viernes, septiembre 26, 2008

Dulce dama lapislázuli

Una dama lapislázuli me observa desde la esquina del escritorio
donde esto escribo
desde la foto blanco y negro de su sonrisa detenida
también me escucha
no alcanzo a decir que todo le perdono
 
ella sí y demasiado.
 
Ahora que mi madre no puede mirarme todos los días
que añoro el sonido de sus tacones sobre las baldosas de la casa
espero ser también una alegre muchacha
esa muchacha con diferentes líneas en la mano
a la búsqueda de su propia sonrisa inmortal
antes de que alguien se lleve la torva de milanas de mi cintura
mis piernas rectas y aferradas
mi salamandra que crepita sobre los girasoles secos.
 
Ella, mi madre
también tuvo amarillos angustiantes
lápiz de labios rojos
una mirada que se dobla en el entrecejo
y se cuelga en la ventana
y tal vez
como yo
coleccionó incertidumbres
se mojó los ojos bajo los faroles
y tal vez
como yo
era una noche que perdía
que no se encontraba.
 
Madre, ¿llorabas de angustia?
¿resistías?
¿guardabas las hojas de los árboles entre los libros?
¿te desvelabas escribiendo con tu caligrafía limpia
la historia que te miro en la foto de la esquina?
 
Prométeme que vas a volver a la puerta del garaje
que nunca nos vamos a morir en la tarde
que puedo andar en piyama para comer pan
que mi papá y mi hermano ganarán en la montaña
que vendrán los años de gritar en la plaza
cuando ya no tengamos tanto miedo.
 
Decime
por qué las constelaciones
el mar
tus manos en mi pelo
tus ojos en mis ojos
tus lágrimas en las mías
tu sueño siempre aquí.
 
Por qué nunca entiendo las cosas
por qué la fuerza se me cae
por qué tiemblo
y cedo            
y soy infame, pienso
y me canso.
 
Explícame, dulce dama lapislázuli
furibundo abrazo de piel suave
alma de mí
por qué la luna se durmió
detrás del biombo.


No hay comentarios: