Sobre el campanario una cigüeña riela
el río a lo lejos se descascara.
Él elige
el cuerpo: estanque de peces vivos
el olor de la carne rítmica
aún la descomposición
y sus gases
pero
nunca
la estatua.
Me pide
hacer de la analogía una bomba del organismo
doblar la palabra
masticarla.
Los dientes: torres de sangre
la saliva: el manto de la noche más larga.
Hay
un hombre: un mito.
El amante no es esa masa de polvo
la fuente: un perro blanco
la tarde: mis manos y esta pluma.
Yo también prefiero
el olor de la carne: la lava y el vapor
un pañuelo en el piso
y un nombre de letras acabalgadas.
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