viernes, septiembre 09, 2011

Savasana con ruido de camotes

La vida llueve afuera.

Nos compete la compasión.

La ciudad, la mía, lecho confuso que se encharca en trenes
adentro, nuestros cuerpos móviles se cuelgan de sus quejidos
el silencio abona cantos en lenguas antiguas
¿perdonar a los enemigos?
¿o guardar para ellos nuestros estómagos hechos flores de rabia?
sobresaturación de las almas-cabezas pensantes de nuestra generación
imágenes como nubarrones lisos
obtener
varios ‘no’ por respuesta
llamadas telefónicas.

Ella conduce y dice que el discurso está agotado
No No No
las palabras nunca se detendrán aunque sean una alfombra roja e inútil
el recuerdo infantil del miedo natural a los truenos.

No hay
ni una sola superficie libre de ruido donde el refugio sea procedente.

Ella me intercepta y relata
fijaciones cinematográficas
triste, concluyo un
‘hombres con demasiadas enfermedades emocionales’
músicas electrónicas
verdades olvidadas
afuera
una lluvia absolutamente contagiosa.

El ruido del carrito de camotes hace unos minutos interrumpió el Savasana.

Venimos de la capacidad de la resurrección
venimos de la capacidad de sobrevivirnos.

(En el fondo, el alivio es individualista)

Morir así es tan dulce
sabiendo por descontado que voy a verte en la siguiente estación.

El silbido del carrito de los camotes es inconfundible.
Respiro.

1 comentario:

lobe dijo...

k onda esta bueno que escribas, t invito a pasar a mi blog,
saludos!