viernes, septiembre 05, 2014

Se canta al mar

Lauri García Dueñas
Reescritura de un poema de Nicanor Parra por su cumpleaños cien

“Nada podrá apartar de mi memoria”
el peso ausente de tanta agua
ahora que vivo entre los cadáveres del aire
de esta ciudad lejana.
Braulio llevó a Nicasio a conocer el mar
tuvo que taparle el cuerpo contra los dientes
largos de los mosquitos
y disimularle el vientre hinchado por los parásitos.
La densidad de la luz se quedó colgada de sus ojos.
La Barra puede masticar/ el lodo
los animales/ las personas/la luna/los líquidos de adentro.
Dominga solía envolverse en yaguales
después de bañarse en la Costa del Sol
para quedarse con la sal en los huesos
y apartar sus dolores.
“El mar es bueno para la reuma”, decía.
Estos dolores queman, abuela.
Te digo que queman.
Margarita siempre ha vivido en El Zunzal
pero cuando ve caer el sol es la primera
sus ojos explotan como orillas
como esos huesos de la luz
como manchas dentro de animales vivos.
Tan dentro del desmayo
las muchachas como yo nos quedábamos dormidas
en los brazos de alguno que prometimos no besar
y ya inconscientes nos arrastraron a la casa de la playa
nos lavaron el cuerpo
y nunca supimos si existió algo que hubiésemos perdido
en los dedos de esos muchachos
que no sé si serán hombres todavía.
“Es que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba”.
Al pie del puerto de La Libertad, se estacionó un microbús
que venía del sur y adentro
la inconsistencia/ la ebriedad/lo que no volvimos a ver:
otras manos tocando el cuerpo rendido.
Veinte minutos en el coche
creyendo que la muerte no es muerte sino hasta el rato.
Las botellas quedaron en la arena
cuando prometimos no ensuciar la playa.
Los troncos cuelan la basura, las estrellas de nácar diminutas.
¿Estás oyendo esta voz que no es la mía?
el bombeo incómodo de la realidad
si no estás vos para rezarte en voz baja,
agua bendita de los manglares,
sol que habrá de matarnos.
“La luz de aquella misteriosa lámpara,
Este es, muchacha, el mar".
Y hubo eco de púrpura
algo que aprendimos de niños
que sería importante.
Mi abuela de espaldas
el mar masticándola.
“El mar es bueno para la reuma”, decía.
Y si se canta al mar,
Nicasio, Nicanor, voz que no es la mía
somos la primera vez frente al abismo
la madeja que une lo perverso con la carne del espíritu.
“Es que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba”.