jueves, noviembre 06, 2014

Derecho de respuesta. Sobre la "columna" de Antonio Cienfuegos.


Hace un mes estuve en Santiago de Chile, participando en el festival de poesía “Poquita fe” invitada por sus organizadores al igual que, el también salvadoreño, Antonio Cienfuegos, quien leyó un texto sobre Clint Eastwood donde aseguraba que había selva en El Salvador y, a mi juicio, se recostaba en el cliché que se tiene de nuestro país en el extranjero.

Me acerqué a él y le dije “no hay selva en El Salvador”, sin saber que dicho comentario provocaría que días después escribiera una “columna” en la que me difamaría e insultaría a mí y a varios escritores salvadoreños más. Luego, por Facebook me preguntó si su columna me había dolido y dijo que la escritora Elena Salamanca y yo “ya la debíamos”.  Yo le respondí que su poema me había parecido muy malo y le cuestioné que si, al no tener buena crítica, había decidido desquitarse, insultándome, también le pregunté si su vida era triste y me respondió que no, que solamente estaba desocupado.

Me pidió que le respondiera, a lo que aduje “hueva” (pereza) Me pareció que este hombre deseaba notoriedad, llamar la atención, etc. Pensé que la mejor manera de responder a un insulto sin fundamento es ignorarlo. Además, estaba muy ocupada, indignada por la desaparición de 43 jóvenes en México, coordinando cinco cursos y me pareció que no debía gastar mi energía en darle una respuesta a una persona con evidentes problemas de autoestima.

Pasaron los días y cambié de opinión, sobre todo, porque en la lista de insultos a escritores salvadoreños están incluidas varias personas cuyo trabajo respeto.

El diálogo, como Cienfuegos propone, no nace de insultar al otro. El diálogo, entre personas que dan la vida en la escritura, surge del intercambio de argumentos.


Para empezar, el tono y la falta de pruebas permiten deducir que no se trata de un diagnóstico de poesía.

“El sueño ególatra”, diría Freud, hace que el articulista incurra en su primera falacia de generalización: “fue hasta muchos años después que recorrí a pie  toda Centroamérica, especialmente El Salvador”. No creo que Cienfuegos haya recorrido a pie “toda” Centroamérica.

Asegura que su texto es “siempre fiel a lo que se ha estado escribiendo los últimos años”. No lo creo, tampoco. El texto denota bilis, no investigación de la literatura salvadoreña. Tampoco se nota que haya sido “siempre fiel” a lo que en un país en el que no ha vivido por largo tiempo se está construyendo.

Así como no hay selva en El Salvador sino bosque tropical nuboso, tampoco hay “guerrilla urbana”, decir eso es una licencia bastante peligrosa para nombrar la compleja vorágine de violencia de nuestros países.

También comete otro error en su investigación, Xibalbá no fue el “único” taller literario durante los ¡doce! años de guerra.

Otra falacia de generalización: “Como en todos los países de Latinoamérica, la poesía de El Salvador se conforma por grupúsculos y cotos de poder igual de pequeños que el país”.

Es un error que suele cometer la gente que no tiene oficio que, para darle fuerza a sus supuestos argumentos, utiliza generalizaciones tipo “como en todos los países”.

No hay pruebas que Javier Alas y Álvaro Darío Lara tengan más currículum que calidad, eso está dicho a la rápida y nacido, sin duda, de alguna rencilla personal de Cienfuegos contra estos autores.

Tampoco tiene pruebas para sostener que “el grupúsculo con mayor poder simbólico dentro de El Salvador, el grupo que más redes de amiguismo y sectarismo ha constituido a lo largo de Iberoamérica, al epitome de lo que se puede lograr con mafia y conexiones políticas en Centroamérica, el grupo de Jorge Galán, que se reuniera en torno a la UCA (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas), estaba integrado por Roxana Méndez, Carlos Serpas y Mauricio Courtade”.

Acusar de mafia a cualquier persona, sin pruebas, dada la coyuntura actual, es también injusto y peligroso.

En este párrafo, también notamos que el que escribe perdió la posibilidad analítica y se dejó llevar por algún resentimiento. Tal vez alguno de ellos le dijo que no hay quetzales en Morazán o algo así.

No acepto que alguien que escriba sobre Clint Eastwood y la “selva” salvadoreña pueda llamar “cliché” a otras escritoras como Elena Salamanca o a mí. No acepto que se nos acuse sin pruebas de “compadrazgo” y “zalamería”, cuando son demasiadas las traducciones, reseñas, publicaciones, festivales y viajes a las que hemos sido invitadas para que los críticos o anfitriones no se hayan tomado el trabajo, que no se tomó Cienfuegos, de leernos.

Tampoco comulgo con la idea de que El Salvador tiene un bajo nivel epistémico, eso sería descalificar injustamente todo el pensamiento y escritura que se ha generado en nuestro país.

La autopromoción que denomina Cienfuegos no es tal, el tener blogs y páginas en redes sociales es algo usual y se trata pues de dar a conocer el trabajo de cada quien, lo cual es más que válido. Él mismo subió fotos de su lectura en Chile y nadie corrió a acusarlo de autopromoción.

El poeta Vladimir Amaya nunca ha propiciado que se me invite a ningún evento, ni siquiera estoy incluida en su antología, eso sí, respeto muchísimo su labor poética. Por lo que, la afirmación de que Amaya es nuestro promotor es, como muchas de sus sentencias, falsa.

También es falso asegurar que no venimos de ningún taller, al menos yo, he participado en los talleres de Roberto Laínez y “Elementos”, en El Salvador; y Saúl Ibargoyen, David Huerta y Javier Norambuena, en México.

Tampoco acepto desconocer la tradición poética centroamericana, cuando coordiné el año pasado el Seminario de Literatura Salvadoreña en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y soy una de las coordinadoras del “Primer Coloquio de Cultura Centroamericana ‘Lilian Serpas’: historia, ciencia social, literatura y filosofía” a realizarse en marzo del próximo año en la UNAM.

Si Cienfuegos se hubiese tomado el tiempo de leernos sabría, definitivamente, que no somos de derecha. Mi familia, como la suya, también es de izquierda. Pero, claro, decir que somos de derecha es una acusación fácil que pretende descalificar a poetas que no cumplen con sus estereotipos de “comprometidos”. 

Ser inconexa y disparatada, lo tomo como un cumplido, porque no deseo ser conexa y constreñida. La poesía que me gusta leer es inconexa y disparatada.

La invitación para el señor Antonio Cienfuegos es que busque construir una logopea poética honda, en vez de andar criticando la de los demás, también lo invito a dar la vida en la escritura y la investigación.

Cuando uno da la vida en la escritura no tiene por qué andar insultando a las personas, difamando y derramando bilis.

Lauri García Dueñas

Centro Histórico, Ciudad de México, 6 de noviembre de 2014.





No hay comentarios: