miércoles, octubre 14, 2009

Patricio, la moto y el amor

Tengo una ampolla negra en la pantorrilla izquierda. Ayer sentí cómo mi carne se volvía oscura, descorriéndose. Como una cortina, la epidermis cedió. Me quemé con el escape caliente de una moto. Todo fue culpa de Patricio, mi amigo gringo, que de vez en vez visita la calle de Cuba y su segundo hogar "El Hotel Congreso", el cual ha escogido por carecer de cucarachas en sus habitaciones y costar solo doscientos pesos la noche.
Patricio está a punto de nacionalizarse mexicano, lo cual incita a pensar que algo debe tener México de singular para que toda esta maraña de vidas cruzadas estemos acá habitando su territorio.
A Patrick le encanta decirle a las mujeres "chaparritas", y ayer no sé por qué se le ocurrió escoltar a esta "chaparrita" del brazo por todo el barrio, para luego darme un paseo en moto a extrema velocidad por el centro histórico. Me sentí como en una película antigua. "Estás triste y ha venido Patricio", me dijo para darme ánimos. Me reí.
Su mensaje fue claro y conciso, me estaría esperando en la cantina El Río de la Plata. Así fue. Ahí estaba, vestido todo de negro, alto como los árboles, con una mirada inquieta, diciendo cosas totalmente profundas, tan hondas que parecen hasta cierto punto comunes o absurdas.
Llegué, me tomé una cerveza clara porque era muy temprano y hablamos de "amor". Le conté "lo que me pasó" y me dijo "Claro que te enamoraste más que la primera vez, uno cuando se enamora no lo hace por menos". Me quedé con la boca abierta. Luego, arremetió: "El amor es la verdad, es lo que te mantiene vivo". Parecería una frase trillada pero para mí cobró un sentido importante. Un velo se descorrió frente a mis ojos.
"Las personas son las puertas que te permiten ver esa verdad, pero no puedes quedarte aferrada a la puerta, a ese muchacho, eso es dependencia", me dijo.
Me sentí avergonzada.
También me explicó que hay varios tipos de amor, entre ellos el amor bomba (que entra con fuego y arrasando todo) y el amor agua caliente (en el cual uno mete el dedito y sin saberlo luego ya está con el agua hasta el cuello). Su amor es la revolución, confesó nuestro protagonista. Pero la revolución es otro tema.
Hoy en la mañana fui a ver a Saúl, mi maestro de poesía, y le conté la teoría de Patricio, se me quedó viendo y corrigió la metáfora: "No es que evites quedarte aferrada a la puerta, es que tienes que abrir la puerta", agregó. Abrir la puerta. Soltar, dice Marcela.
Coyoacán rielaba. Hacía un sol hermoso. Con el maestro, hablamos de política, de sonetos, de viajes. "Eres una muchacha especial y lo sabes", me dijo viéndome a los ojos. Yo sonreí.
Ya para despedirnos, me regañó cariñosamente: "Arriba ese corazón y no te vayás a echar a llorar".
Hace mucho tiempo que no lloro como se debe. A veces, cuando lo logro, se me salen unas lagrimitas mediocres.
Cuando aumenta el conocimiento sobre la vida, aumenta el dolor, dice Saúl. Yo no sé, pero lo que sí me duele es la pierna, y mi ampolla da miedo.

4 comentarios:

aapayés dijo...

Un placer descubrir la variedades de amor, interesantes teorías..

Un gusto leerte..

Un abrazo
Con mis saludos fraternos de siempre...

Alberto dijo...

Precioso relato... Y es verdad: Hay que abrir la puerta, sabiendo que, aunque todo es pasajero, lo que siempre debe quedar es el mejor recuerdo. Cuídate mucho.
Te quiero y brindo por los buenos recuerdos, mi adorada amiga.

el árbol rojo dijo...

sin duda papatrick es sabio
me hizo pensar tu historia, laurislázuli
el centro es mágico como vos
y el amor, también
besotote

Ophir Alviárez dijo...

El amor te mantiene vivo aunque te presente a la muerte de vez en cuando. Hay que abrir la puerta y cerrarla también, hay que sacudirse y soltarse y si es posible rendirse para rehacernos y aprender del dolor, de la piel quemada, mojada, recorrida, única, aquella que nos hace ser lo que somos, pero sobre todo como somos.

Y sí, eres una niña muy especial.

Un abrazo,

Ophir