lunes, noviembre 26, 2012

Desconocidos


“Todas esas bien intencionadas personas que me dieron libros oscuros
cuando lo que yo necesitaba en realidad era una buena comida”, Bob Kaufman.


A la gente no le gusta que los desconocidos les hablen los domingos
así súbitamente
sin ambages.

El señor de los camotes se asusta
si una muchacha le saluda y acerca sus manos frías
a la chimenea del carrito.

Si una señora con dos boston terriers recibe un
“qué bonitos sus perros”
volteará la cara
pasará del piropo
ignorará la voz.

No vaya a ser que el saludo abra un hueco en la estructura ósea de la realidad.

En cambio, si un vendedor desconocido de cine arte interrumpe a quien esto escribe
levantaré los ojos
pediré disculpas por no tener dinero
por ser pobre y ocultarlo
por sentir el alma como un pájaro pequeño temblar adentro del cuerpo
estar tan sensible a las bajas temperaturas y al paso del tiempo.

Es difícil ser un desconocido los domingos
y saber que solo queda en la billetera tan poco
el sueño de unos zapatos nuevos
más tiempo.

Pero lo peor de ser un desconocido los domingos es sentir el alma temblar
como un pájaro pequeño
adentro de este cuerpo.

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