de pequeños jugábamos a matarnos
debajo del árbol de guayaba del patio
y se nos hizo una costumbre de juego universal
(la especie se multiplica en sus ronchas)
ayer
en la puerta de un tren había caído al suelo un hombre joven
untado de tiner
parecía haber dormido para siempre el sueño cruel de los desamparados
nadie levantó su mano ni su cabeza y el vagón avanzó seguro hasta la próxima estación
aprendimos a robar dulces
almas luego
a jugar al mínimo esfuerzo
y ganar
prendemos las noticias y comemos palomitas
como visión políticamente correcta decimos
qué lástima/pobrecitos/ y nos damos la vuelta/ nos echamos la sábana encima pensando en otra cosa de inmediato
nunca he sido buena para escribir sobre los otros
la otredad de mí me es críticamente suficiente
uno vive en su nicho, en su hoyo profundo
con una vista unívoca sobre sus intestinos
y se olvida de las cosas que subyacen de sí mismo
nos gusta gritar sobre la mesa
mentir, manipular, ser la violencia cotidiana
y hasta enorgullecernos de querer al otro ponerle el pie encima
maldecimos
creo que todo inició con la prepotencia
con querer matarnos de niños bajo el árbol de guayaba
por no aprender a lamernos la sal que mamá nos ponía en la espalda
para que en base al beso obligado
recordásemos que éramos hermanos
que habíamos nacido de su vientre y de su tierra que ahora aparece dibujada en una moneda de diez centavos que no se usa en Palestina por desacuerdo de paisaje
viejos conflictos
el rencor se ha metido en mis venas como puntos azules
y si mi estómago vibra ante los celos
también vibran los aviones de bombas
y ardieron los niños que mandaban a limpiar el terreno de los batallones durante la guerra civil salvadoreña
perdían los pies, las piernas, la edad, mientras los estrategas tomaban whiskey en el club militar e inventaban venderle al enemigo las armas para la lucha
por eso
no me gusta el verde olivo/es mejor el verde de la lechuga/aunque me hubiera montado en un avión que solo fuera tuyo por la forma de ver las cosas
prefiero el rojo del rábano al rojo de la sangre de cualquier tipo en cualquier rincón
de este planeta recalentado al sartén como un huevo estrellado
pronto voy a sentarme en la mesa
voy a aprender a compartir lo que soy sin prejuicios
a tolerar a la gente que odio con el corazón
a perdonar todo lo que me has hecho sin querer
con tu silencio
los estudiantes caminan a gatas por la alameda durante la marcha
el que no salte
el que no grite
el que no diga la consigna contra el muro estatal
pierde, pierde
grita
dispara
corre
persigue
tanta rabia distraída
tanta enfermedad acordada
dice Elisa, no es sano estar tan bien adaptado a una sociedad enferma
ella sabe más de los tejones y de las personas que yo
porque es la personificación del que no daña ni esconde
aunque tiene mal humor
el mal humor de tus días llenos de papeles y trabajo
de tus dudas que parecen lunares en la manta de la cama
es fácil juzgar desde afuera
hacer edictos
firmar acuerdos
diseñar la ofensiva militar
comprar más ametralladoras
explicar los motivos de la guerra
pero no hay razón alguna para no salir de aquí
no basta decir frente al televisor: qué lástima/pobrecitos
paremos ya/paremos ya
cortemos las guayabas del árbol
y no juguemos a matarnos.
4 comentarios:
Fue excelente la presentación... de hecho estudio en la universidad y asistí expresamente al evento porque sabía que ustedes estarían. ¡Me encantó este poema un abrazo!
Me gustó mucho este poema.
Es un poema que se crece y que lo seguirá haciendo, tengo la certeza de que tras un tiempo en el horno, saldrá más que el clamor.
Muy buenas imágenes, srta.
Un abrazo,
OA
EXCELENTE como culmina tu poesía contestataria. A pesar de la denuncia social, no piede sus matices y logra el cometido, es decir, cautivar al lector para llevarlo por el cause de tus versos. Saludos desde Tizayuca, Hgo.
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