viernes, enero 29, 2016

El 25 de enero de 2006...

El 25 de enero de 2006, llegué a México por primera vez en mi vida. Esa noche dejé mi maleta en el departamento que compartí con mi gran amiga salvadoreña Laura Aguirre en la colonia Viaducto Piedad, en todo el país no conocía a nadie más.

En dos maletas, cabía mi vida material, había traído ropa y un par de libros. Era el día más frío registrado en la Ciudad de México en mucho tiempo; Laura me prestó un abrigo, un gorro y unos guantes. En el aeropuerto, Jaime Neftali Martínez Hernández, a quien solo conocía virtualmente por un foro de literatura en internet, me regaló una tacita de cerámica talavera que todavía conservo, fue mi primera posesión física en este país.

La cerámica china empezó a venir a México desde Filipinas a partir del siglo XVI para desembarcar en Acapulco abordo de enormes galeones que hicieron ese recorrido durante un par de siglos, luego, dicha cerámica adoptó su versión mexicana y se tornó talavera. La tacita de inspiración china, tornada mexicana mediante su desembarco acapulqueño, tal vez fue una premonición.
Salimos a Coyoacán a tomar una cerveza en el Mesón del Gran Tunar. Fue la primera vez que me subí a un metro. Al día siguiente, tenía que presentarme en la UNAM donde estudié mi maestría durante tres años, de regreso a mi casa me perdí, me perdí muchas veces en la gran ciudad.

Trece días después, celebré mi cumpleaños comiendo sushi con Laura. Todo en mi vida era víspera.
Vine, en un principio, por dos años y medio, becada por la fundación Heinrich Böll y me fui quedando, diciendo "un año más en México". Me quedé por mi propio gusto y albedrío, en un principio por nuestro colectivo Las Poetas del Megáfono y luego por tantas razones propias e intrasferibles, no por las personas que me dicen que no vuelva a El Salvador porque allá no hay oportunidades para los creadores, porque sé que sí las hay.

En todos los países, la gente puede hacer casa, desde Noruega hasta Kenia, no hay lugares de mayor o menor valía para vivir.

Lo que no sabía ese 25 de enero de 2006 es que México me daría al compañero y amor de mi vida, Efraín Ríos Reyes, a quien conocí en Arcelia, Guerrero, en uno de los lugares más remotos y violentos del país; a un bebé amado desde esta su larga espera: Agustín; a una tribu extensa de amigos incondicionales; no sabía que extendería mi familia con mi cuñis Andrea E. García y todos los suyos que tan bien nos tratan; con mis suegros y mi nueva familia política amorosa; que tendría la donación vital de conocer a talleristas y maestros que cimbraron mi ser y mi escritura: Javier Norambuena-Ureta, David Huerta, Saúl Ibargoyen, María Auxiliadora Álvarez, Mara Pastor (mi primera sensei yogui); estudiantes y colegas; nuestro salvajísimo gato Selvo que escogió el gran Nico para mí; yoga y meditación; trabajo y estímulos en lo que más amo: la escritura e investigación de fenómenos sociales; viajes de gozo y trabajo a varios países y 23 estados de la república mexicana; el poder vivir en tres ciudades del país (Mexicali al norte, Ciudad de México al centro y Acapulco al sur); la oportunidad de comer a diario de una de las gastronomías más exquisitas del planeta; la posibilidad de vivir en seis viviendas y conocer roommates de distintas intensidades y lugares; estudios; festivales; coloquios; seminarios; lecturas; libros publicados (tres poemarios, dos libros de investigación, antologías y seis plaquets); publicaciones en revistas y periódicos; conciertos y vagancias. Y el año pasado, mi residencia laboral permanente.

A diez años de mi llegada a México, solo tengo ganas de celebrar y agradecer a todas las personas que me han querido, me han dado trabajo y me han acuerpado.


Y a las personas que también me quieren y me acuerpan desde El Salvador y otras geografías.
Iba a poner de postdata las cosas dolorosas o tristes que también me han pasado en este país, pero no quiero enturbiar este DÉCIMO aniversario, pues son pocas e insignificantes en comparación a la necesidad de agradecer :)

jueves, enero 21, 2016

Te ves chistosa, mamá, te ves como Yoko Ono.

Te ves chistosa, mamá. Te ves como Yoko Ono”
Impermanencias recientes en la Ciudad de México
Viernes 15 de enero de 2016
Ciudad de México

*Estoy segura de que esta es la peor imagen que he visto o veré en la gran ciudad. A la salida de la estación Insurgentes hacia la Zona Rosa, una mujer indigente se ha cagado en su ropa y, con dificultad, otro indigente la ayuda a cambiarse. Pero ella grita como un animal desesperado. “Lo he visto todo”, pienso. La gente camina como si nada, enfundada en sus abrigos elegantes y yo bajo la cabeza aguantándome las ganas de llorar.

*El señor Alejandro se la toma muy en serio, bolea mis botas como si de eso dependiera la imagen que me acompañará toda la vida, se toma mucho tiempo en hacer su trabajo, mezclando menjurjes y coordinando la cinética de su trapo gris de mano en mano, como un mago de la pasta de zapatos, repite, como un mantra, que mis botas quedarán muy bonitas. Me sube y baja de la silla de bolear con brutal delicadeza, aunque no regateo el precio, habla para sus adentros, calcula y, en un acto que le parece lleno de justicia, decide cobrarme solo 20 pesos. Quisiera decirles a todos que vayan a lustrar sus zapatos con el señor Alejandro, él trabaja todos los días en la glorieta de Insurgentes. Su sillón tiene colgados dos zapatos de niños antiguos en la parte superior.

*Compartimos mesa porque no hay suficiente sitio en el lugar. La señora está vestida como lo hacía mi madre en los años ochenta. Espera a otra que también se viste como ella, realmente siento el choque de su estética y su tiempo con el actual. Las señoras me caen bien de entrada pero no me gusta su conversación, ni el cómo la jefa le habla a la que es su empleada. “Esa manía que tenemos todos de hablar de la vida de los otros como si nos concerniera”, pienso.
A su lado, hay una muchacha que me sonríe a cada bocado que da, es flaca pero ya lleva como tres platos y está bien contenta, como yo, con el sabor alucinante de la comida, le sonrío y sé que nos conocemos de algo. Tal vez solo somos amigas de Facebook. Quién sabe. Me da pena no haberla reconocido, pero al irme pelo mis dientes como mazorcas para sonreírle amplio y que no crea que no la quise saludar.

*Estamos efervescentes de orgullo por la graduación de Sara. En el casino español, cenamos en el salón de los reyes, la pintura de Felipe y Sofía parece observarnos. La paleta de color y los decorados son muy distintos a la imágenes de los indigentes en Insurgentes. “Ay la ciudad, ay nosotros”, pienso. Otras personas aseguran que la pintura se trata de la estampa de otros reyes. “No, son Felipe padre y la reina Sofía”, insisto. “Es que mi madre es experta en la vida de los reyes por sus revistas de vanidades”, agrego.

*A las 2 a.m. el taxista decide avanzar una cuadra en contrasentido, fue su idea, no la mía, grito cuando veo unas luces. “Son solo motociclistas, no importa”, se excusa. Llego sana y salva a casa de tía Carmen, con el Jesús en la boca, y recuerdo que los taxistas de esta ciudad son unos degenerados.


Sábado 16 de enero de 2016
Ciudad de México
*Hay una chica de pelo pintado de rubio llorando desconsolada a la par de un wey. El wey no le hace caso. Atrás de ella; ambos se encuentran sentados en la banca de los andenes de la estación Villa de Cortés; hay un anuncio con fotografías de mujeres elegantes del México de los años veinte, como parte de la exposición “Pasado venidero” de Carlos Monsiváis en el museo del Estanquillo. Las mujeres elegantes de las fotos parecen ver a la muchacha rubia que llora desde lejos.

-Te ves chistosa, mamá. Te ves como Yoko Ono- dice el niño de zapatos Crocks y mochila del hombre araña que va agarrado del tubo de la puerta del metro.
La mamá se aparta el pelo ondulado y desordenado de la cara y ve su reflejo en el cristal del vagón. Sonríe.

*Un adolescente quiere hacer que el sonido del piano que causan los escalones de la estación Polanco se oiga a su manera y por eso se mueve con fruición en la parte de abajo de la escalinata. Pero una anciana baja rápido las gradas, así que el piano invisible suena al son de la señora y no del muchacho.

*Un bebé blanco, rubio y chapeado descubre algo o a alguien dentro de mí y no deja de sonreírme y hacerme señas desde su cochecito, mientras encargo jugo, desayuno y café en el Ojo de Agua.

*Un adolescente largo, morenazo, pelo negro, guapo y bien vestido atraviesa la banqueta en su patineta eléctrica cargando dos cafés. “Este es el acabose de la humanidad”, le dice una joven coqueta a su novio al ver al chico de la patineta cruzar la calle. “Ya no quieren ni mover los pies”, se queja. A su lado, pasa un perro boston terrier con un plástico endurecido en forma de megáfono trabado en el cuello y su dueño carga tranquilamente dos baguettes. “Cuándo será el acabose de la humanidad”, pienso.



Domingo 17 de enero de 2016
Ciudad de México
*”No me quiero bañar, no me quiero bañar, hace mucho frío”.
* Dos ciegos cantan en el metro el bolero “Cerca del mar”. El hombre lleva el pantalón café enfundado casi hasta el cuello. También van vestidos como en otro tiempo. La mujer es inquietante, sin duda, sus pupilas están completamente en blanco. “Esa es mi canción con Efraín”, pienso, y trato de memorizar la letra. “Qué coincidencia que dos ciegos canten esa canción aquí”, me digo. Ya quiero volver a Acapulco.
* Un insoportable embaucador que finge hablar con acento español dice de memoria una fábula cursi en nuestro vagón, luego asegura que la escribió Julio Cortázar. “¡Claro que semejante esperpento no lo escribió Julio Cortázar!”, tengo ganas de gritarles a todos, y desenmascarar al impostor abusivo que todavía se atreve a pedirnos monedas. Y eso que ya no me gusta tanto Cortázar, pero no se vale que lo anden calumniando en el metro.
*Una joven argentina divorciada platica con dos señores mayores, una mujer y un hombre, también argentinos. Suena algo amargada. El hombre le dice que por suerte se mantiene ocupada y entretenida, además de felicitarla por llevar internet permanente en su teléfono. Dejo de escucharlos, siento que ella les miente de alguna forma.
* Venden una revista con la historia de David Bowie en el puesto de revistas. Pienso en Ginn.

Lunes 18 de enero de 2016
Ciudad de México
*Al dormir, oigo el sonido imparable de los autos sobre la calzada de Tlalpan. Ese sonido siempre me ha gustado. Sonrío.

Martes 19 de enero de 2016
Ciudad de México
*Vuelvo a escuchar el sonido imparable de los autos sobre Tlalpan, sé que es hora de irme. Prefiero el ruido imparable del mar. No es nada personal en su contra, sé que un día, en varios meses, volveré a la gran ciudad con Agustín en brazos.


martes, enero 12, 2016

Escribir bien. Escribir un periodismo de tentación.

Escribir bien. Escribir un periodismo de tentación.
01/12/12
De mi archivo
Lauri García Dueñas

Pocas veces en la vida, o tal vez solo una, tenemos la oportunidad de escuchar en una misma jornada a Alex Grijelmo, Juan Villoro y Martín Caparrós.
Pero no estuvieron solos. El sábado 1 de diciembre de 2012, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y el VIII Encuentro Internacional de Periodistas de la Universidad de Guadalajara (UDG) nos dieron la oportunidad, a un centenar de personas, de escuchar la conversación “La crónica periodística, el boceto de la historia”, donde estuvieron Caparrós y Villoro pero también el periodista Juan Pablo Meneses y "Escribir bien, informar mejor. El lenguaje periodístico en la actualidad" donde Grijelmo compartió podio con Darío Jaramillo, poeta colombiano.
El argentino Martín Caparrós y el mexicano Juan Villoro, junto con la argentina Leila Guerriero, conforman la tríada de cronistas latinoamericanos más destacados en la actualidad.
El español Alex Grijelmo, también periodista y escritor, ha publicado Defensa apasionada del idioma español (1998), La seducción de las palabras (2000), La punta de la lengua (2004) y El genio del idioma (2004), además del conocido manual de estilo periodístico El estilo del periodista (1997).
Antecedido de las bromas de Caparrós, que se quejaba de tener que dar una conferencia a las diez de la mañana luego de una noche de cantina y hacía gestos para comprobarle a la concurrencia que la trasmisión del coloquio a la pantalla gigante estaba desfasada unos segundos; Villoro empezó explicando que el cronista es alguien que se acerca en zoom a los hechos, que tiene una curiosidad dispersa sobre lo que va a relatar.
Recordó cuando, hace un año en la FIL, en una conferencia de temas políticos, con una agenda de preguntas ya pactada, la “curiosidad dispersa” de un reportero del periódico español El Mundo hizo que le preguntara al entonces candidato Enrique Peña Nieto cuáles eran los tres libros que lo habían marcado, sin que este pudiese responderle.
Y no desaprovechó la oportunidad para afirmar que con la llegada de Peña Nieto a la presidencia, los mexicanos deberían de atrasar su reloj 71 años.
Villoro recomendó a los periodistas que, además de fijarse en lo que quieren descifrar, estén pendientes de lo que los rodea, sin olvidarse del contrato con la verdad que para él es lo verificable.
Martín Caparrós destacó que “me gusta leer los textos de Juan Villoro aunque me importen tres carajos”. Lo cual implica que un buen cronista será capaz de escribir tan bien que el lector no tendrá más salida que leerle aunque el tema no sea de su interés.
Villoro criticó el periodismo de fuente que convierte en monótona la curiosidad de algunos periodistas que no logran conectar las informaciones con una realidad más amplia. Por ejemplo, el periodista que cubre la nota roja o la nota política durante años pero sin muchas variantes.
El escritor mexicano invitó a hacer un “periodismo de tentación”, como cuando un comerciante le dijo a un cliente que no llevaba fruta ni verdura a domicilio porque “yo no vivo de sus necesidades sino de sus tentaciones”, es decir, si el cliente iba a su tienda por unos tomates, igual los compraba, pero también se llevaba unas toronjas, relató.
Explicó que el periodismo no es el retrato de la realidad sino la construcción de ésta dentro del texto.
Martín habló del proceso de “creación de la realidad” a través de la agenda periodística poniendo el ejemplo de The New York Times quien recientemente publicó un artículo sobre una especie de aguamalas que nunca mueren pues han podido controlar su ciclo vital, volviendo a regenerarse.
Sin embargo, las investigaciones al respecto iniciaron hace 25 años, pero es hasta ahora que fue publicado por el prestigioso periódico que se ha vuelto un tema mundial.
“No existía hasta que alguien lo contó, eso es construir la realidad”, remató.
Por su parte, Villoro criticó el narcisimo de la realidad que nos hace saber, sin tener necesidad, sobre los implantes de cierta modelo. La tiranía de la sobre-información.
Y también, arremetió contra el periodismo de inmersión que sucede cuando un periodista se introduce, suplanta, la vida cotidiana de sus personajes, fracasando, a su juicio, porque luego se la pasa contando cómo hizo el reportaje y no sus hallazgos.
Para él, esto no es necesario, porque el periodista puede ser “un testigo al borde de los sucesos”, basarse en la empatía, sin necesidad de suplantar la identidad de otras personas.
Sugirió confiar en la necesidad de contar que tienen los entrevistados, en el principio de la confesión donde “ser el otro facilita la intimidad”.
Caparrós reiteró esta propuesta al contar que hizo unas crónicas al estilo de “rubia tarada” cuando se iba a la provincia argentina, y aprovechando que su imagen de largos bigotes rizados es ya conocida, simplemente se sentaba en la plaza y la gente llegaba a contarle sus historias por ser un periodista “nacional”.
“El mundo está lleno de personas que quieren que las escuchen”, afirmó.
La crónica latinoamericana, a su juicio, debe relatar la vida cotidiana y contar el poder de otra forma que no sea solamente desde la miseria. Criticó “la hiper- muestra y la hiper-exhibición” de la violencia.
Sobre la curiosidad distinta, Villoro contó la historia de cuando un periodista le preguntó a un dictador sobre qué pensaba de Drácula y eso le sirvió para hacer el perfil del genocida.
El periodista afirmó que “la curiosidad distinta” intentará no centrarse en quién perpetra la violencia sino qué se pierde con la violencia, para restituir la historia de las víctimas.
Puso el ejemplo de un texto sobre los niños que juegan a ser sicarios y de qué manera el tema se acercaba a los lectores porque muchos niños han aprendido a jugar con armas de plástico.
Llegó el momento de hablar de twitter y Martín se quejó de que no puede haber un relato con estructura en dicha plataforma, pero comentó que él lo usa como una herramienta de intervención política para pegar un “pequeño gritito” contra ciertos aspectos con los que no está de acuerdo.
“Para lanzar pequeñas puyas intermitentes”, completó.
“Pero twitter no conserva”, dice, aunque le divierte escribir oraciones de 140 caracteres exactos, como cuando hace muchos años se tenía que contar con puntos en papel los titulares de los periódicos para que la frase calzara.
Al llegar el momento de las preguntas, Martín Caparrós dejó un “la crónica no reclama objetividad, porque asume que no lo es” y recalcó que toda elección, aunque sea para una nota, donde se eligen 20 líneas, ya implica subjetividad.
La subjetividad no implica deshonestidad y la objetividad no es sinónimo de honestidad, sostuvo.
Para Villoro, una crónica periodística entre mejor está escrita es más literaria y tenderá a permanecer vigente a pesar del paso del tiempo y puso como ejemplo “Relato de un náufrago” de Gabriel García Márquez e invitó a escribir desde la perplejidad y el asombro.
La crónica es como el peronismo, dijo Meneses, todos hablan de él pero nadie sabe qué es.
Meneses también bromeó con el hecho de que se sentía como el cuidador de la Mona Lisa, invisible, a la par de dos grandes cronistas.
Para Villoro, las noticias dan sentido, organizan los sucesos del mundo, un mundo que si fuese ideal no necesitaría noticias, cree.
Para Martín, los periodistas deben denunciar por los ciudadanos que no encuentran representación legítima.
Por último, el periodista mexicano comentó que muchas novelas se basan en noticias, pero lo que no considera conveniente es usufructuar la noticia como algunas novelas sobre el narcotráfico.
En su opinión, no se debe dar “gato por liebre” y hacer un uso efectista de las noticias para convertirlas en novelas.

Y llegó el turno de Grijelmo
Pero antes del poeta colombiano Darío Jaramillo que abrió el foro "Escribir bien, informar mejor. El lenguaje periodístico en la actualidad".
Jaramillo fue directo al decir que escribir bien es escribir claro. Hizo una breve referencia a la oscuridad y el retorcimiento en el barroco, así como al oscuro borrador opuesto al verso claro que proponía Lope de Vega.
Luego parafraseó a Jean Cocteau para indicar que el texto debe ser tan claro “que no se note el trabajo que nos costó”.
Grijelmo arrancó diciendo que todo lo escrito es propenso a convertirse en literatura y lo que debe buscarse, en primera instancia, es generar placer en el lector.
Según su experiencia, los reporteros que tienen un descuido en la forma de escribir, empezando por su ortografía y sintaxis, también son descuidados en el rigor, los datos y el contraste de fuentes.
“Las palabras son los trajes del pensamiento”, recordó.
“Creemos menos en los que tienen errores de ortografía”, “baja autoridad escribir con faltas de ortografía”, apuntó.
También reflexionó sobre la carga peyorativa que actualmente tiene la retórica cuando es el arte de convencer con las palabras, la manera en que se cuenta.
Recordó que los manuales de estilo periodísticos son herederos de los manuales de retórica.
Jaramillo comentó sobre el abuso del hipérbaton y el vicioso uso de las siglas. Esto último haría que muchas noticias no puedan ser comprendidas por los lectores que no saben el significado de estas.
Grijelmo, ya entrado en materia, sugirió que el léxico de los periodistas debe utilizar el lenguaje común, pero no vulgar, además de tener en cuenta el contexto y el ambiente en el que está inmerso.
Asegura que la proliferación de los anglicismos radica en un complejo de inferioridad de los hablantes del español que han llegado a creer que introducir vocablos en inglés en las oraciones es más prestigioso. Aseguró que algunas empresas utilizan vocablos en inglés para sus servicios más caros. Por ejemplo, business class contra clase turista. El servicio más caro está en inglés y el más barato en español.
También señaló lo inútil de “estirar las palabras”, lo que sucede porque no se confía en su fuerza. Por ejemplo, cuando se dice “innecesariedad” en vez de “innecesario” y “peligrosidad” en vez de “peligro”.
O bien cuando se hace una asociación imposible de palabras como “larga salva de aplausos” o “completamente abarrotada”, cuando el “abarrotada” ya tiene implícito el “completamente”.
Jaramillo recordó a Huidobro: “El adjetivo cuando no da vida mata”.
En cambio, Grijelmo resaltó que hay asociaciones literarias que son brillantes como algunas del poeta colombiano.
“Cuando se ponen palabras juntas que no han estado nunca una al lado de la otra es belleza”, apuntó.
“Las palabras tienen mucha fuerza, las palabras mandan sobre nosotros”, afirmó, poniendo como ejemplo que si alguien dice que otro está “involucrado en una venta de armas”, directamente pensamos que es un criminal, cuando bien puede estar involucrado en una venta legal de armas en una tienda autorizada.
El caso es que, por su uso, la palabra “involucrado” es condenatoria. Y el uso no siempre está implícito en el diccionario.
También llegó el momento de hablar del Internet y ahí el experto de la lengua española sostuvo que “las redes sociales son la calle” y que “el Internet es un basural lleno de joyas” por lo que hay que tener un sentido de distinción de lo que es basura y joyas. “Internet es la vida, Internet es todo, como todo está en la realidad”, dijo.
El oficio del periodista sería tratar de interpretar la música en un mundo de mucho ruido.
Llegó el momento de pasar el micrófono al público y un estudiante le preguntó qué pensaba de los adolescentes que cambian la “k” por la “q” y Grijelmo respondió que mientras eso fuera solo el registro de un tipo de lenguaje no es grave, aunque no desea que llegue el momento en que las palabras sean “esqueletos ambulantes en vez de carne”.
Grijelmo aseguró que en nuestra lengua “todo lo que sucede es por lógica”.
El periodista español recordó que el lector de periódicos compite con los panecillos del desayuno y que si el contenido no está bien escrito se decantará por el panecillo.
Siguieron lloviendo frases como sentencias: “Hay que reducir los mensajes a esencia”, “el periodismo hace circular la realidad”, “la verdad es inabarcable”, “para un periodista la verdad es inalcanzable”.
Pero aún así, para Grijelmo, el periodista debe guardar la veracidad, honradez, ecuanimidad y neutralidad.
Por su lado, Jaramillo aportó que el gerundio paraliza el lenguaje y que el abuso de éste viene de las malas traducciones del inglés.
Grijelmo continúo con un inolvidable “el genio de la lengua somos todos los hablantes y los que lo usaron antes, un ser muy curioso que nos atenaza”.
Ante la pregunta de una maestra entre el público que se quejaba de que sus alumnos no querían escribir bien porque de todas maneras “sale mal” en la televisión, Grijelmo contestó que no es deseable que los jóvenes no quieran cambiar la sociedad, mejorar los medios de comunicación y el mundo.

lunes, diciembre 28, 2015

Trece sueños para Agustín

Estos han sido los sueños que durante seis meses he tenido o nos han surgido, esperándote, Agustín:

  1. Un día antes de hacernos el examen de embarazo, soñé a Agustín envuelto en una manta blanca, bien apretado, como taquito, tenía los ojos cerrados, las pestañas largas y rectas, los cachetes frondosos, pelo negro y lacio, la expresión relajada, él estaba durmiendo la siesta entre su padre, Efraín, a su derecha, y su madre (yo), a su izquierda. Ambos padres estábamos en ropa interior por el calor del Puerto de Acapulco. La luz crepitaba, era amarilla y cálida.
  2. En el segundo sueño, mi hijo y yo estábamos solos en su habitación, yo le cambiaba el pañal de tela y le ponía talco, él tenía unos nueve meses y era muy cabezón, se parecía a mi hermano Edgardo a su edad, andaba descalzo y sin camisa, yo le enseñaba a jugar con unos legos grandes de color rojo y amarillo.
  3. En el tercer sueño, Agustín, de unos siete años, estaba de pie frente a nuestra casa, de espaldas al parque donde hay muchos árboles tropicales, llevaba bermudas cafés, como las de su padre, iba descalzo y sin camisa, aparecía al centro de la imagen, quemado por el sol, acanelado, su cara hermosa, ojos de almendra, entre negros y cafés, rasgos angulosos pero suaves, tenía la sensación de que él acababa de trepar y bajarse de un árbol o tirar piedras con una honda.
  4. Frente a mí, vi una entropía de cuerpos, un mar de gentes, pero, en medio de la multitud que fluía, yo podía reconocer a mi hijo.
  5. Robin y yo volábamos en un Tiranosaurio Rex, yo sé que esos dinosaurios no vuelan pero en mi sueño sí se podía, atravesábamos paisajes verdes y lagos largos, al aterrizar, le invitaba a Robin unos tacos de plátano maduro.
  6. Manu, Yaxkin, Emmanuel, Gerardo y yo estábamos leyendo poemas en voz alta alrededor de un tronco donde se enrollaban listones, estábamos conectados por hilos de tela. Vi a Gerardo, con su chamarra café de cuero y, a pesar de estar tan joven, tenía un largo mechón de canas blancas espejeantes que era lo que más sobresalía de la imagen.
  7. Ermis y Raúl, dos amigos salvadoreños, me daban consejos sobre intimidades del embarazo. Creo que estaban borrachos.
  8. Soñé que mi amigo Javier Espinoza venía desde Londres a Acapulco al saber que estaba embarazada, me abrazaba y, de pronto, el paisaje alrededor se convertía en Los Cóbanos, El Salvador.
  9. Me encontraba por casualidad a John Z. en la fila del OXXO, tienda mexicana de 24 horas, él llevaba su bolsa blanca con verde para el pan y su clásica chaqueta de mezclilla pero, dentro de su bolsa, cargaba dos baterías de auto con las que yo concluía que se iría a Caborca, Sonora, México.
  10. Ana Cristina soñó que yo estaba en el hospital con su abuelo, los dos compartíamos la misma habitación, pero nuestro estado no era grave, yo lucía plácida.
  11. Didine soñó que ella iba escalando un árbol inmenso, tenía miedo de seguir subiendo pero me veía a mí que iba de bajada, confiada, platicando con gente y riéndome, el verme bajar con soltura de primate la inspiró a seguir subiendo.
  12. Soñé que Mario Lungo, que en paz descanse, llevaba a su esposa América a las playas de Mexicali. Él, a mis quince años, me dijo que no me dedicara a otra cosa que no fuera escribir.
  13. Soñé con mi abuela Tita, en medio de una historia larga de argumento complejo que ya no recuerdo. Llevaba puesto su vestido negro de flores anaranjadas y fucsias con el que, de niña, la atisbaba llegar cuando, agarrándose de la pared, se deslizaba para sentarse con nosotros en la sala a ver la televisión.

martes, diciembre 15, 2015

Premio Único Nacional en los XXIV Juegos Florales de San Vicente, El Salvador, en la rama de Poesía

La niña que quería ser poeta desde los ocho años y empezó a escribir a los trece dedica hoy su premio único nacional en los XXIV Juegos Florales de San Vicente, El Salvador, en la rama de Poesía a otro niño: Agustín Ríos García. Llevado en mi vientre por casi seis meses, a mi compañero y amor, a mis padres y familia que nunca cuestionaron, al contrario, alientan, que dedique mi vida a la escritura. A mi querida y admirada Argelia Quintana y su hija Amada Libertad, poeta salvadoreña muerta en combate en 1991, quien también ganó juegos florales, como muchos de mis más leídos escritores salvadoreños. Escribí "Espíritu" en 2014, lo revisé en 2015 y su última estrofa dice así:
"Voy hacia el hueso de mi escritura
creo en la sombra
pero también
en la luminiscencia de las cosas
en el agua
y en el jardín".
Dice el lugar común, que por algo es común, que los bebés vienen con los panes bajo el brazo y, por supuesto, consagrados por los buenos augurios.
http://www.cultura.gob.sv/jovenes-se-apoderan-de-los-juegos-florales/

viernes, diciembre 11, 2015

Lanugo 1


Lanugo 1[1]

Estar embarazada ha sido más complejo, polisémico y multiforme de lo que pude haber intuido. Antes, pensaba que a las embarazadas les crecía la panza “y ya”. Pero estarlo me ha hecho encarnar en uno de los estados límbicos del ser más heterogéneos que pueda describir.

He recibido mucha empatía de las personas y también todo lo contrario. Por ejemplo, una señora inmensamente gorda que esperaba en mi misma fila no me creyó cuando pedí que por favor me dieran paso preferencial para un trámite burocrático, no deseaba hacer la larga fila, pues los pies se me hinchan como globos de carne suaves. Me miró y me dijo:

-          ¿De verdad está embarazada?- mirando mi pequeña panza.

-          Señora, le respondí, no mentiría en algo como eso.

Los señores a quienes les pedí en el Distrito Federal que me cedieran el asiento de embarazadas tampoco se mostraron tan gozosos, de seguro, porque toqué el hombro de algunos cuando se hacían los dormidos. Y es que hay algo importante: el embarazo realmente “no se nota” hasta que las mujeres están en el tercer trimestre pero el primer trimestre es el más delicado. Y la sociedad no está educada para ser amable y delicada con las embarazadas de uno, dos y tres meses. Por lo que mi amiga Ginn, una vez en el metro Guerrero, me tomó de la mano, me abrió paso a la fuerza y gritó el “¡Está embarazada!” como una auténtica guerrera mexica.

Una vez casi lloro cuando, en el Metrobús, una señora me aventó, me echó el camión, me dio un toque con su cadera, pero yo me mantuve firme, agarrada de dos travesaños. Opté por esperar en los andenes a que los transportes públicos fueran más vacíos, pero todos sabemos que el espacio libre no es una cualidad del transporte público de nuestros países.

No quiero repetir lo que sentí cuando el degenerado corredor de la colonia Libertadores de Acapulco me tocó las nalgas a pleno día. Espero que la maldición que le eché seque su mano.  Sí quiero recordar el apoyo que dos jóvenes desconocidos me dieron en ese momento. Y el de mi compañero y amigos.

La bitácora

Quise empezar esta bitácora antes, pero me inundó cierto pudor lingüístico. Ahora siento que estoy fuerte como una jacaranda o maquilishuat, efervescente y confiada en el porvenir, por eso empecé con estas notas. Además, la estancia en El Salvador me ha llenado de buenos augurios, dormir justo en medio del patio donde crecí, rodeada por los pájaros que ladran y platican.

Lo que quería contar hoy, antes de que se me olvide, es que desayuné con mi madre y la señora Susana, trabajadora doméstica de 38 años, hija de una partera, quien ha tenido cinco hijos “en su casa”, aunque le había prometido a su doctora que tendría su último hijo en el hospital pero decidió que no, que mejor lo tendría con su mamá partera para que no le hicieran la episiotomía (esa palabra fea que representa una herida entre la vagina y el ano y que, según Susana, algunos doctores salvadoreños practican para que las mujeres “guarden la dieta” y no tengan relaciones sexuales, o “al menos les duela”, durante el postparto y no vuelvan a salir embarazadas tan pronto. Una salvajada pues)

Por su parte, mi madre empieza cualquier plática con respecto a sus partos diciendo “no me acuerdo” y, poco a poco, va soltando la sopa. Recuerda que mi hermano Gilberto nació un domingo, que su primer parto fue el más largo, que su quinto parto iba a ser cesárea pero le pidió al doctor “ayúdeme”,  aclaró que no tenía para pagar la cesárea y el galeno “la ayudó” para darle vuelta a la niña que venía de espaldas, porque tenía espalda ancha, hasta la fecha.

En su tercer parto, en el que vine a La Tierra, mi padre intentó acompañarla y él le pedía que no se quejara porque “el parir no debe ser un dolor”, según la teoría claro, a mi madre eso la desesperó y le dijo a mi progenitor “mejor andáte”. Mi padre cuenta lo mismo de una manera más idílica y oculta información deliberadamente.

Susana lo primero que recuerda es a su segunda hija que nació a los ocho meses de embarazo pero murió al siguiente día. Luego, cuenta la anécdota de una familiar a quien una tía no le quiso dar sandía y, por eso, perdió un bebé varón a los tres meses y medio de embarazo. “Porque los varones son muy antojadizos”. Se enorgullece de haber trabajado hasta el último día antes de cada uno de sus partos, en alguna ocasión, sacando agua de un pozo de unos 18 metros de profundidad. También explica que “por necesidad”, al tercer día de parir, regresaba a las labores domésticas, hasta el punto de moler maíz en la piedra de moler.

En su tercer parto, Susana tuvo dolores todo el día, cuando llegó su marido, ella le avisó y él respondió: “Mejor te llevo donde tu mamá, porque yo de esto no sé”.

La mamá partera de Susana ya “entregó” su puesto porque es mayor. Las mujeres de su comunidad ahora acuden al hospital, ya casi nadie atiende en las casas porque, si se muere el bebé, las parteras pueden ser procesadas penalmente.

El embarazo y el parto se me hacen todavía un silogismo con el tercer sentido aún oculto. Un mito que late justo al centro de la cultura popular. Una pepita a la que habrá que abrir para conocer su interior.  Se me viene a la mente la cara de Efraín; mi compañero de vida, mi amor; en la primera clase con la partera donde, al principio, ni siquiera quería sentarse, y luego, él más tranquilo, aprendimos juntos de las seis fases del parto y supimos más sobre las 18 horas, esperemos que no más, que puede durar.

Una mujer embarazada es una especie de tótem, una oreja social a la que la gente cuenta sus experiencias, miedos y, a veces tristezas, con respecto a la vida, otros embarazos y otros hijos. La gente nos hace preguntas complejas sobre nuestro estado y el ser. Una también representa la empatía de los seres humanos, porque cómo, no es posible, hay ciertas cosas crueles que la gente, por suerte, se abstiene de decir o hacer frente a una mujer embarazada.

Los fumadores se alejan, la gente te dice “princesa”, te soban la panza, te mandan videos random (como el que me mandó Genkidama Ñu) o tutoriales para hacer que los bebés dejen de llorar. Te envían libros digitales y mucha información que no se puede procesar porque una sufre de largos letargos y siestas. En los primeros meses, no pude leer una cuartilla entera sin cabecear. Un día me dormí cuarenta minutos sentada en una heladería, ante la mirada estupefacta de Efraín, quien esperó con paciencia.

Me imagino que así como, en las culturas antiguas, el consejo de ancianos fungía funciones especiales, la de la embarazada debe haber sido la de un oráculo o maga. Las embarazadas soñamos historias hermosas y delirantes, en tecnicolor, tenemos una meta-sensibilidad premonitoria, una meta-lucidez, eso sí, sufrimos de repentinos ascos y sobresaltos, miedos, gozos, emociones que cambian de un segundo a otro. Reímos a carcajadas, nos enojamos y, al ratito, estamos llorando. Algunas odiarán que toquen su panza, a otras, como a mí, nos encanta. Es difícil tocarse los pies y, al mismo tiempo, se lleva sobre los hombros toda la historia de la evolución humana, del universo, la flora, la fauna, la vida microscópica.

En estos meses, he recibido de la vida grandes regalos: un hogar con Efraín y Selvo, buenos deseos, reiki, miradas de ternura aun de desconocidos. He enfrentado la intemperie, el vértigo, el miedo, la angustia, la soledad de no poder comunicar precisamente lo que una siente.

Pero deseo seguir aquí, sana, para continuar relatando esta historia y seguir de pie, como las ceibas, hasta que mi hijo Agustín tenga unos sesenta años y yo, noventa y cinco. Porque estar embarazada significa también no creer en la muerte, ni en la violencia, sino en la vida, y en la vida en abundancia. 
Lauri García Dueñas.
San Salvador, El Salvador, 11 de diciembre de 2015.

 

 







[1] Lanugo es el vello que recubre a los bebés dentro del vientre.

 

martes, noviembre 10, 2015

Por la señal de la peloncita

"Por la señal de la peloncita", reunión de algunas de mis minicrónicas citadinas que he escrito durante los últimos años, ganó el tercer lugar entre 95 trabajos de "La crónica como antídoto" del Centro Cultural CCU Tlatelolco de la UNAM. El jurado dijo: "Posee la inquietud de la cronista infatigable, que está en la búsqueda y rescate de personajes y situaciones citadinas". 
Aquí les dejo la minicrónica que da título a la antología. 
"Jueves 14 de enero de 2015
¡Por la señal de la Santa Cruz! ¡Por la señal de la peloncita!, grita una muchacha joven, flaquísima, de zapatos mojados, sudadera con gorro y un bote de pegamento pegado a la nariz en las escaleras de la estación Hidalgo. La gente se ríe". 
Gracias a todos los amigos que leen mis minicrónicas ¡Viva la peloncita!

Mis reseñas más recientes

El borde afilado de la última poesía cubana
http://www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/destacados/el-borde-afilado-de-la-ultima-poesia-cubana/

María Zambrano: La unidad encarnada de la poesía
http://www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/resenas/maria-zambrano-la-unidad-encarnada-de-la-poesia/

martes, octubre 13, 2015

Taller de escritura en Acapulco



Luchadores sociales

El primer luchador social que conocí sin haberlo visto fue mi abuelo Juan Gilberto. Todavía su cara delgada y bigote recortado están impregnados en mis recuerdos significativos de niña. Uno sigue siendo el niño que fue durante lo que resta de la vida.
De él, se cuenta que no tenía familia materna ni paterna, nunca utilizó zapatos -por el orgullo de ser indígena descalzo-, aunque sus hijas insistían en regalarle unos, él nunca aceptó. Índigena, uno de los fundadores del Partido Comunista salvadoreño, sobreviviente de la masacre de 1932. Su foto enmarcada en madera café está en la última repisa del librero de mi padre, donde a diario vigiló nuestra infancia desde su silencio sepia, como una especie de héroe cotidiano.
En los años ochenta, me gustaba acompañar a mis padres a las marchas, una vez, cuando cursaba tercer grado de primaria, una niña me dijo, en un tono que interpreté acusatorio, que me había visto en la marcha de los trabajadores. Tuve miedo, sabía que mi familia corría peligro, aunque fue hasta años después que comprendí las dimensiones de éste. Y también conocí, temprano, la figura del soplón y el traidor. Y desde entonces la detesto.
Crecí teniendo como héroes a algunos luchadores sociales cercanos y todavía es así. Aunque de vez en vez, me decepcione de algunos otros más lejanos.
En 2005, por ejemplo, cuando visité Cuba y me di cuenta de que los funcionarios del Partido Comunista tienen importantes privilegios económicos sobre la población, algo en mi fe laica se rompió.
También me ponen a dudar esos estudiantes universitarios con banderas rojas y negras que repiten los discursos setenteros pero que, cuando te acercas a ellos, te das cuenta de que no han leído los textos de los autores que intentan emular y no demuestran tener las herramientas de análisis de la realidad, sino solo el deseo de defender visceralmente sus ideas, mediante la descalificación de los posicionamientos de otros.
Como la cantautora que hace unos días me decía por twitter que los artistas y estudiantes no deberían solicitar ni aceptar becas estatales en México porque fue el Estado quien asesinó a los 43 estudiantes en Iguala. Yo intentaba explicarle que, al contrario, hay que exigirle a los Estados más y mejores becas para una población más numerosa, sin que eso implique una especie de coptación. Su argumento me pareció tan absurdo como decir que no hay que circular por el asfalto porque fue el Estado el que lo mandó a poner.
Al menos yo, no quiero un Estado neoliberal y débil sino un Estado bienestar dirigido por personas honestas. Yo sé que falta mucho para que eso se consiga, pero eso deseo.
Esos luchachores sociales recalcitrantes como la cantante creen que tienen superioridad moral por ser, supuestamente, más radicales que los demás.

43
En 2015, México conmemora un año de la desaparición de 43 muchachos de la escuela normal de Ayotzinapa, exigiendo justicia en marchas por todo el país. Ahora que vivo en Guerrero, he escuchado el comentario evidente, con pesar de quien lo cuenta, que los dirigentes de la escuela y el movimiento al que pertenecían permanecieron a salvo mientras los chicos tomaban los autobuses que los llevaron a su muerte.
Como permanecieron a salvo muchos comandantes militares y guerrilleros salvadoreños, cuando eran los más jóvenes y sin experiencia los que morían en los frentes de guerra.
He escuchado además los comentarios peyorativos contra los “Ayotzinapos”, grupo de personas que protestan contra la masacre cerrando las vías de comunicación y dañando ciertos espacios públicos, pero también me pongo a pensar que todo movimiento social latinoamericano suele estar infliltrado por facciones violentas que intentan desprestigiar las causas.
En medio de todos estos recuerdos y coyunturas, me pregunto ¿Qué implica entonces ser un luchador social ahora?
Como dice Isadora Bonilla, no basta con dedicar el tiempo que nos sobra a las causas sociales, ni atacar a los compas que solicitan becas estatales, enalteciéndose porque los que no las piden están supuestamente fuera del sistema. No es suficiente tampoco vender discos y libros 'independientes' para el lucro individual o editorial, o bien, emborracharse llenos de odio y resentimientos sociales que generan impotencia.
Tampoco podríamos exigirle a los luchadores sociales del siglo XXI absoluta coherencia, porque los patrones de consumo capitalistas sí nos tienen coptados y, hasta a las personas más radicales, se le puede rastrear una ropita de marca, una bolsa de Wallmart o un ticket de comida rápida. Y esto, a mi juicio, no te descalifica a priori, aunque revisar los patrones de consumo de cada uno sea necesario.
Ya quisiéramos saber siempre de dónde viene nuestra tecnología (por cada teléfono y computadora nuevos se usa un metal que solo existe en El Congo y que está siendo explotado en un contexto de guerra donde participan niños como soldados), ropa y comida y dormir tranquilos sabiendo que no contribuimos a la explotación. Pero no. Animales socializados como somos, nadie está libre de algún dejo de los defectos de la humanidad que más critica: clasismo, racismo, machismo, autoritarismo.
Porque vaya cómo son de autoritaristas y egocéntricas algunas personas que se llaman luchadores sociales. A veces, parece una competencia de superioridad moral, y no de honestidad y empatía, para ver quién es más encendido en sus discursos como si eso los elevase sobre “la masa enajenada”.
No falta el panfletario irrespetuoso que se sube a los transportes a decirnos, mesiánico, que leamos y apaguemos la tele, que despertemos, como si diera por hecho que somos una “masa no pensante”.

El héroe cotidiano
Entonces, yo creo que un luchador social ahora es una persona noble que no solo se preocupa por su propio bienestar sino por el de los demás. Puede ser un líder, no estoy segura si un funcionario público -hay pocos a los cuales admirar como al ex presidente de Uruguay Pepe Mujica.
Es difícil ser un luchador social en una sociedad acosada por la fantasía, la injusticia económica profunda, el desempleo, el cinismo, la desesperanza, la ansiedad, el morbo, la tentación de “el que no tranza no avanza”. Y esta luchadora o luchador del ahora, no debe ser necesariamente un caudillo o el que grita más en un mitin.
Me lo imagino una mujer u hombre sin altanerías, que lee textos que goza y lo dotan de ideas que solo intuía, se informa mediante distintas fuentes, y aunque también puede ser, por supuesto, un campesino o un obrero, independientemente de su extracción social, reconoce como anormal la normalización de la violencia, la injusticia y la pobreza.
Me lo imagino alfabetizando, trabajando en el campo, en la ciudad, por ella o él, su familia, su comunidad, sin alimentar la corrupción de su entorno y sin sentirse superior por ser “consciente”. Haciendo trabajo social y local, investigando, produciendo arte, huertos, cambios físicos y de paradigmas en donde sea que viva.
Chapodando un parque abandonando, haciendo labores domésticas sin pensar que estas solo le corresponden a las mujeres, campañas para recolectar y separar la basura, no dejándose desalentar por aquellos que dicen que la única alternativa que queda para solucionar el estado actual de las cosas es la violencia. Reforesta, funda un refugio para perros o gatos, libera tortugas, organiza un taller con niños y jóvenes. No se embrutece de odio. En su pareja y familia, trata de encarnar sus ideas utópicas.
Da una plática sobre feminismo. Comparte un café. Un héroe cotidiano. Al ver a los indigentes y hambrientos en la calle no voltea la cara. Sabe que la repartición de las riquezas en este planeta es desproporcionada y que la gente que busca comida en la basura no debería continuar haciéndolo. Sensible, no cree que sus argumentos o preferencias son indiscutibles.
No estoy de acuerdo con la desidia con la que; en una conferencia en Xalapa, Veracruz, en 2011; el periodista Martín Caparrós aseguró que, ya que la generación que nos precedió no logró la revolución, nos dejó a los jóvenes solo las causas verdes y la iniciativa del uso de la bicicleta. Para mí, las causas ecologistas también pueden y son radicalmente revolucionarias.
Ahora que estoy embarazada, quisiera que mi hijo fuera un luchador social y no formara parte de la clase media insolidaria que cree que hay que dejar de exigir justicia por los 43 muchachos desaparecidos que forman parte de otros 27000 y los 7 feminicidios diarios en México.
Pienso entonces en mi abuelo Juan Gilberto, campesino, quien por su orgullo indígena nunca usó zapatos. Y deseo que hubiese muchos más luchadores sociales cotidianos y sin ínfulas.

Lauri García Dueñas
Acapulco, Guerrero, 1 de octubre de 2010.

Revueltas y el luto mexicano

A Efraín y al sol que esperamos:

La otra tarde, la poeta mexicana María Guerra me contaba la manera en que ella recuerda a José Revueltas. Su hijo Samuel la secundaba y repetían juntos la anécdota de cuando el escritor aseguró, luego de una de sus salidas de la cárcel, que su vida había sido un “estupendo fracaso”. Oxímoron. A estas alturas, es paradójico pensar que el hombre al que hacemos homenaje, ese prolífico escritor y político convulso, tuviese esa idea de sí.
La forma en que María, quien admite haber sido cortejada por el escritor, tenía para apoyarlo en esos momentos álgidos era obligarlos a comer, a Revueltas y un amigo, que solían pasársela bebiendo durante días.
El poeta David Huerta lo recuerda más bien como el hombre anónimo que apareció en la Facultad de Filosofía y Letras para acompañar las protestas estudiantiles del 68.
En mi memoria, la imagen cardinal de José Revueltas es la de un fogoso orador de 54 años. Aparece en el balcón de la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria, y le dirige un puñado de encendidas palabras a la multitud estudiantil. La tarde de ese agosto de 1968 es nubosa, llena de presagios, y los adolescentes y los jóvenes universitarios, atentos a las ideas del discurso, no saben nada, quizá, de la militancia ya legendaria de ese hombre: enviado a las Islas Marías en calidad de preso político a los 17 años de edad, arrestado por 'actividades subversivas' en varias ocasiones, novelista de una feroz energía arcangélica, el joven hermano 'de los ojos de diamante', en el retrato poético dedicado a él por Efraín Huerta y 'uno de los hombres más puros de México', en palabras de Octavio Paz”1 , asegura David Huerta.
Para el escritor Javier Raya, José Revueltas es la encarnación de una ética total en la literatura mexicana y, como para varios, uno de los puentes emocionales que lo unió con la persona que ama y con la que ahora comparte su vida.
El sujeto y el personaje de Revueltas se multiplica en numerosas anécdotas, como la más entrañable para mí, que es la de arrancar, en noviembre de 1929, a los quince años, la bandera de México del Zócalo y enarbolar la del Partido Comunista por lo que es trasladado a la correccional durante seis meses.
O la de su esposa, María Teresa Retes, pidiéndole el divorcio mientras él estaba en la cárcel de Lecumberri, lo que me hace pensarlo vulnerable y azotado por la injusticia no solo social sino íntima.
José Revueltas no es, entonces, un ser, un todo, al que pueda reducírsele al campo semántico de las letras y de quien pueda pasarse por alto su pulsión vital límitrofe con el vértigo personal y social. En el análisis literario, no podríamonos ponernos estructuralistas y evadir del análisis el contexto personal y político en que están imbuidos sus textos.
En esta pequeña ponencia, quiero compartir algunas hipótesis sobre su obra que podrían sembrar madeja para largas conversaciones y debates. Me aviento.

  1. A pesar de que el lector pueda encontrar sus textos bucólicos, llenos de hipérbaton e hipérboles y, tal vez, cansarse durante largos párrafos; la obra de José Revueltas no puede analizarse como folclórica o costumbrista sino que, a mi juicio, logra retratar y ahondar, como intentó Paz en “El laberinto de la soledad”, en eso por lo que todavía nos preguntamos: Qué es lo mexicano. Cuál es la identidad compleja de esas personas- personajes que viven, no en el centro del país sino en el campo.
  2. Revueltas fue uno de los primeros escritores mexicanos en reparar y punzar la normalización de la violencia contra las mujeres, describiendo a los personajes masculinos que inflingían esta violencia, evidenciando su patetismo y la injusticia subrepticia latente en el hecho de que demos como normal, sin chistar, dicha violencia.
  3. No hay héroes impecables en su obra, sino arquetipos e inconsciente colectivo, por ejemplo, Natividad, el hombre limpio de espíritu es asesinado prontamente, para dejar vivos al resto de personajes que están atravesados por una complejidad que les impide ser en sus propios términos.
  4. La crítica hacia la revolución y hacia la izquierda es mordaz y roe. La huelga no consigue el éxito, sino que vuelve al pueblo un lugar de pleitos entre vecinos y compañeros, para luego causar migración y desaliento.
  5. La fatalidad de los personajes frente a la muerte, la forma en que esta nos iguala en el éxodo y lo comunitario, se impone.
  6. Es importante leer a José Revueltas en esta coyuntura por la que atravesamos, subsumidos entre crímenes de Estado y los cuerpos desaparecidos de al menos 22,322 personas, sin edulcorantes ni excesos literarios, en un país que se ha convertido en un Tzompantli gracias al poder concentrado en manos de unos pocos y defendido mediante la injusticia de toda índole. El poder en todos sus epitelios es cuestionado en su patetismo por los textos de José Revueltas, por eso celebramos y compartimos su obra completa, el centenario de su nacimiento y su autoinfligido “estupendo fracaso”. Porque uno preferiría fracasar así, como él, que vivir en la parodia y el engaño.
  7. Para todos aquellos que aún no le han hincado el colmillo a sus textos, esta es una invitación a hacerlo con fruición, en ellos encontrarán a ese muchacho que arrancaba una bandera impuesta para sustituirla por la de sus propias ideas. Creo que dada la educación bancaria, de estar aplastados en bancas, que se nos ha querido imponer, una que incluye la constante paráfrasis de lo que otros piensan, Revueltas alienta al aletargado joven revoltoso que deberíamos ser en potencia y acto.

Lauri García Dueñas
Santa María la Ribera, Ciudad de México, 25 de agosto de 2015.


1HUERTA, David. “Aguas aéreas. Un sueño vigilante e insomne”, en Revista de la Universidad de México, Nueva Época, Número 115, septiembre de 2013. Página 97.

Elena Salamanca y yo en publicación en Estados Unidos

sábado, octubre 03, 2015

Cómo escribir un rap

Miércoles 5 de agosto de 2015, México D.F.
Cómo escribir un rap
Instrucciones de Erick Fiesco
Mi segundo rap
por Lauri García Dueñas
Dedicado a los estudiantes de la licenciatura en Escritura Creativa y Literatura de la Universidad del Claustro de Sor Juana que hicieron sus raps ese día.


1. (Una frase)
“Te amo, Julia”, 
gritó un vecino desbaratado, desolado, 
o borracho, o enajenado, o desbordado.

2. (Viaje inamovible, experiencia real)

Dice Claire que en mis poemas
hay una figura masculina en ausencia

que me acompañará toda la vida. 

¿Cómo se arrastran las cosas?

¿Qué es la vida?

Deseo la abundancia,

aunque admiro a los chicos 
que inhalan pegamento

en la errancia de la esquina
hasta que mueren

y en Buenavista
un día

les colocan cruces de papel.

3. (Rima esencial)

ausencia masculino perruno

disidencia vida desidia

errancia cautiva Julia

lluvia Buenavista ¿artista?

desbaratado desbordado

Estado enajenado

desolado

4. (Externar más que juzgar, hablar, acortar)

Esos nombres de los chicos que andan

errantes

en Buenavista

comparten el espacio de quien grita
“Te amo, Julia”.

(5. Flow, fluidez)

Y cuando yo ande en el mar

pensaré que si alguien ama a Julia de forma brutal

yo también deseo ese verbo dislocado

que pronuncie mi nombre.

6. (Alrededor no solo estoy yo.

Ver.

Servir.

Comunícate con la gente).