viernes, agosto 24, 2012

Gravedad

Luz sin tiempo
gula sin deseo
repetida respiración
la conciencia del afuera
integrada a los poros
más luz
el espacio hinchando las cavidades
alineación de huesos
una voz marítima al fondo
que se va diluyendo
lejos.

Somos la carne que el aire
apelmaza contra la tierra.

En

En infladas esquinas de humeantes viandas
en viscerales esquinas de fraternales rencillas
en parque solitarios ahogados en demencia
en la mente de ancianas extraviadas diciendo ‘no tengo dinero, no hay oportunidad para mí’
en semáforos amarillos de barrios terribles
en el doblés de cada página
en cada adiós progresivo
(porque nunca es repentino el adiós)
en el correo en blanco que alguna vez llenaste
en cada mujer que dijo ‘te he olvidado’ y mentía
en el ruido de los otros que se retuerce cortando el aire
en la piel que se hincha al contacto
en las voces que intentan imitar ese aire imposible de repetir
en las esquinas del tiempo que no existen
porque el tiempo no tiene esquinas
en la bruma intoxicante que hace arder la garganta y temblar las sienes
en la ciénaga de lo que no se puede responder ni siquiera uno mismo
en la memoria: engranaje de pesadillas
en la comezón de más voces más y las gotas de sudor que exuda una habitación en el trópico
el mío
en el ‘no quiero decir nada de ti’ pero lo digo sin decirlo
en el entrópico huracán que, aparentando ser inofensivo, nos precede
en la esquina de la habitación
siempre la última habitación
que responde a esa pausa del aire (lenguaje)
de la que hablas nombrándome
y desgranando de nuevo
esta antigua inquietud.

Los pájaros y las ratas

Atrás del Palacio de Bellas Artes los trabajadores sacaron la basura.
En la arena del basural, unos pájaros y unas ratas juegan  a pocos metros de distancia. Como en la vida.
El ojo humano juzgaría esta dualidad asquerosa, pero El Muchacho me dice que las ratas también son hermosas y yo asiento.
Los pájaros siguen rebotando en el arenal y las ratas cumplen con estoicismo su deber de alimentarse de los desechos de los hombres. Adentro del palacio, ancianas bien ataviadas comentarán sobre el ballet y la última exposición sin saber que en el patio de atrás los pájaros y las ratas juegan en el mismo arenal. Como en la vida.

La fuerza

Ocho la fuerza ingrávida luminiscente corona de siete estrellas por lo tanto el tigre las uñas el río los árboles suave el cabello del felino rodeado de arcoíris dedos de fieras transferencia de conocimiento antiguo brilló el pasado fuerza tocado pómulos imprecaciones lo que vendrá utilizo el fuego púrpura rombo de tierra voy descalza ha iniciado el segundo éxodo vital uñas montículos reina de la corona vacía el inconsciente sobre tierra árida no hay fin el tiempo se ha detenido fuerza del vientre acompáñame a cruzar el mar ha sido abierta la llave del destino te pertenezco coróname atravesaré el mar en compañía del león de Judá voy descalza. Ocho la fuerza.

Voyeur

Lunes 28 de mayo de 2012
Dos cuerpos robustos se tambalean de madrugada. El hombre besa el pecho de la mujer de pelo decolorado. La besa ante lo que él cree ausencia de mirada, ante la Nada que no existe y encima del balcón alguien los mira complacida. La melancolía es un estado repetido o una mancha violeta, un planeta que nos partirá en millones de partículas y, para mientras, el hombre sin saberlo besa el pecho de la mujer robusta y se tambalean y yo los miro y pienso que mi jarrón de flores está vacío. Lo llenaré.