martes, noviembre 24, 2009

Tijuana Makes Me Happy

Todavía tengo en mi boca el sabor de la última michelada que me tomé en “La Sexta” el domingo en Tijuana, de madrugada, luego de que intenté cambiar el boleto para posponer mi regreso al D.F. en un afán desesperado por gozar un poco más de lo que sucedió durante los intensos cinco días que duró el Primer Festival de Literatura en las Artes, organizado por Nortestación, agencia de letras.

Ha pasado una jornada completa desde mi regreso al D.F., esta ciudad que amo pero a la que, reconozco, estoy empezando a serle infiel. No había pasado ni una semana cuando ya me preguntaba ¿Cuánto valdrá rentar una casa en Tijuana? Y es que no sé lo que me pasó, o lo sé muy bien.
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Tijuana me recuerda a El Salvador por su gente, su violencia aceptada de la que se levanta una resistencia cotidiana. Es una ciudad que no tiene pretensiones, real y cruda. Terriblemente real.

Llegué a esta dama del norte, “señora ya vivida”, con Eva, poeta del megáfono, compañera de viaje y aventuras, a quien contactaron para el festival, cuyo país invitado para la primera edición fue España.

En el aeropuerto nos esperaba Alma Columba, Nancy Bonilla, y al volante una sonriente Karina, guía y anfitriona nata. Karla Martínez y Julio Álvarez fueron los artífices de uno de los mejores encuentros literarios a los que yo, o cualquiera, haya asistido.

Llegó la hora de la comida, qué viva la carne del norte y sus vacas, y ahí conocimos a algunos de los que serían nuestros compañeros escritores y artistas en los próximos días: Uberto Stabile, Antonio Orihuela, de España, Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, Arturo Ramírez Lara y Jorge Palomares, de México. Los demás irían llegando más adelante, con su talento a cuestas. Como la irónica y única Gabriela Torres, capaz de escribir el mejor cuento para un cáncer que a todos nos consume. O los consagrados David Miklos, editor de Picnic, y Rafa Saavedra, cronista. Y el novelista Alejandro Espinoza, con su rica prosa sobre la ciudad de Angustia.
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Arturo se convertiría en los siguientes días en una de las personas más entrañables del encuentro, no solo por su poesía diáfana y hermosa, sino porque fue recargando nuestro humor hasta llenarnos el estómago, por ejemplo, aprenderíamos la frase de: "Lo pondría en un barquillo y lo chuparía hasta acabármelo", en referencia a un chico guapo, pero muy guapo.

Esa noche escucharíamos a Almudena Grandes, autora de “Las edades de Lulú” hablar sobre el premio que le cambió la vida y la persistencia que se necesita en esto de la escritura. Del compromiso que significa escribir de madrugada o en una libreta en horas de trabajo. Una señora muy intensa y generosa que me invitó a una margarita en el “Dandys”, la cantina más tradicional del rumbo, y se tomó una foto conmigo cuando le conté de Roberto Góchez, su fan remoto de El Salvador.

Esa noche bailaríamos en “La Estrella”, antro kitsch y encantador por cutre. Recorreríamos en las siguientes jornadas, de día, los centros culturales para las respectivas lecturas en las que seríamos testigos del buen nivel de los participantes; al caer la tarde, comeríamos tacos de carne asada con guacamol; y, de noche, tomaríamos la vida tan en serio como solo puede hacerse con un vaso de michelada o una margarita en la garganta.

Tuve la sorpresa de encontrarme al Medel, cantautor Navachistero, en "El Lugar del Nopal" y ver su póster junto con otro del David Aguilar, al que siempre recuerdo con intenso cariño.
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Al "Zacas", llegaríamos con el novel y comprometido poeta mexicano Jonathan Curiel. Ese sótano se erigiría en el recuerdo como la cantina donde mejor se alcanza el estado de fumación y gozo. Capaz de atravesar la vida y causar “Zacas Sensations”.

Trepadas en su carro antiguo nos sentiríamos como en La Habana, recorriendo las arterias de una ciudad decadente pero digna.

Más allá, atravesaríamos la roja Coahuila y la inquieta Revolución como si fueran las calles en las que crecimos. Jorge rayaría burros, niños y una muchacha, interpretación de su Tía Juana, posmoderna y con revólveres, con esténcil, a través de la ciudad oscura, con un séquito de encubridores, nosotros, detrás de él. Yo rayé mi primera pared.

Eva y yo daríamos un taller de creación que cuelga de la memoria con su foto de Pedro Infante. Sentiríamos frío y un calor inconmensurable en el pecho. Las horas se alargarían.

Veríamos el muro desolador e injusto, símbolo del fascismo y el genocidio a través de las fronteras y la exclusión. Y seríamos testigos de la prepotencia que cayó en el absurdo y el patetismo de Rubén Bonet, supuesto escritor anarquista.

Comeríamos tostadas con mariscos, los mejores tacos de camarón de la historia y un pescado cuyo nombre era lírico y su abundancia nos rebasó. La playa fría nos regalaría dos soles.

Recitaríamos en la calle con megáfono y regresaríamos a casa con el alma cambiada por un soplo que entró sin pedir permiso y amenaza con ser eterno. Tijuana Makes Me Happy. Me enamoré de (en) Tijuana y ahora conjuro el momento de llegar al valle del Silencio, siempre mirando al norte de este país inmenso, terrible y amoroso, esperando volver a bailar contigo como la primera noche en “La Estrella”, cuando todo lo que nos pasó, comenzó bajo la luz cómplice de unos focos de neón.

lunes, noviembre 23, 2009


19/09/09
Tijuana, México


Luego del bar “La estrella”


recupero la textura de la vida
la que se pierde en el camino
la frontera se cierne sobre los brazos oscuros de la ciudad
el salón fraguado para el baile
revivo del pozo adolorido de los callejones psíquicos
me queman mis yemas y mis labios
el alcohol hace cascabelear la risa
los oídos están sordos
la semioscuridad dice rata y yo me escalofrío
los focos neón
la música estruendosa
noche de la noche
pasillo de hotel
emboscada de carnes
botón
mezclilla
este cuerpo, mi cuerpo, no está vencido
no soy ceniza
mis poros se abren
entierro mi mueca absorta
sonrío descaradamente
fijo mis ojos sobre tus ojos
el cuerpo maquina la humedad de las membranas
zigzaguea la piel buscando el contacto
la desesperación es madrugada
la ebriedad: ideología
este instante se hizo refugio de luz blanca
la carne borra mi espíritu
el espíritu cede a la carne
se abre el desierto y escupe dos cuerpos insomnes
rielan las dunas
a lo lejos el mar golpea minúsculas plantas
el salón el baile
mis dedos abriendo las hebras de tu pelo
yo temblando tu cuello
el espíritu se mira y vuelve en sí
el rimel corrido el rostro abierto el cuerpo abierto
el aire de la noche
el tiempo no es un cadáver
la piel aprieta en la calle Coahuila
mis labios siguen siendo labios
la frontera, mar y muro
este cuerpo, cuerpo
tiemblo
la anestesia no fue capaz de asesinar el deseo

botón
mezclilla.



martes, noviembre 17, 2009

A los seguidores de este blog:
¡Gracias! porque aunque últimamente no he subido poemas, porque estoy escribiendo uno largo, privado y catártico que se llama La despedida, y que prometo subir cuando lo termine, les agradezco seguir por acá.
Ha sido difícil porque hace algunos meses gente sin escrúpulos estuvo bombardeando con insultos esta página y mi lista de contactos, pero el que existan ustedes, los que me escriben y apoyan, vale la pena para seguir manteniendo este espacio y la fe en la humanidad.
Para los que se preocupan, hoy terminé un pequeño taller de clown y mis energías están renovándose. También salgo de viaje a Tijuana para dar un taller de edición de textos y una serie de recitales como parte del dúo Tin Marín formado con mi hermosa amiga y poeta Eva Cabo, por lo que pronto tendrán en sus ojos las letras que resulten de este nuevo movimiento.
Mi tristeza es también un motor de creación que irá diluyéndose en metáforas.
Gracias en serio y que las luciérnagas visiten sus sueños.
Suya siempre, Lauri.
A Tato, el niño que se metió a dormir en la jaula del león:


el secreto de esta noche es el silencio que nos cobija
a pocos metros duermes
un búho le cruje las entrañas al bosque
duerme, Tato, niño pequeño
que si no abres los ojos
vendrá una ola de luciérnagas lechosas a cubrir tu sueño
yo también soy triste como tú
cuando me callo tengo miedo
cuando te digo que no, te estoy diciendo que sí
soy una casa en ruinas
llena del humo de los magos
y a ti, aventurero de los ojos llenos de heridas,
te regalaría un pez a sus anchas
el duende de los zapatos
un dulce de tamarindo con chile
y unos mini bigotes de chocolate
shhhh
duerme Tato, niño pequeño,
que si no abres los ojos
vendrá una ola de luciérnagas lechosas a cubrir tu sueño
y yo seré una de ellas.