entre los pliegues del asfalto
llegará esa madrugada que arrasará con el origen de la fuga
contagiosa es la humedad de las cavidades
estoy aquí siendo un triángulo infinito
una colección calcárea de formas
conjunto prolongado de notas acústicas
rompiendo el vértigo acuciante de las aves
viendo explotar los peces en el barro
atravesada por el recuerdo de todas las noches y todos los hoteles
es posible que nada haya sido cierto
que esta suma sea impositiva: llama que arde cuando nos dormimos
el sentido no tiene nada de absoluto
sentencias son las nervaduras
y las hojas, ay las hojas
van sucediéndose en espantos
¿cuánto tiempo habremos de quedarnos quietos?
eso solo lo saben las agujas que cosen los labios de las cartas
hierática sonrisa la del destino sin cobardes
rama desierta estos pájaros y esta angustia
polvo de los árboles, risa de mí
espíritu del bosque escondido entre adoquines
flamas salobres/ incrustaciones de nostalgia
¿qué será de ti si no lo sabes?
si de noche tiemblas al revivir la memoria: hubo una vez un tren y un par de andenes
la hora acordada para ver las águilas
luego crecimos y nos quedaron: los párpados en el pelo
alucinaciones prácticas
metafísica y la carne
la belleza como una pregunta abismal
camaleones como palillos de dientes/libros sin portadas
sí, yo vi esa época cabalgar
inconclusa y épica
llena de adjetivos y azulejos
la página en blanco atravesada por ciertos vocablos concatenados
cansancio de máquinas, esa punzada, ese piquete en la parte interna
la pieza estaba al revés y todas las luces apagadas
yo intenté despertarme de mi sueño informe
respiré el aire en dosis: bocanadas
conté de atrás hacia adelante/eructé
dije 'absurdo' casi un millón de veces: cabalgata
reduje la histeria de un domingo solitario
y me volví a preguntar seriamente:
¿qué será de ti si no lo sabes?

lunes, enero 11, 2010

¿cuánto dura el pasado?

¿cuánto dura el pasado?
compulsión verbal y lluvia de nieve aterrizan en la ciudad helada
la gente que amo está lejos, tan lejos que puedo soñarlas cuando duermo con la mitad de mis ojos abiertos
lo que ocurre dentro de estos músculos fríos no le compete al mundo
ni a las campanas ni a la música
pero quiero que vuelva el sol antes que mate esta angustia a las plaquetas, los glóbulos rojos y los leucocitos
los corales son animales y no plantas
las voces propias producen ecos altisonantes e histéricos
cuesta vivir siempre en la retórica
correrá la tinta como corren los días indescriptibles que no se pueden detener
el tiempo es una alfombra sucia y gastada
nosotros, números codificables y una suma
la infancia un monociclo
las películas, farsas felices
combustible para sortear la realidad cada vez más oscura
que vuelva el sol al planeta Tierra
que regrese la alegría a las fiestas
la verdadera
la que nos hace vernos a la cara
no arremeter en lucha inútil contra la madrugada
¿cuánto dura el pasado?
¿cuánto dura todo lo que nos ha sucedido?
¿cuánto dura la culpa y la lástima?
no lo sé, pero definitivamente
menos que la vida.

sábado, enero 09, 2010

Estampas fucsias de una ciudad gris

Ciudad de México, 9 de enero de 2010

Hace frío. Mucho. Estamos a siete grados. El norte del país está a menos cero. Mis facultades literarias casi congeladas. No sé por qué últimamente no me gusta nada de lo que escribo. Tal vez me sirva entonces el próximo taller que tomaré como agente infiltrado. Luego les cuento.

Hoy me han invitado a una fiesta pero lo único que quiero hacer es poner una película y echarme a la cama. No sé que fuerza sobrenatural podría hacer que por segunda vez en el día, me vista y salga a luchar contra la lluvia y el metro moviéndose a dos kilómetros por hora. Mi caja toráxica expulsa una tos tan ruidosa que la gente en la calle se aparta a mi paso. Tos de perro, pues.

Sin embargo, el paseo de hoy valió absolutamente la pena. En primer lugar porque fui a Casamanita, que no es solo una casa, sino un estado de ánimo, abracé a Pavel, le dejé unos frijoles, y tuve una charla amenísima (vaya adjetivo, pero no encontré otro mejor) con el escritor chileno Javier Norambuena, quien se puso muy contento de que le trajera de El Salvador la obra completa de Roque Dalton. Acerca de quien promete hacer un artículo y dedicármelo. Dejamos acá por escrito su promesa.

Le dije, entre muchas de las cosas que le dije, porque Javier tiene la capacidad de que le confiese asuntos que en general no cuento, que –en alguna medida- yo empecé a escribir por haber leído en mi adolescencia a Roque. El poeta, continué diciéndole, ha sido en mi escritura académica y periodística un tema constante, no solo su obra, sino también su asesinato (historia incómoda) que aún no ha sido castigado.

Antes de que se me olvide, y de meterme bajo dos colchas peludas y poner mi película, quise poner también en letras, consonantes y vocales, algunas cosas que aprendí hoy en esa larga charla de variados tópicos con Javier Norambuena.

Primero: uno no “es” heterosexual u homosexual, sino que “está” heterosexual u homosexual, siendo la sexualidad un tránsito comparable con el que viven las tribus urbanas. Uno “está” emo, no “es” emo, uno “está” punk, no “es” punk. No sé si estoy de acuerdo del todo con la hipótesis, pero me gusta la idea de no dar la sexualidad por sentada.

Y es que a pesar que me la doy de mente abierta, como diría Gramsci, todavía me quedan en la cabeza los ecos de mi educación católica, impregnando mi vida laica.

La segunda cosa que realmente aprendí hoy, y lo necesitaba, es que no podemos dejar de soñar, sueños académicos y de vida errante y nómada. Soñar es un verbo bastante abusado, pero a mí me gusta.

Bajos mis ánimos, cargada mi alma de un existencialismo profundo y una histeria que creí disimulada, me gustó escuchar a Javier contándome de sus proyectos de viajes, talleres y cursos. Yo me reconecté con los míos y volví a creer que puedo estudiar un doctorado donde se me pegue la gana, y que al final terminaremos haciendo lo que realmente deseamos, en el país que sea. Escribiendo. Siempre.

Tal vez sea que con la crisis económica y la crisis de mis pre-treinta, y los problemas emocionales que ahora – y siempre- me aquejan, a veces me surjan demasiadas dudas.

¿Y qué pasa si somos los mejores? Me puso Eva el otro día en el muro del Facebook. Y yo me pregunto ¿Qué tal si estos adolescentes tardíos no nos damos por vencidos?

Al escuchar a Javier me acordé de los real visceralistas, de esos poetas patéticos pero excelsos. Me gusta ser parte de esta raza de perros románticos, aunque últimamente Bolaño sea un lugar común.

Y así, la ciudad me recibe, en las caras de mis amigas y amigos que siguen acá en el viaje (literal, como en el caso de Pavel). En merienda con las Poetas del Megáfono, en la sonrisa de Zaria dándome posada, ánimo y cobijo, en el gato azul diciéndome que soy “como una dimensión”.

La lluvia cernida en el disfraz que me puse hoy para salir a la calle, me regresa a mi barrio, el Centro Histórico, la cloaca feliz de la gran Tenochtitlán, me sonríe en los meseros y en los dependientes que parecen haber notado mi ausencia y celebrar discretamente mi regreso. Uno de ellos me obsequió ayer un pastel de chocolate.

Por su lado, una de mis pequeñas vecinas sale a la calle, a pesar de la lluvia, en zapatos sin calcetines y chupa un dulce fucsia, en medio de toneladas de asfalto gris.

Cuando me fui a El Salvador, hace un par de semanas, miré en mi calle favorita (Filomeno Mata) a tres estatuas vivientes, recubiertas de bronce, perfectas, juntando a su alrededor a los transeúntes curiosos que veían asombrados a estos jóvenes personajes que parecían sacados de una obra de Charles Dickens. Sonreí, y sentí que era testigo de “uno de esos momentos”.

Por eso, y por más cosas que a veces se me olvidan, amo el D.F., amo mi exilio voluntario y si algún día me voy, que me iré, tarde o temprano, una o más veces, siempre extrañaré estas estampas fucsias en medio de la ciudad gris.

sábado, enero 02, 2010

estrellas que caen en el pozo


soñé con estrellas que caían en un pozo
adentro la luna rielaba redonda y llena
como una niña de aire
solitaria

pensé en mis amigos y sus propias estrellas
que también suelen caer en el vacío y volverse solas
hice cuentas
de los años volviéndose hilos de pescar
y arpones llenos de sangre

reparé en la palabra estalactita
y la deseché
porque no cabe en este poema

di vueltas en el fondo del agua
la memoria me llevó por el camino de polvo y te vi
estábamos haciendo lo que hacíamos siempre
pero hace mucho tiempo que nos fuimos

con el dedo dibujé formas libres en el suelo
y me resigné al paso febril de las unidades de tiempo

oí los pájaros cantar al amanecer
pero ya era tarde
grité mis heridas con un gesto silencioso y hondo
mis ojos quedaron aguados
incapaces de llorar

entonces pensé que nunca volveremos a ser los niños que fuimos
pero me retracté
porque los niños siempre son los niños
y no basta toda la vida para crecer.