sábado, septiembre 10, 2011

"Veo salir gorriones roncos del hocico del perro"

*Prólogo para la antología "Somos poetas ¿Y qué?" de Tijuana para

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Tenemos frente a nosotros una antología de poesía colmada de Sombras, terriblemente feroz, pero paradójicamente luminosa y esperanzadora.
Asistimos a un texto heterogéneo, en intensidad y contundencia poética, compuesto en arpegios de variados decibeles. Receptáculo de tristezas vitales y decepciones nihilistas, pero también recargado de utopías. A veces cursi, febrilmente angustiado y estridente. Casi estridentista.
Este grupo de textos está escrito por autores de Tijuana, que trascienden su aparente destinación fronteriza, en dirección a varios arquetipos literarios como la muerte, el amor y la ausencia.
Voces que proponen desde el delirio estético una posición política de denuncia social.
Lírica colectiva y urbana, con grafitis, sexo, alcohol y droga. Droga reflexiva y reflexión sobre la droga.
Esta antología intenta sortear varios estereotipos, menciona en segunda persona al amor. Casi nunca.
Indica la frontera y no; retrata la violencia sin resignación; cree, a pesar, que existe esperanza ante la vorágine de crimen e impunidad; abusa de lo explícito; se plaga de soldados, policías, encapuchados, ametralladoras, balas, secuestrados, encajuelados, asfixiados y ejecutados; nombra la maquila y el descreimiento hacia lo mediático; es hipster y se decora de anglicismos; contiene –sorpresivamente para mí- algunos sonetos; blande odas al agujero negro del sexo; cree que dios es una voz en off; se regodea en el amor velado, como evocación y ausencia. Piensa y discursa. Prosea.
Sus partes, su estructura líquida, se asemejan a decenas de vientres que se buscan frente al espejo, sin encontrarse del todo, pero rozándose constantemente.
Tijuana Aquí es más que el famoso estribillo tequila sexo marihuana, gracias a que sus autores decidieron retratar-relatar-reescribir con hondura el lugar donde tienen enterrado el cordón umbilical o adoptivo.
“Pareciera que esta ciudad/espera paciente su descanso”, dice Aurelio Mexa de otra ciudad que puede ser la misma de la que hablamos. Esperar-esperanza- expectativa.
Estos escritores están indignados, con valentía y deliberación se atreven a hablar sobre lo que pasa en el norte del país, tienen roto el GPS, aparentemente, pero no renuncian al deseo de cantar y salir un viernes.
Esta antología joven-vehemente es como el bar Zacazonapan, un lugar donde a uno le gustaría sentarse a fumar y tomarse unas cervezas con los amigos.
Sórdida y hermosa como la ciudad donde fue concebida. La antología está cimentada en el trabajo de uno de los colectivos más influyentes de la creación literaria joven de México: Los Intransigentes. Yace sostenida de un par de oficios literarios bien ejercidos e impulsa a otras nuevas voces que andan buscando su coherencia discursiva.
“Y cuando nuestras palabras sean erráticas e inconclusas…”, diría, citando a Daril Fortis, para describir lo que de inacabado es todo proceso de escritura y selección.
Poesía miscelánea y sensorial. De textura clara y a la vez oscura, como “soldados morenos de olor incierto”, diría Karina V. Balderrábano.
Cuando terminé de leer este libro, vi “salir gorriones roncos del hocico del perro”, como algo hermoso surge del lugar menos esperado, como bien escribió Patricia Binôme, una de las propuestas poéticas más contundentes de esta selección.
Esperanza sí, de que lo que pasa en el norte del país cambie, pero una esperanza terrenal, ni fútil ni ingenua.
“¡Aún No Estamos Muertos!”, en palabras de Alberto Paz “en este sueño que me persigue”, completaría Mavi Robles-Castillo. “Escribimos para exorcizar al miedo”, en las de Mónica Morales Rocha.

Lauri García Dueñas
4 de septiembre de 2011.

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