lunes, julio 21, 2008

Psico-trópico de rinoceronte fértil



Que tus manos eran las de un rinoceronte fértil
que los lobos saltaron la barda y se comieron a todas las caperucitas
que los elefantes rosas no han dejado de estar borrachos
que el dolor fue un líquido oscuro que se corrió en una baba
y la vida una búsqueda de espinas
un aviso premonitorio de cactus.

Un día también luché con tiburones
les partí la mandíbula a manos batientes
tampoco a mí Margaret me creyó
y por eso tuve que irme.

Que tus ojos negros sean de cíclope
y la piel de la isla un símil de reptil azul.

Quizás estoy exagerando, me dije
en un soliloquio por contenerme
y no caer en lo más profundo de mí.

Detenme, tierra, que me voy.

Que tus dedos se aferraban a mi cintura
hace ya tanto tiempo
cuando fumábamos entre tus cajones sucios
que nunca mudamos.

Pero tus paredes grises sin pintar
nuestros veinte años agrietados
me harían fumar con vos
solo para volver a sentir tu cuerpo de hace siglos
sobre mí.

II
Que tu cama fue de agua y todos los días soporto el naufragio

Que mis tardes de parque sean siempre el recuerdo de una explosión de luz, cuando jugábamos a no soltar la pelota de tela
y Alejandro todavía me daba besos
porque no se había ido a París y a su muerte.

Cuando Mario y yo aprendimos a medir la exposición blanco y negro
de los bordes y los paraguas/sobre aquel puente peatonal de la Ceiba de Guadalupe
(me pusieron nueve por la ocurrencia
y entendí a Baudrillard).

Fui tan feliz contigo en esa cama estrecha de uno veinte
porque éramos los dueños distraídos de todo lo que vendría
temí a mi madre que se convirtió en alas de pájaro
en las sombras de aquella noche
no, no soy una foca, tuve que alardear alguna vez
soy un pulpo de varios brazos
un puré de emoción
derramado en el piso del zaguán.

Que tus manos sean de rinoceronte fértil
un cordón umbilical que nunca nos separe
que nos vayamos al mar y por fin nos convirtamos en algo inolvidable
que todo el deseo no se desperdicie
que uno siempre recupere el sentido
o no.

Tiemblo de ganas de irme al desierto
tejer una bufanda roja
y un día fuera del tiempo
poder secar por fin todas mis lágrimas.

Por eso me voy
con mis ansias de coyote diminuto.


7 comentarios:

10.21 dijo...

qué buenooo!!!

"éramos los dueños tristes de todo lo que vendría"

o eres sabia o estás sabia. como sea, te leo.

Sor Juanais dijo...

pinche lauri... este poema es una maravilla. te adoro.
El reptíl azul.

Anónimo dijo...

"no, no soy una foca, tuve que alardear alguna vez"

Yo sé que tú has sufrido mucho jjj

...por eso escribes así. Gracias por tu poesía.

Ophir Alviárez dijo...

Parece una ventisca, parece el vuelo de una araña pendiendo en su tela, mecida por el viento, alucina, alucino. No sé cómo se siente en carne propia pero la Voz alborota las neuronas de quien ha hecho "poco" pero inventa mucho.

Besos,

OA

Dylan Forrester dijo...

Discierno que este diminuto coyote es toda una indómita pantera cuando escribe a fuerza de certeros zarpazos sobre la página.

Un beso...

M. dijo...

me encantó la psicodelia del poema. Quizá me da un poco de verguenza mi blog.

Andrés dijo...

la vida es una búsqueda de espinas.

Alucinante idea.