martes, enero 22, 2013
domingo, enero 20, 2013
“Terapia de vuelo” o me gusta leer poemas que se sientan como que me están metiendo mano
Acabo de terminar de leer el libro “Terapia de vuelo” de Eduardo Ribé y siento como si me hubieran metido una mano
en el esófago y jalaran mi estómago hacia arriba.
O:
Me gusta leer poemas que me hagan sentir como si me
estuvieran metiendo mano.
Estamos frente a un libro que; gracias a su sonoridad, a sus
ráfagas intermitentes que lo tumban a uno de a poco y que en el suelo todavía
nos permite gozar en el masoquismo de un dolor bien humano; nos descoloca, no
quedamos impunes, leemos de corrido. Entramos en estado de devoramiento.
Imagino al autor pegando papeles en un pizarrón de corcho e
intentando discernir cuál era la urdimbre de la estructura de su libro. Me
acordé de Blaise Cendrars: “Estoy acostado sobre una manta de
viaje/colorinche/como mi vida”. Y es que en este libro poesía y vida se confunden
comprobando que como sostenían los artistas Povera: “no hay una diferencia
esencial entre el arte y la vida”.
En primer lugar, deseo comentar que en este libro hay una
masculinidad evidente, no restrictiva, en la concepción del mundo y en el
catalejo con que se mira a la Otra, la deseada:
la venida de los dioses
en los labios mágicos
de una venadita que hace llover
y de paso
llorar
y de paso
el eco de una serpiente en espiral
al teñir los bordos ángulos
de un verano que nunca terminó
de terminar
O cuando nombra a la entrañable:
muda y lactante venadita
Y es que para la voz poética es importante:
escucharte el animal
para posteriormente invitar:
escucharte el animal
para posteriormente invitar:
llégale a mi garrocha
Sin que todo este lenguaje coloquial reproduzca alguna
intención excesiva de poder. No. Al
contrario, es una invitación a subvertir el orden del mundo. Un imperativo:
batan chance de alas
O bien:
nada de que ya mero
el cosmos espera
Y la invitación:
ora, aletéyele, compadre
En el libro, persiste esa resignación budista de entregarnos a lo que no podemos controlar:
ora, aletéyele, compadre
En el libro, persiste esa resignación budista de entregarnos a lo que no podemos controlar:
Por ejemplo:
vara aguanto
y si a dios se le duerme no hay bronca
Existe además un trabajo deliberado en el ritmo a lo largo
de todo el poemario. De un ritmo preocupado por la lengua que se dobla:
asociación disociativa de símbolos
en morfema de modo accidental
bi infinitivo
la santa madre ponética
El escritor nos demuestra que su escritura ha creado ya la
mancha, la desgarradura es evidente en los textos “Pido pedir” y “El mareo de
mamá”.
A mi juicio, “El mareo de mamá” corona el libro. Un poema
que cae con todo su peso frente a nosotros.
Al final, a pesar de la desolación a la que fuimos sometidos
(pero las esquinas me tumban), como lectores no dejamos de respirar tranquilos
porque sabemos que la voz poética ha
prometido que:
de cualquier tumba me vuelvo a levantar
Ahora, queda la responsabilidad, como en todos los que
escriben, de que los hallazgos del lenguaje y estos textos tan rítmicos y
vitales sigan guareciéndose en el oficio. Celebro así que este libro y esta
mancha existan sobre la Tierra.
Lauri García Dueñas.
Jueves 17 de enero de
2013, Santa María la Ribera, Ciudad de México.
sábado, enero 05, 2013
Chic
Miércoles 2 de enero de 2013
las pústulas de su cara desaparecen
cuando se ríe
su pelo corto es de erizo negro.
Chic está sentada en la banqueta de
la frontera de ciudad Cuauhtémoc
un niño todavía de brazos la
señala y repite su nombre:
Chic, Chic
la señora que vende tacos de papa
riéndose, le pregunta al niño:
¿Es tu novia?
No, responde y la llama:
Chic, Chic.
La niña camina descalza
sus ojos están perdidos en ese
espacio diferente de la mente que algunos conocemos
saluda y sus ojos son grietas
cálidas hacia otro lugar
dice adiós pero retrocede
ha visto una vagoneta llena de
turistas
rompe a abrazarlos a todos
poseída
se ríe
Chic, Chic
algunos se apartan porque está
sucia
y un espacio diferente en la
mente siempre apabulla
pero ella insiste en su cariño
arrebatado.
Un hombre mayor se vuelve niño y se
deja llevar
un hombre joven se desinfecta las
manos después del abrazo.
Chic nos dice adiós.
Adiós, Chic, adiós.
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