miércoles, septiembre 16, 2009

persisto

suena el timbre de la escuela, pero hoy es día feriado. Una de las cosas por las que no me cambié de departamento fue porque desde mi ventana puedo ver la cúpula de una iglesia y el patio de una escuela. Me gusta cuando veo gente caminar sobre el techo.
Es simple y hermoso el paisaje desde acá, siempre puedo contemplar mientras escribo el estado de ánimo del cielo y la ciudad. Decía Edu Soteras que no le gusta que los edificios estén inclinados, a mí sí. La bóveda del cielo hoy es gris, le digo a mi hermano: este día tiende a la melancolía. Demasiado. Últimamente he sentido dentro de mi pecho un témpano de hielo, un dolor entre costilla y costilla que se corrige con café, y un profundo estado de estupefacción que me persigue desde el inicio del año solar. Ya nada me sorprende. Empiezo a perder de nuevo la fe en la humanidad. Pero parte de mi esencia es volver a creer en ella con todas mis fuerzas. No me gusta pensar en el pozo oscuro que existe dentro de cada uno de nosotros. Hoy no.
Lamento que lo grupal se vuelva individual. Corrijo mi poemario "Del mar es el ahogo", trabajo en mis crónicas y leo a Marie Agustine. Amo su blog "Meriéndate mis ganas de morir". Pienso en un tapanco, o en un tabanco. En el olor que provocan los cuerpos desnudos. Creo que en esta ciudad hay lugares donde ni tu misma tristeza podría encontrarte. La vida tiene una forma ininteligible de cuidarnos de la soledad existencial. Sueño con el mar. Persisto.

1 comentario:

nicolececilia dijo...

a mí también me gusta que los edificios del centro formen ángulos raros con el piso, esa inclinación peligrosa me hace acordar que somos gente viva